18/2/07

La defensa Luzhin (y II) de Vladimir Nabokov

La precisión detallista de sus descripciones es una característica del estilo literario de Nabokov. Una precisión que en muchas ocasiones puede resultar obsesiva e innecesaria, pero que siempre tiene un objetivo determinado. Los alumnos de la Universidad de Cornell que asistía a sus Cursos de Literatura se quedaban perplejos cuando el profesor les exigía para el examen detallar la distribución de las habitaciones del piso de Anna Karenina. En La defensa Luzhin esta prolijidad recurrente de Nabokov obedece además a otra intención. Si en su obra Kamera Obscura- Risa en la oscuridad (1932), la narración debe someterse al campo de lo visual, a lo cinematográfico, en La defensa debe hacerlo al ajedrez. Todo objeto es una pieza del juego, todo escenario un tablero sobre el que se plantea un problema de ajedrez.

Negras juegan y dan mate en tres:

—Es la única salida —dijo—. Tengo que abandonar el juego.
—¿El juego? ¿Vamos a jugar a algo? —preguntó ella con ternura, y al mismo tiempo pensó que debía empolvarse la cara. Los invitados estaban a punto de llegar.
Luzhin le tendió la mano. Ella dejó caer el pañuelo sobre la falda, y rápidamente le adelantó unos dedos.
—Fue muy agradable —dijo él, y le besó una mano; después la otra, como ella le había enseñado.
—¿Qué es esto, Luzhin? Se diría que se está despidiendo.
—Sí, sí —respondió él, con fingida distracción. Luego dio la vuelta y caminó hacia el pasillo. En ese momento sonó el timbre, la inocente llamada de un invitado puntual. Ella alcanzó a su marido en el pasillo y le tomó de la manga. Luzhin se detuvo sin saber qué decir, mirándole las piernas. La sirvienta salió corriendo desde el otro extremo, y como el corredor era bastante estrecho, tuvo lugar una repentina, pequeña colisión. Luzhin retrocedió ligeramente, y luego dio unos pasos hacia adelante; su mujer también se movió, primero en una dirección y luego en otra, alisándose inconscientemente los cabellos, y la sirvienta, murmurando algo con la cabeza baja, trató de encontrar un hueco por donde introducirse. Cuando Luzhin consiguió zafarse, desapareció tras la cortina que dividía el pasillo del vestíbulo, hizo una segunda reverencia y abrió con rapidez la puerta junto a la que se encontraba. Su esposa asió el tirador de la puerta que él estaba cerrando ya a sus espaldas; Luzhin insistió en cerrar y ella sujetó con más fuerza, riendo convulsivamente y tratando de meter la rodilla por el espacio, aún bastante amplio, entre la puerta y su marco. Pero en ese momento Luzhin se apoyó con todo su peso, y la puerta se cerró. Se oyó el clic del cerrojo y la llave dio dos vueltas en la cerradura. Mientras tanto, el vestíbulo se pobló de voces; alguien resoplaba y alguien saludaba a otra persona.


La descripción del apartamento de Luzhin como se ve en el anterior comentario no es improcedente. Explica los movimientos de los tres actores por el apartamento y la inevitabilidad de la solución del problema de ajedrez planteado por al autor en el que los movimientos de las piezas, en este caso el Rey, están forzados por las posiciones de las otras fichas en el tablero, que determina que el “abandono del juego” tenga lugar de la manera en que lo hace.
El Rey alcanza la última casilla completamente desconcertado: “Lo primero que Luzhin hizo después de cerrar la puerta con llave fue encender la luz. Una bañera esmaltada apareció, con radiante blancura, junto a la pared izquierda. De la derecha pendía un dibujo a lápiz: un cubo proyectando su sombra. En el extremo opuesto, debajo de la ventana, había una pequeña cómoda. La parte inferior de la ventana era de cristal biselado opaco, con reflejos azules. En la parte superior, un rectángulo negro de luz brillaba como un espejo negro” El cristal biselado y muchos otros detalles habían sido descritos con anterioridad como de pasada, sin ser enfatizados, y sólo ahora, en el aturdimiento del desesperado movimiento defensivo cobran significado.
Todo cobra significado.


Frente a él había una mesa redonda cubierta por álbumes, revistas, páginas en blanco y fotografías de mujeres aterrorizadas y hombres de mirada feroz. Una de estas fotos era la de un hombre de cara blanca, facciones sin vida y grandes gafas de estilo norteamericano, colgado del alero de un rascacielos, a punto de caer al abismo.




Hay pues en La defensa Luzhin dos planos narrativos que se superponen y sin los cuales la novela no tendría sentido. En primer lugar el juego que se desarrolla en la mente del obsesivo jugador de ajedrez y que es tratado por Nabokov como la estructura primordial sobre la que crear ese gran monumento en el que cada frase, cada palabra, cada descripción, obedece a unas precisas reglas y que se desarrolla en muchos momentos de forma determinada, no tanto porque sea inevitable o porque el destino intervenga, sino porque la estrategia del ajedrez marca la sucesión de los acontecimientos. Después hay una trama que podríamos calificar de psicológica... y me importa bien poco lo que Nabokov pudiese opinar al respecto. Es decir, me importa bien poco que esa trama sea intrascendente o que cualquier referencia al psicoanálisis sea para el autor motivo para anatematizar al lector. Sea intrascendente o motivada por una burla dicha trama existe. La pérdida del nombre por parte del protagonista, unido al resto de circunstancias de su infancia, crean una motivación edípica en su iniciación al ajedrez. Que solamente en su apartamento, tan cargado de referencias y objetos infantiles pueda Luzhin recobrar una falsa tranquilidad, pero que en realidad significa un regreso al universo perdido de la infancia donde "la defensa" parece funcionar, parece redundar en esa teoría. Pero dicha "defensa" es una ilusión.
Estamos entonces en una novela en la que se crea una dicotomía a causa de la injerencia del autor en su obra. La presencia de Nabokov en todas sus novelas, prologándolas, hablando sobre ellas, marcando las pautas de lectura, condiciona al lector, al re-lector que él prefería. Nada de psicoanálisis, dice. Estructura y exquisitez literaria, dice.
Una obra de Nabokov nunca deja indiferente.
La defensa deja al lector maravillado por la riqueza que puede ocultarse en una obra literaria.

(Los fragmentos están extraídos de la edición de Anagrama de La defensa y son traducción de Sergio Pitol)

5 comentarios:

luis dijo...

no conocia esa novela de Nabokov, y me parecio tan interesante lo que has puesto sobre ella. En especial la primera parte que trate de comprarla hoy, estuve en Tecniciencia y en la libreria de nacho y en ambas no la consegui. ¿tienes alguna idea de donde la puedo comprar?

luis dijo...

Algo me dejo intrigado acerca de los relatos de salinger, cuando habla de las obras en primera persona. Bajo los enunciados de salinger ¿como queda la novela "la caida" de camus?

Portnoy dijo...

Sé que está editada por Anagrama con el título La defensa, aunque no sé como funcionará la distribución al otro lado del proceloso océano, en la Casa del Libro la puedes encontrar:
La defensa

Ah, y lamento no haber leído la obra de Camus que citas... pero por lo general, hay que desconfiar en cierta medida de los narradores en primera persona. Nos limitan a un único punto de vista de lo sucedido.
Un saludo

Portnoy dijo...

Esta es la edición de bolsillo:
La defensa

luis dijo...

Muchas gracias por tu recomendacion, esta semana la pedire para leerla.