Dice el narrador de Nog en las
primeras páginas de la novela:
Llego a la conclusión, cuando realmente reflexiono sobre ello, de que me invento buena parte de mis recuerdos —ahora mismo tres, para ser exactos— porque de lo contrario no consigo que me interesen.
Tres recuerdos: el de Nog, el del pulpo
y el de la chica que le impulsa a irse del lugar, supongo.
¿Qué sabemos del narrador? Que tiene
una pensión anual que le permite no trabajar, que mezcla
indiscriminadamente los tiempos verbales, que abandona el pulpo tras
una tormenta en una playa californiana, que ha viajado por todo el
mundo y que quiere ir a Nueva York.
Dejémoslo claro, el narrador no se
llama Nog, ni Lockett, aunque muchos le conocen por esos nombres. A
Nog le surgía una luz amarilla del pecho y Lockett es el elemento
que dispara la acción, la road-movie (¿road-novel?) que en el fondo
es Nog. El narrador es el
narrador y se centra en el presente-pasado de los acontecimientos de
su “viaje”. Lleva un sombrero Stetson y un maletín de médico
pero nada de eso es suyo, ya que pierde todas sus cosas en los
primeros capítulos. ¿Qué es entonces una persona sin nombre, que
nada de lo que posee le pertenece, que no pertenece a ningún lugar y
cuyos recuerdos se limitan a pocas, tres, cosas? Una voz, un testigo,
un observador, un narrador. Es misión del lector analizar qué
quiere decirnos el narrador y qué NO quiere decirnos. No le importa
mostrarse como un personaje cuya motivación principal es el sexo,
pero quiere despistarnos enfocando nuestra atención hacia otras
acciones amorales que van haciendo que avance la historia. Más que
amoral, lo que podría implicar cierta tendencia en su
comportamiento, el narrador se expone como un sujeto arrastrado por
los acontecimientos y cuya actitud ante ellos es de inmensa
indiferencia. Es complicado en estas condiciones analizar al
personaje-narrador. Es más, Wurlitzer hace que sea imposible tal
análisis. Y eso es lo que hace que Nog
sea una novela muy interesante.
Sam
Peckinpah mató a Rudolph Wurlitzer en Pat Garret and Billy the Kid
(la que me parece la menos atractiva de las películas de Peckinpah)
A falta de un actor para una escena de tiroteo accedió a que
Wurlitzer, guionista de la película, interpretase a uno de los
pistoleros que iba a morir.
Dijo Peckinpah:
“Oh,
we’ll get that fucking writer to stand in. Kill the writer. That’ll
be fun. I always like to kill writers.”
Matar al guionista es algo
que, al parecer, le gusta a los directores de cine. Aunque no creo
que Monte Hellman tuviese la misma opinión. Two-Lane Blacktop, la
película que dirigió y que fue interpretada por James Taylor y Dennis Wilson (dos músicos)
acompañados de Warren Oates (actor peckinpahniano) parte de un guión
de Rudolph Wurlitzer. Si habéis visto la película, con su extraño
juego de roles y diálogos inexistentes entre los dos personajes
principales, podéis haceros una idea de como es el mundo narrativo
de Wurlitzer. Podéis entender como en el mundo del autor el destino
de un viaje no tiene importancia, pero el mismo viaje, ese que tanto
nos enaltecía Kavafis, carece a su vez de sentido.
Nada
tiene demasiado sentido. Follar, quizás... pero ni siquiera eso.
No sé,
quizás lo único que tenga sentido en este viaje es la esencia
absurda del mismo viaje. Eso podría ser lo que Wurlitzer nos quiere
decir.
Es una
suerte para nosotros que la editorial Underwood nos indique dónde ha
vuelto a aparecer esta magnífica novela.
Rudy Wurlitzer and Sam Peckinpah on the set of Pat Garrett & Billy the Kid (Everett Collection)
Ya a
título personal, la verdad es que me siento muy identificado con la
forma de escribir de Wurlitzer, me siento muy cercano a sus métodos.
Si tengo que ser sincero hay mucho de Wurlitzer en mis novelas,
aunque hasta ahora no había podido leerlo. Al igual que ocurrió con
La hora del lobo de Bergman,
debo reconocer la influencia fantasma de Nog
en Constatación brutal del presente.
Lo cual me lleva al misterio fundamental: ¿Cómo es posible que me
influyan obras que no he leído ni visto?
¿La
respuesta está en el viento? Bah, no.
(Fragmento
de la traducción de Rubén Martín Giráldez para Ed. Underwood)
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