16/12/12

Menos joven, de Rubén Martín Giráldez


Lo primero que os chocará es que contrariamente a la costumbre de este blog, cuando se habla del autor de Menos joven se le mencione como Rubén en lugar de Martín, o Martín Giráldez, o Rubén Martín Giráldez o RMG. Si dejamos aparte que el corrector de Word se empeña en cambiar su apellido a “Giradles”, la verdadera razón es que Rubén es mi amigo. Esto debería disparar todas vuestras alarmas y, entended la contradicción a la que me enfrento, sería un error, porque Menos joven está destinada a convertirse en una de las grandes novelas españolas del 2013. O del 2012. O de la década.
Si exagero o no tendréis que decidirlo tras leer la novela.

Pongámonos en situación. En un futuro sin electricidad el concurso radiofónico El peinado de Calígula (un entretenimiento antiguo en tiempos modernos) es todo un acontecimiento. La retrasmisión, dedicada al público infantil, relata la odisea del concursante, en nuestro caso Bogdano, dispuesto a exterminar a sus ídolos culturales. Todos, público infantil asistente, concursante y locutor, van montados a caballo (Introduzca aquí una exclamación tipo “WTF!”) La peculiaridad de Bogdano es que ha sido educado “híbridamente” por su padre, quien escondía obras de dudosa calidad literaria bajo las tapas de clásicos de la narrativa. Bogdano cree leer a Dickens cuando en realidad está leyendo un best-seller de 1970. Lo mismo le ocurre con las películas en VHS cuyas carátulas, de indiscutibles clásicos, no coinciden con la película visionada por Bogdano, generalmente una de serie-B. ¿Es esto un spoiler? Obviamente si lo hubiese sido lo habría anunciado antes de explicarlo y no es estrictamente un spoiler porque se desvela en las primeras páginas de la novela y porque esta desbaratada circunstancia que nos plantea Rubén no es estrictamente el núcleo de la novela. Es una muestra de su ingenio alambicado.

En realidad de lo que trata Menos joven es de matar al padre, esa particular consecuencia del freudiano complejo de Edipo. Uno no entiende a Nabokov y su discrepancia con el psicoanálisis hasta que no escribe ridiculeces como que ese complejo nace en la etapa fálica… matar al padre con el falo no es una imagen muy edificante… de hecho es una imagen que hubiese preferido no haber tenido y mucho menos explicado… en cierta manera creo que me he contagiado con esa forma de narrar, llena de relaciones y referencias, tan particular de Rubén a la que ya dio rienda suelta en Thomas Pynchon: Un escritor sin orificios.
Volvamos y refrenémonos. La muerte del padre no debe entenderse literalmente. Debe interpretarse como un ajuste de cuentas con la Cultura o con quienes manejan la Cultura, si bien en el caso de Bogdano se superponen la figura del padre con la del mentor cultural. Su participación en el concurso El peinado de Calígula (un programa de caza de seres para toda la familia) forma parte de su venganza contra la arbitrariedad cultural (y nótese las posibles acepciones de arbitrariedad, tanto de proceder contrario a la razón, como de elemento surgido del juicio de un arbitro) tras ser consciente del engaño general al que le condujo la particular educación de su padre.

En cuanto comprendió que debía poner en duda todos los datos con que contaba en relación al mundo, Bogdano hizo lo que habría hecho cualquiera en su lugar: esperó con paciencia la llegada de una enfermedad lo suficientemente larga como para proporcionarle el tiempo y la oportunidad de iniciar un programa de lecturas total. Ése es el cometido, el principal papel de las enfermedades graves en Occidente: sirven para que los malogrados reparen sus estudios y den la espalda a lagunas vergonzosas de ¿debo decir conocimiento o desconocimiento? Las epidemias también son útiles para combatir un poco de ignorancia día a día. En general, un estúpido muerto es un estúpido menos.
  
Pero hay que tener mucho cuidado con esa confusión intelectual que envuelve a Bogdano y sus actos. Todo cuanto se narrá en Menos joven nos viene trasmitido por un narrador, el locutor del concurso radiofónico, del que, verdaderamente, no me fío en absoluto. ¿Siente algún aprecio por Bogdano o piensa de él que sería mejor que estuviese muerto para reducir el número de estúpidos? Es decir, este concurso que consiste en liquidar a nuestros ídolos culturales, ¿es un nuevo fenómeno cultural?, ¿podemos librarnos de nuestro bagaje cultural e iniciar un nuevo camino que esté libre de consideraciones previas y cánones establecidos?, ¿somos libres en lo que respecta a la Cultura o meros continuadores de una tradición impostada? De ahí el tono irónico y sarcástico con que el locutor se dirige a su audiencia infantil, a fin de cuentas a nosotros los lectores, que implica un descreimiento total en todo aquello que nos cuenta, en los motivos de la desarticulación de la Cultura y sus insignificantes consecuencias. Un narrador mesiánico e infidente de endiabladas frases con ocultas referencias que nos invita a cabalgar detrás del concursante sin dejar que nos detengamos a respirar. No tanto el iracundo narrador de Thomas Pynchon: Un escritor sin orificios, pero sí con su mismo aire cínico y descreído que nos lleva a replantearnos muchas cosas.
Entre ellas, la más importante quizás, es qué es lo que entendemos como Cultura y de nuestra incapacidad de librarnos de todos sus aspectos, de los sublimes, sí, que nos disminuyen, pero también de los más populares, denigrados algunos, denigrantes otros.

Webern le acaba de confirmar algo que ya sabía: que sólo en el momento en que se detenga la producción de libros tendrá Bogdano una oportunidad de darle alcance al pensamiento. Es decir, únicamente después de muerto, y sólo después de dar decenas de miles de pasos una vez muerto, logrará salir de su infancia o de su estolidez, pongámosle el nombre que más nos consuele.

Debemos seguir cabalgando. Pero ahora lo podemos hacer enarbolando el libro de Rubén, su endiablado, inteligente e irónico ensayo-narración (o-lo-que-sea, híbrido en todo caso) sobre nuestra incapacidad de acabar con la Cultura.



Los fragmentos pertenecen a la edición de Jekyll & Jill de Menos joven, de Rubén Martín Giráldez.

Editado al día siguiente: 
Emocionado por la contundencia del texto, olvidé mencionar la cuidadísima edición de Jekyll & Jill, que incluyen una falsa portada, diseñada por Alfonso Rodríguez Barrera a la del texto original, La coiffure de Caligula, traducido por Jessica Aliaga Lavrijsen, y las (OMG!) calcomanías ilustradas por David Cauquil, para que adornes tus biceps (o tus nalgas) con los ídolos de Bogdano. Mención especial para Irene García Virgili e Inga Pellisa, que sin duda serán nominadas a los oscar por su labor en vestuario, peluquería y decorados.

4 comentarios:

Jekyll and Jill dijo...

Estamos encasillados a lo Benny Hill

Portnoy dijo...

Es el maldito corrector. Lo escribí bien y se fue con Giradles.
Lo siento.
:-)
Corregido

Anónimo dijo...

Sí, exageras. Y mucho.

Anónimo dijo...

Si fuera una de las mejores novelas del año sería de una cosecha definitivamente pobre. Paupérrima.
Y lo de la década es tan excesivo que da risa.