22/11/13

Tras el hombre de negro, un paseo-relato de Javier Avilés

Rescato este texto publicado en la desaparecida revista Mamajuana donde (según decían ellos) "Javier Avilés, o su innominado narrador, busca en vano a Nacho Vegas por Gijón. Por el camino, nos deja este relato".

«Carson McCullers dijo de sus historias: “Todo lo que he escrito me ha sucedido o me sucederá”. Con las canciones pasa algo parecido. Hay veces que escribes cosas sin saber muy bien por qué lo haces y luego al final resultan premonitorias de alguna manera».

TRAS EL HOMBRE DE NEGRO


El cronista desciende del tren y abandona la estación de la ciudad que jamás duerme la siesta. Se detiene en lo alto de las escaleras y contempla tres calles que parecen converger en la esquina que domina la estación y una cuarta que recoge el tráfico de las otras mandándolo en una dirección ignota. Por primera vez en su vida se siente desnortado. No desorientado, simplemente ha perdido el norte. Y eso puede ser grave, puede anular las pocas pistas que tiene. «Y si vais a buscarme hacedlo allí, en cierto lugar, a mil millas o más, al norte de mí». El cronista no sabe aún, mientras intenta, mirando el cielo encapotado, encontrar inútilmente un punto cardinal, que tiene el mar a sus espaldas. Eso le hubiese servido esta mañana, antes de coger el tren. Pero tampoco sabe que, al mismo tiempo, tiene el mar a su izquierda. Comprobará ese hecho, cuando huyendo de la persistente lluvia vespertina busque resguardo en los soportales de la Plaza Mayor, y dando la espalda al mar se encuentre con él de frente. El mar como constante en todas direcciones, límite recurrente y generador. Pero si en todas direcciones se encuentra el mar, se preguntará el cronista, cómo seguiré las indicaciones. «Al llegar al puerto subes por el barrio pescador, dejas a tu izquierda aguas sucias bajo el sol. Y sobre tu cabeza chillan, dando vueltas, gaviotas que te guiaran». Ya sabemos que nunca lo encontrará, él todavía no lo sabe. Le parece vislumbrar al hombre de negro entre el gentío que deambula en todas direcciones como si estuvieran en un enloquecido hormiguero. El cronista viene de una ciudad cartesiana, que alardea de su sensatez y su sentido práctico, una ciudad de paralelas y perpendiculares extendiéndose en todas direcciones, en las que abajo te lleva al mar desde la montaña y en la que todo es funcional y preciso y de una cordura que roza con la frialdad. Pero la ciudad a la que acaba de llegar tiene sus propias leyes geométricas. Las calles que parecen paralelas acaban confluyendo en plazas o en otras calles que las intersecan en ángulos imposibles y dotan a las paralelas de puntos comunes. Otras se curvan imperceptiblemente y te devuelven al lugar de origen. Hay callejones que en la ciudad del cronista nadie transitaría, pero aquí son puertas que te llevan a puntos distantes o hacen que camines, sin percibirlo, en direcciones opuestas. Empieza a perseguir al hombre de negro sin sospechar que jamás llegará a alcanzarlo. Sigue el rastro del que camina indiferente con las manos en los bolsillos y un cigarrillo consumiéndose en sus labios. A pesar de su aparente indolencia el hombre de negro tiene un destino al que se encamina con determinación y seguridad. El cronista empieza a seguirlo, pero pronto pierde el rastro. Perdido en una geometría a la que no está acostumbrado y a la que, él no lo sabrá, no se habituaría nunca, el cronista gira y gira sobre sus pasos, sigue calles que terminan abruptamente, callejones que le elevan a cerros azotados por el viento, a paseos junto al mar puntuados por escaleras, y a confluencias y confluencias de calles que parecía que jamás podrían coincidir. Como si una mano gigantesca hubiese doblado la ciudad, comprimiéndola como una hoja de papel. Y el mar, y el mar, y el mar. El mar en todas direcciones. Coge el mapa con el que intentaba orientarse y forma con él una bola que patea con rabia. El cronista empieza a entender que la ciudad, su forma de laberinto imprevisto, su inconsistencia dedálica, es fundamental para entender al hombre de negro. Recuerda la canción: «Desde La Lloca hasta El Musel te busqué y no te encontraba, y cuando nos vimos las caras me buscabas tú también». Entonces el cronista, un ingenuo extranjero recién llegado, intentará buscar al hombre de negro caminando desde La Lloca hasta El Musel (¡¿por qué?! Nadie va hasta El Musel) trazando en su impericia una enorme W junto a la orilla del mar. Si tuviese ese mapa que desechó por impenetrable, se daría cuenta de que la W es uno de los infinitos caminos posibles desde La Lloca al Musel, todos igual de eficaces en tiempo y distancia, incluso más, que el escogido por el inocente viajero. Aunque dibujase todas las letras del abecedario sobre el mapa de Gijón, jamás lograría coincidir en algún punto de la ciudad con el hombre de negro. Decide abandonar. Se sienta en un bar, pide una cerveza. Un hombre se acerca a él y le susurra mientras le pasa un papel doblado, «Intenta cantar esto». Lee:

Fue aquella gitana que nos leyó el porvenir, dijo «uno es el asesino y el otro el que va a morir». Y salimos de allí y me mirarte asustada y el miedo sonó en tu voz: «antes de que tú me mates, prefiero matarme yo». Y emprendiste así tu huida y yo corrí a mi habitación y mezclé en una cuchara el polvo blanco y el marrón. Y con la sangre aún resbalando te llamé desde ese hotel: «Por favor, entiende que algo no funciona en mí muy bien». Y al otro lado te oí llorar y yo seguí y no colgué, y me suplicaste: «Déjame de una vez, déjame de una vez». Y tus párpados cayendo se me antojan guillotinas, y te observaré durmiendo y me pondré a susurrar: «nuestras almas no conocen el reposo vida mía, pero si hay algo que es cierto es que te quiero un mundo entero con su belleza y su fealdad. ¿Por qué no puedes aceptar que esto no se trata más  que, amor mío, de morir o de matar, de morir o matar?».


Eso es literatura. Ese tipo de narración, retorcida y bella y cruel al mismo tiempo, sólo es posible si uno ha pisado durante toda su vida las calles de Gijón. El cronista sabe, siempre lo ha sabido, que iba a fracasar. Hay cosas revueltas que dan vueltas dentro de él, se recuerda desde su ventana mirando un ciclista pasar y las ropas que cubrían su piel han tornado desnudez, aquí, en una ciudad costera donde la mar era gris y la lluvia eterna, y una lluvia muy fina golpea su cara, resbala en su piel y a la vez se ilumina un cartel ofreciéndole libertad y sordidez, se siente como si hubiese comenzado a jugar a un sagrado juego sin saber lo que había que hacer y las niñas van cantando y el hombre de negro dice «Muy bien», puede que sea hora de entrar ya en razón y llegar a comprender que dentro de este horror no hay literatura, no, se rió, ja, ja, ja, había perdido el control, empezaba a tener miedo de su propia vida y sabía que lo tendría toda la puta vida, y se dice, ya no sé si con esta lluvia eterna no me habré acostumbrado a la humedad, y así se empieza, culpando a la humedad, el cronista ha empezado a sentir el dulce aliento y la cálida voz que susurra: «Ven, fóllame», pero en ningún caso él entendió una palabra, así que trazó su magno plan y vio a un anciano morir, y le robó su dentadura postiza para brindarnos una enorme sonrisa. El cronista nada como un pez en un mar de mediocridad. Parece ser que fracasó y no dirá la verdad. La mujer del tiempo anuncia un huracán, y él le grita al televisor no me iré, resistiré, guárdate todos tus consejos porque yo ya estuve allí. Y cuando el huracán de noche lo arrasó todo, sólo le quedó su perplejidad y los arrestos suficientes para comprar un billete de vuelta a su ciudad lineal. 


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya lo he leído. Muy bueno, sobre todo el último párrafo y la forma en que mezclaste tantas canciones del gran NV.

Señor S. dijo...

Ídem (quiero decir: muy bueno)

Con su permiso, lo enlazo (a decir verdad, ya lo he enlazado XD)

Portnoy dijo...

Gracias, compañeros.

Anónimo dijo...

Genial. Dan aún más ganas de pasear por Gijón. El hombre de negro de Johnny lo tenía que haber versionado él.
Cometiste un error: se te olvidó buscar Cerca del cielo, es donde suelen ir los seres superiores a reflexionar, desde ahí tienen una visión más global de lo bello y cruel de la humanidad, lo que les permite contarnos tantas magníficas historias ^^