You talk about Two-Lane Blacktop being a journey to nowhere, and that seems to be the theme in Drop Edge, too.
I’ve always been obsessed with episodic journeys, and trying to get lost in the presence of the journey. Each time you take a journey, you separate from what you’ve left behind, and you hopefully burn out all the false attachments and beliefs about who you are, the “me.” When you’ve dissolved all the conditions that you’ve been born into, it’s often very brutal, but that’s what it means to be free.
Your novel fuses these Eastern concepts with our Western notions of freedom: the Old West, outlaws, living as an individual.
Sure, you could say the frontier is a metaphor for freedom. It’s about all these wackos who rushed out there for the gold rush, and how that fueled the whole capitalist system. It’s about greed, desire, ambition, and in this sense, Drop Edge is about how the big empty was filled up and what people did with that emptiness, and how they used and arranged it to feel safe, or make their coin or whatever.
Nota 1: Se habla mucho, quizás
demasiado, de la influencia del guión que escribió Wurlitzer y que,
al parecer, inspiró a Jim Jarmush a la hora de crear Dead Man(1).
Zebulon fue en origen un guión que Wurlitzer paseó por
Hollywood a finales de los setenta y por el que se interesaron Sam
Peckinpah, Hal Ashby y Roger Spottiswoode. Jim Jarmush y Alex Cox
también se interesaron por el guión. Recordemos que Cox colaboró
con Wurlitzer en la película Walker, personaje que aparece
tangencialmente en Zebulon, y Jarmush aparece en la película casi
inencontrable que dirigió en 1987 Wurlitzer junto a Robert Frank,
Candy Mountain(2).
(1)
: En Conversing withRudy Wurlitzer by Rodger Jacobs
al entrevistador le sorprende la actitud de Wurlitzer cuando le habla
de Dead Man. Dice: “habla del plagio de Jarmusch sin mucha amargura
e incluso se ríe de ello”. (En el artículo se desarrolla una
historia del propio Jacobs llena de pseudofilosofía oriental en la
que aprende de la actitud de Wurlitzer... unos comentarios que podría
haberse ahorrado.
(2): Candy Mountain
tiene una característica que la une a otras en las que ha
participado Wurlitzer: está interpretada por músicos. En este caso,
y entre muchos otros, por Tom Waits, Joe Strumer, Dr. John, Leon
Redbone y David Johansen de New York Dolls.
Nota 2: El título original de la
novela es The Drop Edge of Yonder. Zebulon es el título
del guión de la película no realizada. Pero ante lo que estamos no
es la novelización de un guión cinematográfico, sino una novela
que toma como base una idea previa de Wurlitzer en forma de guión.
En este punto no podemos decir si Jarmush tomo prestadas ideas del
guión de Wurlitzer o si éste ha suavizado las concomitancias de su
guión original con la película de Jarmush(1)
. Es decir, ante lo que estamos es otra cosa distinta a
la idea que originó el guión. Queda la historia del hombre que
pertenece a dos mundos, el de los vivos y el de los muertos, sin
pertenecer realmente a ninguno de ellos. Sobresale en la novela la
desesperada historia de amor nihilista que impulsa al protagonista a
recorrer medio mundo.
(1) Pensemos que también se
puede encontrar relación entre la novela de Wurlitzer y la película
Unforgiven de Clint Eastwood, en la que se da cierta
relevancia a la figura del periodista que reinventa la sórdida
realidad de la frontera y la dota de aires míticos. Como dice el
autor “la frontera es una metáfora de la libertad”. Fueron los
periodistas y escritores estadounidenses los que convirtieron ese
espacio en una leyenda y a sus delincuentes, asesinos, forajidos y
ladrones en héroes del destino manifiesto. Wurlitzer, sin embargo,
subvierte los términos. Zebulon Shook aburrido en el viaje en barco
que los lleva a bordear toda América del Sur para llegar de las
costas de Texas hasta San Francisco, le cuenta a un periodista una
historia exagerada de su vida, llena de actos delictivos y crímenes
que no ha cometido. Cuando, tras un periplo imposible y delirante por
Centroamérica, llega a San Francisco descubre que se ha convertido,
gracias a las crónicas del periodista, que ha publicado todos los
embustes que Zebulon le había contado, en uno de los delincuentes
más buscados de la costa oeste.
Nota 3: Parece evidente que el tema
recurrente en Wurlitzer es el viaje. El viaje a ninguna parte, si se
quiere. O la vida como un viaje sin objetivos. Así, los
contendientes de Two-Lane Blacktop muestran una completa falta de
interés en alcanzar la meta y ganar la competición. De hecho el
final de la película con el celuloide quemándose es una metáfora
de esos episodios de viajes que tanto obsesionan a Wurlitzer. En Nog
el narrador, cuyo nombre ni siquiera es Nog, inicia un viaje a
ninguna parte en la que, obviamente, trata de evadirse de sí mismo.
En Zebulon, sin embargo, aparece un elemento discordante en esa
filosofía del viaje a ninguna parte en el personaje de Delilah. Los
continuos y explosivos reencuentros de los dos personajes, junto al
papel del “hermano adoptivo”, Hatchet Jack, dan una especie de
sentido, no carente de misticismo aportado por chamanes mexicanos,
brujos indios y chinos opiómanos, al viaje de Zebulon que sería este: Nos guste o no, nunca viajamos solos.
Nota 4: Lo que
somos, está determinado por nuestras circunstancias geotemporales.
En los viajes que propone Wurlitzer este factor es determinante.
Zebulon se sitúa en lo que se da en llamar “la fiebre del oro”.
Trata sobre todos los buscadores que se precipitaron sobre una región
por la fiebre del oro, por el deseo de enriquecerse, “y
cómo eso alimentó todo el sistema capitalista. Se trata de la
avaricia, el deseo, la ambición, y en este sentido, Drop Edge
[Zebulon]
trata de cómo se llenó el gran vacío y lo que la gente hizo con
ese vacío, y cómo lo usaron y lo arreglaron para sentirse seguros,
o hacer su moneda (lit.)
o lo que sea”. Significativo
para ilustrar estas palabras del autor es el episodio de la madre de
Zebulon enfrentada a los compradores de pieles. El resultado de la
gran mayoría de las historias que contiene Zebulon terminan
en muerte. La muerte violenta es el signo de la época que retrata la
novela. Sin embargo, el protagonista es inmune a ella. O puede
decirse que muere en varias ocasiones. Es un personaje que deambula
por el filo de dos mundos sin pertenecer a ninguno de los dos. De
hecho parece estar muerto desde su infancia cuando de niños Hatchet
Jack le ahoga en un río. Y, al contrario de lo que podría parecer
por esa primera relación “fraternal”, que su “hermano” es el
emisario de la muerte, es quien le salva en numerosas ocasiones. O
quien le trae de vuelta del reino de los muertos.
Lo que nos propone Wurlitzer es muy
interesante. Focaliza su narración en un personaje de conducta
reprobable, violento y pendenciero, falto de empatía, nihilista,
egoísta, incrédulo y al que nada de su entorno le importa. Incluso
en el hilo narrativo de su relación con Delilah, a pesar de estar
planteada como un amour fou, irrefrenable
sexualmente, la actitud de Zebulon roza la indiferencia. Está, pero
es como si todo le arrastrase. Su largo viaje(1)
siempre está forzado
por razones externas. Cuando decide despojarse de su “yo” y
convertirse en otro en sus charlas con el periodista, se encuentra
que los hechos de ese ficticio Zebulon determinan las acciones de su
“yo” del que no puede desprenderse. La ficción controlando al
personaje real. El viaje, la vida, entonces, según Wurlitzer, carece
de sentido. Lo único que hace el personaje es enfrentarse a su
entorno geotemporal, a sus circunstancias, como buenamente puede. El
objetivo es sobrevivir. Siempre es ese el objetivo.
(1):
De alguna manera el viaje de Zebulon es inverso al viaje de Nog en la
novela del mismo título.
Nota final: Siempre
he defendido en este blog aquellas novelas que crecen tras su
lectura. Aquellas que abren un panorama de ideas y que nos llevan a
reflexionar sobre lo leído. Zebulon es una de ellas. Wurlitzer
plantea en ella una actitud ante la vida extrema pero coherente con
nuestra condición humana. No se recrea en la sordidez (como hizo
McCarthy en su (para mi sobrevalorada) Meridiano de sangre).
La acepta como un condicionante de la época. En ese sentido se
podría considerar hermanada con Contraluz de Thomas Pynchon,
quien dijo respecto a Nog, la primera novela de Wurlitzer, que
significaba el fin de la “novela chorra” y de que cierto tipo de
reiluminación comenzaba a imponerse. Hermanada porque comparten
espacio y tiempo narrativo y porque ambas van mucho más allá de los
hechos relatados. También porque los dos autores forman parte de una
literatura que no acepta los lugares comunes y que empleando la
formas de contar tradicionales (sea lo que sea eso y sin que suponga
una contradicción) abren nuevos horizontes narrativos.
De todas formas
trayendo a Pynchon aquí no estoy siendo justo, porque estoy
vinculando a través de una coincidencia temática a un autor
destacable en sí mismo por su obra, Wurlitzer, con un agujero negro
que absorbe cuanto le rodea. Ya sabemos que Pynchon además de un
inmenso escritor es un mito viviente que ensombrece a sus
contemporáneos.
Zebulon es una gran
novela que relata el largo viaje de un hombre para no encontrarse
jamás consigo mismo.
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