17/6/18

Cuentos escogidos, de Joy Williams

Publicado por Seix Barral con traducción de Albert Fuentes, este volumen recoge cuentos aparecidos en Taking Care (1972-82, Random House), Escapes (1992, The Atlantic Monthly Press), Honored Guest (2004, Alfred A. Knopf) así como otros aparecidos en varias revistas(*). Casi más que de unos cuentos escogidos parecen unos cuentos completos de Williams hasta 2015.

Como ya he hablado, en relación con sus novelas, de la admiración que siento por esta escritora paso directamente a recomendar estos Cuentos completos escogidos.


Relación con las novelas: Mujeres, mujeres solas, mujeres enfermas, hijas, nietas, parejas, paisajes costeros, paisajes desérticos, saguaros, perros, serpientes, animales disecados, cuadros con animales, pájaros, casas destartaladas...

Las mujeres sufren por la pérdida de un secreto que antaño conocían” (pág. 122)

La sensación general que dejan todos los relatos de Williams es de cierta tristeza inherente a la condición humana. Despojadas de convencionalismos, las personas que muestra Williams, principalmente mujeres, se enfrentan a sí mismas. La tristeza proviene de ese grado de resignación y renuncia al que mayormente nos entregamos. Nos abandonamos a la certeza de que no hay certeza y de que no hay nada más que esta materialidad en continua descomposición.

Cada relato, cada persona, es como un animal disecado. Una representación sin vida.

Creo que las claves de toda la narrativa de Joy Williams se encuentran en el relato titulado Martillo.

Referencia:

Yo veía a un hombre feliz, cuyo sueño secreto se había realizado de un modo tan evidente, que había alcanzado su objetivo en la vida, había recibido lo que quería, que estaba satisfecho con su destino, consigo mismo. A mis ideas sobre la felicidad humana, siempre, por algo, se añadía algo triste, pero ahora, ante la visión de un hombre feliz, se apoderó de mí una sensación penosa, cercana a la desolación. En particular, era penoso por la noche. Me hicieron la cama en una habitación, junto al dormitorio de mi hermano, y yo oía cómo él no dormía, y cómo se levantaba y se acercaba al plato de grosellas, y tomaba una. Yo pensaba: ¡en esencia, cuántos hombres satisfechos y felices hay! ¡Qué fuerza tan aplastante! Échenle un vistazo a esta vida: el descaro y la ociosidad de los fuertes, la ignorancia y la bestialidad de los débiles, alrededor una pobreza imposible, la estrechez, la decadencia, la embriaguez, la hipocresía, la mentira… Entre tanto, en todas las casas y en las calles el silencio, la tranquilidad; de cincuenta mil que viven en la ciudad, ni uno que grite, que se perturbe en voz alta. Vemos a los que van al mercado por productos, comen de día, duermen de noche, dicen sus tonterías, se casan, envejecen, llevan a sus difuntos al cementerio de modo bondadoso; pero no vemos ni oímos a los que sufren, y lo terrible de la vida pasa en algún lugar, entre bambalinas. Todo está en silencio, tranquilo, y sólo protesta la muda estadística: tantos se volvieron locos, tantos baldes bebidos, tantos niños murieron de inanición… Y este orden, evidentemente, es necesario; evidentemente, el feliz se siente bien, sólo porque los infelices llevan su carga callados, y sin ese callar, la felicidad sería imposible. Es una hipnosis general. Es necesario que en la puerta de cada hombre satisfecho, feliz, esté parado alguien con un martillo, y le recuerde con un martillazo, de modo constante, que hay hombres infelices, que, por muy feliz que él sea, la vida tarde o temprano le enseñará sus garras, llegará la desgracia, la enfermedad, la pobreza, la pérdida, y nadie lo verá ni lo oirá a él, como él no ve ni oye ahora a los otros. Pero no hay el hombre con el martillo, el feliz vive a su gusto, y las pequeñas preocupaciones mundanas lo inquietan levemente, como el viento al roble, y todo está a favor.
Anton Chejov, Las grosellas.

En su relato, Martillo, un personaje un tanto estrambótico sirve de escudo entre madre e hija cuya relación es bastante tensa. Él introduce el tema del hombre del martillo de Chejov y cuando la madre le pregunta si se cree el hombre del martillo, él sonríe con modestia. Durante su aparición en el relato se encarga de señalar todos y cada uno de los defectos del domicilio de la madre, el deterioro, el desorden, la decrepitud.
¿Es él el hombre del martillo?
No.
Joy Williams es la mujer del martillo.
Con su narrativa nos enseña que “la vida tarde o temprano le enseñará sus garras, llegará la desgracia, la enfermedad, la pobreza, la pérdida” o más bien que todas esas cosas son inseparables de la misma vida. Con su martillo Williams nos muestra que no somos tan felices como creemos ser. Nuestra sociedad es como el cuadro que la madre del relato Martillo robó en un bar en el que se muestran unos castores junto a su vivienda de troncos y ramas: “El artista, ese malnacido, seguramente había atrapado y ahogado a los castores antes de embutirles varas en sus pobres cuerpos para colocarlos en posturas que trasladaran una impresión de vida, tal y como había hecho Audubon con los pájaros, otro malnacido, y Stubbs con los caballos, otro malnacido, para hacer sus bonitos retratos”.

Y eso es lo que tenemos entre manos, simulacros de realidad y vida. La autora, esa malnacida, atrapa y ahoga a sus personajes y les inserta alambres para darles y darnos impresión de vida. Sabe que toda narrativa no es más que un simulacro de vida, de realidad. Pero sabe también que esa visión entre pesimista y resignada es también una realidad tangible. No hay felicidad en este mundo, hay, si acaso, abotargamiento y rendición.

Y aquí viene Joy Williams con su martillo de narración impecable e implacable.
Muchísimas gracias, señora Williams.

—Yo me imagino a Dios como un mago —susurró ZoeBella, mirando fijamente a Janice—. Un mago rico que tiene un montón de ovejas hipnotizadas para así no tener que gastarse ni un céntimo en cercados o pastores para evitar que se escapen. Las ovejas saben que en el fondo el mago quiere matarlas porque quiere su carne y su piel. Así que el mago primero las hipnotiza para hacerles creer que son inmortales y que no se les hace ningún daño cuando las despellejan, que al contrario, que será bueno para ellas e incluso una experiencia agradable. Luego las hipnotiza para que piensen que el mago es su buen amo y que las ama. Luego las hipnotiza para hacerles pensar que no son ovejas en absoluto. Y después de todo esto, nunca se escapan, sino que esperan tranquilamente hasta que el mago exige su carne y su piel.



(*) Un día habrá que analizar el impacto de las revistas literarias en la narrativa estadounidense y cómo éstas sirven de plataforma de presentación para nuevos escritores y de afirmación para los veteranos, y que parten de un principio básico que es la del trabajo PAGADO. ¿Sería impensable una cosa así en “este país”? Me temo que sí. Empezando por lo de pagar a los escritores los cuales deben, por supuesto, sentirse agradecidos por ver publicados sus trabajos en papel.

1 comentario:

Charly dijo...

Yo, Charly Angulo, conocí a esta mujer llamada Mirella Nerida Valcacer , a través de Facebook, empezamos a salir y comenzamos una relación que duro 6 meses , porque la muy creída empezó a sacarme real, me quito cerca de 10.000 $, además de eso se llevó de mi casa objetos de valor. Me sentí frustrado y confundido porque pensé que había amor verdadero entre nosotros. La denuncie por robo, pero no sucedió nada, por eso recurro a estos medios. Esta publicación la hago Ya que no deseo que otras personas caigan en manos de esta señora charlatana y ladrona.