18/12/13

Crash, de J.G. Ballard

Esta novela de Ballard me ha servido para descubrir un nuevo término, no a través de la novela, sino por medio de las notas encontradas en la red. Un término que, por cierto, no recoge la RAE:
Sinforofilia: del Griego symphora, desastre, y philia. Parafilia en la cual la excitación sexual gira alrededor de observar o incluso representar un desastre, tal como un incendio o un accidente de tránsito.

Esto lo descubro justo ahora, al empezar a escribir esta reseña que iba a titularse “Mi problema con Ballard”

El problema es: interesándome lo que cuenta, me aburre cómo lo cuenta.
(Me ha ocurrido con otras novelas del autor)

Dice Ballard: 

Frente a estas transformaciones, ¿cuál es la tarea del escritor? ¿Puede seguir utilizando las técnicas y perspectivas de la novela del siglo XIX, la narrativa lineal, la mesurada cronología, los personajes representativos fastuosamente instalados en un tiempo y un espacio amplios? ¿El tema principal puede seguir siendo las fuentes pretéritas de un carácter o una personalidad, la lenta inspección de las raíces, el examen de los matices más sutiles pueden encontrarse en el mundo del comportamiento social y las relaciones humanas? ¿Posee aún el escritor autoridad moral suficiente para inventar un universo autónomo y cerrado en sí mismo, manejando a sus personajes como un inquisidor que conoce de antemano todas las preguntas? ¿Tiene derecho a dejar de lado lo que prefiere no entender, incluyendo sus motivos y prejuicios, y su propia psicopatología?

Entiendo que el papel, la autoridad y la libertad misma del escritor han cambiado radicalmente. Estoy convencido de que en cierto sentido el escritor ya no sabe nada. No hay en él una actitud moral. Al lector sólo puede ofrecerle el contenido de su propia mente, una serie de opciones y alternativas imaginarias. El papel del escritor es hoy el del hombre de ciencia, en un safari o en el laboratorio, enfrentado a un terreno o tema absolutamente desconocidos. Todo lo que puede hacer es esbozar varias hipótesis y confrontarlas con los hechos.
Crash es un libro de ese tipo, una metáfora extrema para una situación extrema, un conjunto de medidas desesperadas a las que sólo se recurrirá en caso de emergencia. Si no me equivoco, y si lo que he hecho en estos últimos años es intentar redescubrir el presente, Crash es una novela apocalíptica de hoy que continúa la serie iniciada por otros libros míos en los que imaginaba un cataclismo mundial en un futuro cercano o inmediato: El mundo sumergido, La sequía y El mundo de cristal.
(…)
A lo largo de Crash he tratado el automóvil no sólo como una metáfora total de la vida del hombre en la sociedad contemporánea. En este sentido la novela tiene una intención política completamente separada del contenido sexual, pero aún así prefiero pensar que Crash es la primera novela pornográfica basada en la tecnología. En cierto sentido, la pornografía es la forma narrativa más interesante políticamente, pues muestra cómo nos manipulamos y explotamos los unos a los otros de la manera más compulsiva y despiadada.
Por supuesto, la función última de Crash es admonitoria, una advertencia contra ese dominio de fulgores estridentes, erótico y brutal, que nos hace señas, llamándonos cada vez con mayor persuasión desde las orillas del paisaje tecnológico.


No sé… se me hace extraño asumir estas interesantes premisas a la vista del resultado de la novela. Es, ciertamente, una novela pornográfica basada en la tecnología, pero como todo artefacto pornográfico acaba siendo aburrido por repetición. No es mojigatería. Tanto las descripciones de las autopistas saturadas como la de los excesos carnales a los que se entregan los personajes acaban siendo aburridos porque de hecho se refieren, a pesar de las variaciones, a la descripción de un mismo hecho a lo largo de innumerables páginas. lo cual me lleva a hacerme una (otra) pregunta (y luego algunas más):
¿Pretendía Ballard escandalizar a la sociedad de 1973?  Y si fuera así, ¿no demuestra Crash hoy en día la relatividad de lo “escandaloso” y la forma en que todo aquel elemento fuente de controversia y obsceno acaba siendo asumido por la misma sociedad a la que pretendía perturbar?
Así Crash es HOY una curiosidad narrativa con más interés antropológico-social que literario. Poco más. Sobre todo teniendo en cuenta que Ballard primaba los temas sobre el estilo.

Lo que no me queda claro es la última frase del prólogo de Ballard, eso de que “la función última de Crash es admonitoria, una advertencia contra ese dominio de fulgores estridentes, erótico y brutal, que nos hace señas, llamándonos cada vez con mayor persuasión desde las orillas del paisaje tecnológico”, ya que no parece haber moraleja en la historia que nos cuenta Ballard. ¿Debería haberla? En el fondo no deja de ser una historia, contada ya muchas veces, sobre el exceso y sobre la falta de determinación de la burguesía, que ve en cada acto que considera deplorable social y moralmente una forma de autoafirmación de clase. Los “tarados” (también en el doble aspecto social y moral) no pueden controlar los juegos a los que se entregan de forma lúdica, displicente y engreída la clase social media-alta. 




P: ¿Se puede escribir una reseña de la novela de Ballard sin mencionar la película de Cronenberg?
R: Sí

(Sin embargo me parece más atractivo cómo Cronenberg llevó el tema planteado por Ballard a su teoría sobre la Nueva Carne)

1 comentario:

mankacen dijo...

Estimado:

No he leído Crash. Solo ví la película. Cocincido en general con lo que planteas: he leído "La Sequía" y sus premisas e historia son muy interesantes... pero la leí en castellano.
Caundo hablas de los libros de Ballard, ¿lo haces desde la apreciaciación a través de una traducción o los leíste en inglés?
Estoy seguro de que si no mejora radicalmente, es muy probable que a través de las traducciones nos estemos perdiendo justamente un montón de riquezas formales a lo no leer a Ballard en inglés.
Atte.,

Alejandro