30/6/18

Amuleto, de Roberto Bolaño

Y los seguí: los vi caminar a paso ligero por Bucareli hasta Reforma y luego los vi cruzar Reforma sin esperar la luz verde, ambos con el pelo largo y arremolinado porque a esa hora por Reforma corre el viento nocturno que le sobra a la noche, la avenida Reforma se transforma en un tubo transparente, un pulmón de forma cuneiforme por donde pasan las exhalaciones imaginarias de la ciudad, y luego empezamos a caminar por la avenida Guerrero, ellos un poco más despacio que antes, yo un poco más deprimida que antes, la Guerrero, a esa hora, se parece sobre todas las cosas a un cementerio, pero no a un cementerio de 1974, ni a un cementerio de 1968, ni a un cementerio de 1975, sino a un cementerio del año 2666, un cementerio olvidado debajo de un párpado muerto o nonato, las acuosidades desapasionadas de un ojo que por querer olvidar algo ha terminado por olvidarlo todo

Todo debe empezar con una confesión. Nunca terminé de leer Amuleto hasta ahora. La he retomado tras la lectura de la magnífica adaptación en forma de novela gráfica de Estrella distante. El motivo para no haber leído Amuleto, dejando de lado que esperaba encontrar una ampliación de un capítulo de Los detectives salvajes, nada más, era que me parecía INSOPORTABLE el nombre de la narradora.
Auxilio Lacouture.
Auxilio la costura, la cultura, Auxilio la cotorra, la que no calla:

Pensaba encontrar nada más que una ampliación de un capítulo de otra novela donde se prefiguraba otra novela distinta en proceso de escritura.
Estaba muy equivocado.

Está será una historia de terror. Será una historia policíaca, un relato de serie negra y de terror. Pero no lo parecerá. No lo parecerá porque soy yo la que lo cuenta. Soy yo la que habla y por eso no lo parecerá. Pero en el fondo es la historia de un crimen atroz.
Tal vez el problema que tuve con Amuleto era que es ELLA quien habla. Y si bien la narración de Bolaño me parece impecable, el simbolismo que encierra una narradora en primera persona que se autodenomina "la madre de la poesía mexicana" me parecía en aquel momento una impostura insalvable.
Ahora he vuelto a la nouvelle y he descubierto que estaba equivocado. Salvo quizás en lo de la impostura, que me lo sigue pareciendo aunque ya no la creo “insalvable”. Quizás sea una especie de lastre que se arrastra durante toda la novela, la impostura de género, pero creo que Bolaño no intentaba una aproximación femenina a un relato, sino una voz desmedida y en los límites, quizás inspirada en la figura real de Alcira Soust Scaffo (hay una excelente entrada en el blog mimalapalabra de Giovanni Rodríguez), una profesora uruguaya que vivió en el DF a quien Bolaño conoció, que le permite al autor crear una especie de guía, una Virgilio que nos acompañe por un mundo onírico-literario relacionado con el mundo cultural de México en la década de los 70 del siglo XX.
Así Auxilio es la única persona que resiste en el edificio de la Facultad de una Universidad tomada por el ejército. Conoce a Arturo Belano y a los jóvenes poetas que pululaban por los bares en las noches del DF. Pero también a León Felipe, a Pedro Garfias, a Lilian Serpas y a su hijo Carlos Coffeen Serpas, personajes reales que pudieron coincidir en esa época con los personajes de la novela.
Pero Lacouture también conoce a Remedios Varo.



Puesto que Varo murió mucho antes que los hechos que se nos cuentan, el pasaje adquiere un tono onírico y casi surrealista, como corresponde a la figura de la pintora que hablaba a sus gatos en catalán.
Como en el cuadro El relojero, Lacouture maneja el tiempo a su antojo. Viaja a través de los distintos relojes a épocas pasadas y futuras desde su encierro en los aseos de la Facultad. Pero ella no puede explicarnos como lo hace, como si las piezas que controlan el tiempo de los relojes cayesen de sus manos. Como si viviese dentro de un cuadro de Varo, entre gatos helechos y personajes simbólicos surgidos de las brumas de los sueños.

Y todo eso es Amuleto, un viaje por los sueños de una ciudad poblada de poetas cuyos sueños se superponen a la realidad.
Leemos la novela y con tanta poesía y tanto sueño, olvidamos que Lacouture ha venido a contarnos la historia de un crimen atroz.
Este es el crimen:
Yo estaba en la facultad aquel 18 de septiembre cuando el ejército violó la autonomía y entró en el campus a detener o a matar a todo el mundo. No. En la universidad no hubo muchos muertos. Fue en Tlatelolco… ¡ese nombre que quede en nuestra memoria para siempre! Pero yo estaba en la facultad cuando el ejército y los granaderos entraron y arrearon con toda la gente.
En la lucha contra la represión la poesía se convierte en un arma. Un arma íntima, simbólica si se quiere. El totalitarismo quiere acabar con los sueños, con las ideas personales, con los sueños. La poesía es un arma inútil, pero en ocasiones es la única que tenemos a mano.
Y aunque el canto que escuché hablaba de la guerra, de las hazañas heroicas de una generación entera de jóvenes latinoamericanos sacrificados, yo supe que por encima de todo hablaba del valor y de los espejos, del deseo y del placer.

Y ese canto es nuestro amuleto.
Bolaño siempre te deja ese regusto amargo ya que suele revestir lo épico con la banalidad de lo real, pero siempre es un gran placer reencontrarse con él.

Voy a terminar con un poema. Tal vez uno de los que sonaron por los altoparlantes de la Universidad, que tal vez estaba en un disco que puso Alcira Soust Scaffo, para que se oyese en todo el campus ocupado por el ejercito.
Tal vez.

Contadme un sueño

Ahora estoy de regreso, he llegado hace poco,
soy nuevo en la ciudad... Y esto quiere decir:
Me durmieron con un cuento...
y me he despertado con un sueño.
Voy a contar mi sueño, narradores de cuentos.
Voy a contar mi sueño.
Es un sueño sin lazos,
sin espejos,
sin anillos,
sin redes,
sin trampas y sin miedo.

Oíd:
Soñé... ¡sueño!
No soy un cuento.
Vengo de más lejos...
Soy y vengo del sueño.
Y digo que soñar es querer, querer, querer...
Querer escaparse del espejo,
querer desenvolverse del ovillo,
querer descoyuntarse de la dulce rosquilla de los cuentos,
querer desenvolverse... prolongarse.
Soñar es decir 4 veces,
o 44 veces,
o 4.444 veces, por ejemplo:
yo no quiero,
yo no quiero,
yo no quiero,
yo no quiero
verme en el tiempo
ni en la tierra
ni en el agua sujeto...
Quiero verme en el viento.
Quiero verme en el viento.
Quiero verme en el viento.
Quiero verme en el viento.


León Felipe

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