La reprise, la reanudación, la
continuación.
Véase Las gomas.
Véase también Repetición,
Gjentagelsen, de Søren Kierkegaard
Las novelas de Robbe-Grillet, también
los guiones realizados para películas, hacen continuas referencias a
otras obras. Reanudación no es en este sentido una excepción.
Es un ejercicio de reescritura de Las gomas, a su vez basada
en una famosa obra que me niego a revelar, aunque la influencia, el
juego, sea conocido. Pero este ejercicio pasa por el tamiz de otras
dos novelas, Repetición de Kierkegaard y Lolita de
Nabokov, pero de forma que todo el entramado narrativo se sustenta en
ellas y al mismo tiempo las pervierte.
Empecemos cronológicamente.
En Repetición Kierkegaard
emplea a un narrador llamado Constantino Constantius (nótese la
repetición del nombre, recurso que empleará Nabokov con su Humbert
Humbert). Este narrador, frío y cerebral, contrasta con el poeta
innominado, cuyas contradicciones amorosas son el eje del relato, de
quien, de alguna manera poco útil, C.C. Ejerce de tutor sentimental
(o erótico que diría K.) En realidad, las vicisitudes del poeta
cuyo nombre se elude son las del propio Kierkegaard y reflejan las
emociones que el propio autor sentía en su relación con Regina
Olsen, el amor de su vida, a la que conoció cuando ella tenía 15
años y con la que se comprometió tres años después. El noviazgo
duró algo menos de un año y las causas de la ruptura creo que se
expresan en Repetición, aunque es bastante posible que se
trate de una literaturalización de unos sentimientos complejos.
Resalto la edad de Olsen por lo que
ello implica en la novela de Robbe-Grillet.
La esperanza es una encantadora muchacha que, irremisiblemente, se le escurre a uno entre las manos. El recuerdo es una vieja mujer todavía hermosa, pero con la que ya no puedes intentar nada en el instante.
Repetición, Søren Kierkegaard
La tesis de la novela de Kierkegaard
sería esta:
Todo el mundo sabe que cuando los Eleatas negaron el movimiento, Diógenes les salió al paso como contrincante. Digo que «les salió al paso», pues en realidad Diógenes no pronunció ni una sola palabra en contra de ellos, sino que se contentó con dar unos paseos por delante de sus mismas narices, con lo que dejaba suficientemente en claro que los había refutado.Algo semejante me ha acontecido a mí mismo, por cuanto hacía ya bastante tiempo que me venía ocupando, especialmente en determinadas ocasiones, el problema de la posibilidad de la repetición y de su verdadero significado, si una cosa pierde o gana con repetirse, etcétera, hasta que un buen día se me ocurrió de repente la idea de preparar mis maletas y hacer un viaje a Berlín. Puesto que ya has estado allí una vez, me dije para mis adentros, podrás comprobar ahora si es posible la repetición y qué es lo que significa. En mi propia casa, y dentro de las circunstancias habituales, me sentía como estancado en torno a este problema, que por cierto, dígase lo que se quiera sobre el mismo, llegará a jugar un papel muy importante en la nueva filosofía. Porque la repetición viene a expresar de un modo decisivo lo que la reminiscencia representaba para los griegos. De la misma manera que éstos enseñaban que todo conocimiento era una reminiscencia, así enseñará también la nueva filosofía que toda la vida es una repetición. Leibniz ha sido el único filósofo moderno que lo ha barruntado. Repetición y recuerdo constituyen el mismo movimiento, pero en sentido contrario. Porque lo que se recuerda es algo que fue, y en cuanto tal se repite en sentido retroactivo. La auténtica repetición, suponiendo que sea posible, hace al hombre feliz, mientras el recuerdo lo hace desgraciado, en el caso, claro está, de que se conceda tiempo suficiente para vivir y no busque, apenas nacido, un pretexto para evadirse nuevamente de la vida, el pretexto, por ejemplo, de que ha olvidado algo.
Repetición, Søren Kierkegaard
Así el narrador de Kierkegaard se
dirige a Berlín buscando comprobar la validez de sus tesis sobre la
repetición. Se aloja en un hotel de la Gendarmenplatz.
El protagonista de Reanudación
se dirige a Berlín, en 1949 y allí le conducen a la misma
habitación, que en esta ocasión tiene una placa con las iniciales
J.K., en que se había alojado Constantino Constantius. La
descripción de los muebles y los objetos de la habitación es
idéntica a la que hace Kierkegaard, con la salvedad de la decrepitud
propia de los cerca de 110 años que han pasado entre ambas.
Aquí Robbe-Grillet hace trampas. Dice
sobre lo que se ve desde la ventana (desde el mismo sillón tapizado
de rojo en el que se sentó Constantius-Kierkegaard:
Franz Kafka la contempló [la plaza] largo y tendido, hace justo un cuarto de siglo, cuando vivía en las casas aledañas, en compañía de Dora Dymant, el último invierno de su corta vida. Wilhelm von Humboldt, Heine y Voltaire vivieron también en esta Gendarmerie Platz.
Es cierto que con
anterioridad menciona que Kierkegaard consideraba la Gendarmenplatz
la más bonita de Berlín, pero elude mencionar que se alojó en esa
misma habitación. En este fragmento aparece una de las primeras
peculiaridades de la novela. Lo que estamos leyendo, al menos en
principio, es una especie de informe que el protagonista, cuyo nombre
va cambiando a lo largo de la novela (Henri Robin, HR, Ascher, Boris
Wallon, Wall, Mathias Franck... hasta el nombre final) elabora para
la organización secreta o servicio de información o agencia de
espías, para la que trabaja. Este informe va a ser apostillado en
numerosas ocasiones por alguien, en principio un superior en la
organización, cuyas observaciones ponen en duda al narrador
principal. En este momento aparece para indicar que es imposible que
sea “ hace justo un cuarto de siglo”, sino que se trataría
de veintiséis años exactamente. Ninguna mención a Kierkegaard.
¿Omisión deliberada o ignorancia? Este lector del informe va a
cuestionar muchas de las cosas que el narrador principal revela,
intentando que no creamos lo que nos dice, pero desde su primera
intervención debemos dudar de la credibilidad del lector del informe
como contra-narrador.
De hecho esta es
uno de los principales temas de la novela de Robbe-Grillet, la
repetición, la duplicación.
Se inicia así:
Aquí, pues, reanudo, y resumo. Durante el interminable trayecto en tren que, partiendo de Eisenach, me conducía hacia Berlín a través de la Turingia y la Sajonia en ruinas, vi, por primera vez desde hacía muchísimo tiempo, a ese hombre al que llamo mi doble, para simplificar, o bien mi sosias, o también y de modo menos teatral, el viajero.
Toda la novela es una especie de
duplicación de los escenarios, tramas y personajes que acontecían
el Las Gomas, sustituyendo el tono policíaco de aquella por
un entorno de espías en el Berlín de posguerra.
(Nota mental porque no tengo la primera
novela a mano, ¿cronológicamente son anteriores los sucesos de
Reanudación que los de Las gomas? De ser así, ¿qué
reanuda esta novela?)
Esta duplicación nos lleva por
terrenos que deberían ser re-conocidos, pero no son indispensables
para entender en sí misma la novela. Si como lector me hubiese
enfrentado antes a Reanudación que a Las gomas,
mi asombro y admiración ante esta novela no hubiese sido diferente.
Pero
al haber coincidido el orden de lectura con el de escritura me
sorprendió la subtrama pornográfica que encierra Reanudación,
que más que enlazarla con Lolita
de Nabokov, lo hace con Historia de Ô,
de Pauline Réage.
(Segunda
nota mental: Javier, deja claro que has leído Historia de
Ô por razones
científico-literarias y no por otras más mundanas)
¿Por
dónde iba?
Esa
subtrama me chocó porque de alguna manera no coincidía con el
espejo que hasta entonces estaba resultando ser la novela. Y porque
para ser una historia que de alguna manera confronta la maldad del
doble y la perversidad de las relaciones familiares, que es una de
las facetas destacables de la historia, me dio la sensación de que
el autor se recreaba innecesariamente en los detalles
erótico-escabrosos de las escenas sadomasoquistas.
Y aquí
Lolita. Gigi o Gegenecke, la niña de catorce años, que trabaja en
una especie de burdel en el Berlín en ruinas de 1949, inocente y
depravada, se convierte en un símbolo de la adulteración del
relato. Su madre, Jo Kast (J.K.), había regentado (¿en Nantes,
cerca de Nantes?) una librería en la que vendía lápices y gomas.
Wallas, el protagonista de Las gomas,
vuelve una y otra vez a una librería para, con la excusa de ver a la
dependienta, comprar gomas de borrar. Humbert Humbert sabía que para
llegar a Lolita debía casarse con la madre. Según se desprende de
la lectura Wallas ya se ha casado con la madre y en Reanudación
Wall, o su doble, se ve seducido por la hija. Entonces, sí Las
Gomas era una reescritura de
cierta obra de teatro, ¿es Reanudación
la reescritura de esa “otra” obra de teatro relacionada con la
primera? Esa obra que según George Steiner (copio de la wikipedia)
condensa los cinco conflictos fundamentales que dan origen a todas
las situaciones dramáticas, esto es los conflictos entre hombres y
mujeres, entre la vejez y la juventud, entre la sociedad y el
individuo, entre los seres humanos y la divinidad y entre el mundo de
los vivos y el de los muertos.
O
quizás Robbe-Grillet es consecuente con la obra que origina la
primera de las dos novelas y más que una reanudación, Reanudación
es un paso más hacia adelante. Un paso de un genial novelista que
irrumpió con esta magnífica novela en el siglo XXI, compendiando la
narrativa de todos los siglos anteriores.
Los fragmentos de Reanudación
de la traducción de La reprise, de Javier Albiñana para
Anagrama Editorial.
Los fragmentos de Repetición,
Gjentagelsen, de Karla Astrid Hjelmstrom para JVE Psique.
(Encontrado en internet)
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