30/8/21

Hamnet, de Maggie O'Farrell

Hamlet puede ser una de las obras literarias en las que la reflexión sobre la muerte es más impactante. La imagen del Príncipe de Dinamarca sosteniendo una calavera es un icono cultural de occidente. (Aunque algunos confundan el Alas, poor Yorick! Con el To be or not to be)


Hamlet: ¡Ay! ¡Pobre Yorick! Yo le conocí, Horacio..., era un hombre sumamente gracioso de la más fecunda imaginación. Me acuerdo que siendo yo niño me llevó mil veces sobre sus hombros... y ahora su vista me llena de horror; y oprimido el pecho palpita... Aquí estuvieron aquellos labios donde yo di besos sin número. ¿Qué se hicieron tus burlas, tus brincos, tus cantares y aquellos chistes repentinos que de ordinario animaban la mesa con alegre estrépito? Ahora, falto ya enteramente de músculos, ni aún puedes reírte de tu propia deformidad... Ve al tocador de alguna de nuestras damas y dile, para excitar su risa, que porque se ponga una pulgada de afeite en el rostro; al fin habrá de experimentar esta misma transformación... Dime una cosa, Horacio.

Horacio: ¿Cuál es, señor?

Hamlet: ¿Crees tú que Alejandro, metido debajo de tierra, tendría esa forma horrible?

Horacio: Cierto que sí.

Hamlet: Y exhalaría ese mismo hedor... ¡Uh!

Horacio: Sin diferencia alguna.

Hamlet: En qué abatimiento hemos de parar, ¡Horacio! Y ¿por qué no podría la imaginación seguir las ilustres cenizas de Alejandro, hasta encontrarla tapando la boca de algún barril?

Horacio: A fe que sería excesiva curiosidad ir a examinarlo.

Hamlet: No, no por cierto. No hay sino irle siguiendo hasta conducirle allí, con probabilidad y sin violencia alguna. Como si dijéramos: Alejandro murió, Alejandro fue sepultado, Alejandro se redujo a polvo, el polvo es tierra, de la tierra hacemos barro... ¿y por qué con este barro en que él está ya convertido, no habrán podido tapar un barril de cerveza? El emperador César, muerto y hecho tierra, puede tapar un agujero para estorbar que pase el aire... ¡Oh!... Y aquella tierra, que tuvo atemorizado el orbe, servirá tal vez de reparar las hendiduras de un tabique, contra las intemperies del invierno...



Históricamente se ha destacado la coincidencia, que en ningún caso puede ser casual, entre el nombre del protagonista de la tragedia de Shakespeare y el del hijo muerto del autor, Hamnet Shakespeare. Ni que en el estreno de la obra el propio William Shakespeare se otorgase el papel de espectro, el padre de Hamlet.

Dice Joyce en el Ulises, según Valverde:


Stephen: ¿Qué es un fantasma? Uno que se ha desvanecido en impalpabilidad a través de la muerte, a través de la ausencia, a través de un cambio de modos. El Londres elisabetiano estaba tan lejos de Stratford como el corrompido Paris lo está de la virginal Dublín. ¿Quién es el fantasma que viene del limbo patrum, regresando al mundo que le ha olvidado?¿Quién es el rey Hamlet? Empieza la representación. Avanza un actor en la sombra, vestido con la cota que dejó un elegante en la corte, un hombre bien plantado con voz de bajo. Es el fantasma, el rey, rey y no rey, y el actor es Shakespeare que ha estudiado Hamlet todos los años de su vida que no fueron vanidad, para representar el papel del fantasma. Dice su palabras a Burbage, el joven actor que está delante de él, más allá de la tela encerada, llamándole por su nombre: “Hamlet, soy el fantasma de tu padre”, mandándole prestar atención. A un hijo habla, el hijo de su alma, el príncipe, el joven Hamlet y al hijo de su cuerpo, Hamnet Shakespeare, que ha muerto en Stratford para que su homónimo viva para siempre. ¿Es posible que ese actor Shakespeare, fantasma por ausencia, y con las ropas del sepultado rey de Dinamarca, fantasma por muerte, diciendo sus propias palabras al nombre de su propio hijo (si hubiese vivido Hamnet Shakespeare habría sido mellizo del príncipe Hamlet), es posible, quiero saber, o probable, que no sacara ni previera la conclusión lógica de esas premisas: tú eres el hijo desposeído: yo soy el padre asesinado: tu madre es la reina culpable, Ann Shakespeare, de soltera Hathaway?


Y traigo aquí a Joyce porque la novela de Maggie O'Farrell es un alegato a favor de la figura de Ann Hathaway, en su novela denominada Agnes, que arremete contra la opinión misógina que Joyce vuelca contra Hathaway en el capítulo nueve del Ulises incluida la burla que se hace a propósito de que Shakespeare dejase a su mujer en el testamento su “segunda mejor cama”.

Así, la novela de O'Farrell podría haberse convertido en un testimonio feminista de la vida de las mujeres a la sombra de los hombres famosos si no fuese por la aparición, súbita, irracional, injusta, de la muerte arrebatándoles a su hijo de once años.

Nadie, ni mujer ni hombre, puede sobreponerse a esa desgracia.


Lógicamente la atribución de roles de género adjudica a la mujer tareas y funciones que el hombre elude. Pero nadie puede superar esa pérdida. Y es sobre esa dicotomía sobre la que gira la novela de O'Farrell.


Hamlet: Ser, o no ser, ésa es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza?... Este es un término que deberíamos solicitar con ansia. Morir es dormir... y tal vez soñar. Sí, y ved aquí el grande obstáculo, porque el considerar que sueños podrán ocurrir en el silencio del sepulcro, cuando hayamos abandonado este despojo mortal, es razón harto poderosa para detenernos. Esta es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga. ¿Quién, si esto no fuese, aguantaría la lentitud de los tribunales, la insolencia de los empleados, las tropelías que recibe pacífico el mérito de los hombres más indignos, las angustias de un mal pagado amor, las injurias y quebrantos de la edad, la violencia de los tiranos, el desprecio de los soberbios? Cuando el que esto sufre, pudiera procurar su quietud con sólo un puñal. ¿Quién podría tolerar tanta opresión, sudando, gimiendo bajo el peso de una vida molesta si no fuese que el temor de que existe alguna cosa más allá de la Muerte (aquel país desconocido de cuyos límites ningún caminante torna) nos embaraza en dudas y nos hace sufrir los males que nos cercan; antes que ir a buscar otros de que no tenemos seguro conocimiento? Esta previsión nos hace a todos cobardes, así la natural tintura del valor se debilita con los barnices pálidos de la prudencia, las empresas de mayor importancia por esta sola consideración mudan camino, no se ejecutan y se reducen a designios vanos.


Un reciente estudio dice que los hombres somos más reacios a leer a autoras. Algunas fuentes destacan esta novela de O'Farrell como una de las más permeables al lector masculino. Creo que no tengo que decir que todo esto me parece una tontería, aunque reconozca que leo a más autores que autoras... porque lo que me interesa de alguien que escriba es la profundidad y la, llamemosla, audacia de sus textos. El de O'Farrell es profundo aunque convencional en su forma.

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