23/12/12

Cosas sobre las que no he escrito este 2012


1.- Vida y época de Michael K., de J. M. Coetzee

Leyendo Los pobres, de William T. Vollmann, no podía dejar de recordar esta descarnada novela de Coetzee. Creo que en los dos casos los autores llegan a la misma conclusión, es inmoral, desde nuestra perspectiva tanto de autores como de lectores, narrativizar la pobreza. Ya comenté como Vollmann acaba enfocando el problema.
Coetzee, ya casi hacia el final de la novela, recurre a un narrador que ha estado presente con anterioridad sin que fuésemos conscientes. Es una muestra más del rechazo frontal al narrador omnisciente que está presente en todas las novelas de Coetzee. Los hechos, según Coetzee, deben siempre estar narrados por alguien. De ahí Elisabeth Costello, por ejemplo. Pero en Vida y época de Michael K., la aparición del narrador desvirtúa un poco el resto de la historia. Ya no es la desgraciada-resignada vida de renuncia de una persona sin objetivos. Es nuestra mirada morbosa enfocada sobre el miserable.
Quizás por eso no escribí nada sobre la novela. De alguna manera Coetzee despertó mi sentimiento de culpa.


2.- La fortaleza de la soledad, de Jonathan Lethem

Todavía no entiendo porque no llegué a reseñar esta novela. En algún momento de la lectura, mientras su tiempo interno transcurría en la sucesión de grupos de pop-rock y descripción de (aquello que se dio en llamar) tribus urbanas, sentía, a pesar de un océano de por medio y algunos años de retraso, que La fortaleza de la soledad podía estar hablando de mí. Pero al mismo tiempo que lo hacía de un modo imperfecto, no adecuado a las circunstancias narrativas, quizás porque lo que yo quería no era tanto un repaso musical a la historia sino un relato de superhéroes, es decir, aquello que nunca fuimos.
La fortaleza de la soledad me pareció una excelente y entretenida novela. Quizás lo que ocurre es que no me gusta hablar de mí mismo.


3.- El mapa y el territorio, de Michel Houellebecq

Primero hablé mal de Houellebecq, por incluirse en la narración, después pedí disculpas y finalmente acepté que El mapa y el territorio es una puta obra maestra.
Sin embargo al intentar escribir la reseña solo aparecía una palabra que bloqueaba el resto. HIPERREALISMO.
Porque por una parte está Jed Martin y sus retratos de famosos, que inició su periplo artístico con una exposición de cuadros basados en mapas de carreteras. Transforma el mapa, una representación funcional de la realidad, en el verdadero territorio. Y por otra el propio Houellebecq, que hace de sí mismo un retrato desmesurado y agónico al que sigue su propia desaparición (un juego sin importancia) en la vida real.
El mapa y el territorio es una novela hiperrealista y, por tanto, lo único que podemos hacer es admirarnos mientras la contemplamos mientras nos debemos repetir, como un mantra, “es una ficción, es una ficción”
Hablar de El mapa y el territorio es redundante.

4.- Trece relatos y trece epitafios, de William T. Vollmann

Decepcionado. Aunque reconozco que se trata de un texto interesante mi error consistió en leerla tras Los pobres y Europa Central.
De todas formas empiezo a preguntarme si no tengo un problema con los novelistas estadounidenses cuando afrontan relatos. O será, sencillamente, que tengo un problema con los relatos. No sé. Pero creo que los dos batacazos más importantes que me he dado este año, por las expectativas depositadas en ellos han sido En el corazón del corazón del país, de William Gass y estos Trece relatos de Vollmann.
Aunque debo admitir que los relatos de Gass resurgen en mi memoria, lo cual quiere decir que dejaron un importante poso que no supe reconocer.
Es decir, que tengo un problema a la hora de apreciar los libros de relatos.


5.- Nuestro amigo común, de Charles Dickens.

En este caso es muy sencillo. El placer de leer esta extensa, divertida, trágica y tramposa novela, la última publicada en vida de Dickens y realizada (incluso improvisada) por entregas, es tan intenso que sobra todo tipo de comentarios.
Lean a Dickens. Lean TODO Dickens.
Después podremos hablar de literatura.


6.- La ciudad y la ciudad, de China Miéville

Digamos en principio que esta es una novela negra. Pero las peculiares condiciones en que se desarrolla hacen que se la califique de novela de ciencia-ficción, incluso perteneciente al género fantástico.
Es una novela rotunda.
Creo que con el tiempo alguien se dará cuenta que la barrera de los géneros está rota. Y no se tratará solo de aceptar que grandes narradores utilicen recursos de géneros comúnmente relegados al campo de lo “popular” (véase Nabokov, Pynchon, Rushdie, Fresán, Lethem, Chabon…) sino de aceptar de una vez por todas que en ese deleznado campo (incluso segregado en la mayoría de las librerías) existen autores que deberían estar reconocidos por sus textos y no por los géneros a los que se les confina.
No hay duda que China Miéville es uno de ellos.
Una narrativa potente, la imposibilidad de clasificar sus novelas, el poso social, incluso de rebelión social, siempre latente en sus textos, la legibilidad (sí, legibilidad; no únicamente se deben apreciar los textos por su dificultad) y el inevitable pesimismo que arrastran casi todos su personajes.
Pero no es por eso por lo que no escribí la reseña de La ciudad y la ciudad. Los que han leído la novela entenderán que sólo es posible hablar de ella con el tácito acuerdo de saber que partes de la reseña pertenecen a una parte y a la otra, leer y desleer convenientemente, pasar al otro lado y saber lo que podemos ver y desver del resto de la reseña. Para eso los lectores de la reseña deberían haber vivido una larga temporada en la ciudad o en la ciudad.
Recomiendo todas las novelas que he leído de Miéville, no necesariamente en este orden: El Rey Rata, La Estación de la Calle Perdido, La Cicatriz, El consejo de hierro y La ciudad y la ciudad.

5 comentarios:

David Pérez Vega dijo...

Hola Javier:

Creo que con esta interesante entrada me has dado algunas ideas para nuevas lecturas en 2013.

Pasa unas buenas fiestas.

David

Anónimo dijo...

Houllebec es un maestro, un próximo premio Nobel. China Mieville no sé, no he leido nada...He leido por ahi que es un facha de izquierdas, un nostalgico del comunismo...Ufff, me repatean los escritores que usan la literatura para venderte cualquier mierda ideologica...

Sergio dijo...

A Houellebecq lo tengo releído(toda su obra) así que de lo que apuntas me voy a quedar con Lethem(si bien yo quisiera superhéroes también) y a seguir con Dickens para hablar de literatura. Pero bueno, que a Dickens lo he leído. No todo. Si encandiló a Nabokov...

Anónimo dijo...

¿Qué es narrativizar?

Molina de Tirso dijo...

Yo también tuve que descubrirme ante "El mapa y el territorio" a pesar de que no había podido con Las partículas elementales (demasiado detalle banal, pensé, para tantísimas páginas)

Y gracias por descubrirme a algún autor, en especial a William Gaddis. Saludos