No hay ninguna imagen de Elena Konstantinovskaya, ninguna
referencia aparte de su relación con Shostakóvich. Repasemos las películas que
Roman Karmen rodó durante la guerra civil española. ¡Ahí, justo ahí! ¿La has
visto? Esa era Elena Konstantinovskaya.
O quizás, sea mejor escuchar las sinfonías de Shostakóvich.
Ahí también está Elena. La sombra de Elena Konstantinovskaya recorre toda la
obra del compositor.
Todos los personajes que aparecen en la novela de Vollmann
se corresponden con personas que tienen un hueco en la historia. Incluso Elena
Konstantinovskaya. Pero la ausencia de mayor información sobre su persona le confiere
un aire etéreo e indefinido, como un leiv-motiv musical, al igual que la
mutable entidad de esa zona geográfica, entre Berlín y Moscú, que Vollmann
denomina Europa Central.
La tensión entre Berlín y Moscú determina la política de la
zona que separa las dos ciudades: La destrucción, la guerra, el totalitarismo y
el horror. “Nosotros tenemos una Madre Patria y ellos tienen un Padre Patria. Su
hijo es Europa Central”, dice un personaje de Vollmann. Pero también recuerda
el autor un discurso de Adenauer: “Berlín es el cerebro. Rusia el subconsciente
colectivo”
El único nexo de unión en esa zona convulsa por la guerra
parece ser el arte. No en vano casi al inicio Vollmann introduce a Käthe
Kollwitz y sus cuadros, expuestos también en museos soviéticos, y centra la
narración de Europa Central en Shostakóvich, en la composición de su música y
de cómo esta, de alguna manera, le salva de arbitrariedad represora o, en todo
caso, le permite sobrevivir, al mismo tiempo que rompe (paradójicamente para
Vollmann) todo tipo de fronteras:
"(…) porque el Opus 110 no es una progresión, sólo una cárcel,
y el prisionero (cierto D.D. Shostakóvich) ya ha completado el circuito de los
muros hasta volver al punto de partida. Está en el centro del mundo, compréndase.
(El centro del mundo es Leningrado, que es Stalingrado, que es Auschwitz) Todos
los lugares llevan allí"
Lo destacable de Vollmann como novelista es su capacidad
para construir desde planteamientos narrativos quizás no estrictamente
literarios, el periodístico en Los pobres, el ensayo histórico en Europa
Central, obras de una gran fuerza narrativa. Aquí me veo tentado a mencionar la
hibridación de géneros, pero creo que es un concepto, aparte de gastado por su
uso generalizado, que no acaba de definir lo que Vollmann hace. Europa Central
es un mosaico histórico focalizado en una serie de personajes relevantes y es
tanto un estricto ensayo histórico, en el que la mayoría de los datos, e
incluso frases y gestos, está perfectamente documentado, como una novela, y por
tanto partícipe de la ficción, en la que la construcción de los personajes, la
intensidad de sus emociones y el dramatismo de los hechos son fundamentales.
Vollmann es, al mismo tiempo que permite que sus personajes tengan las características
de los entes de ficción, estricto con los hechos históricos.
Dice Vollmann: “el objetivo era escribir una serie de parábolas
sobre actores morales europeos famosos, infames y anónimos en momentos
decisivos”
“La ecuación moral del estalinismo con el hitlerismo no es
nada nuevo. Vassili Grossman fue el primero en apuntar en esa teoría, y quien
mejor lo ha hecho, con su novela Vida y destino. Aquí no es más que un punto de
partida”
Y no es más que un punto de partida porque lo que en
Grossman era una ficción en un entorno histórico en Vollmann se convierte en
algo más complicado de definir. Y en ese punto de partida es de destacar
algunos de los narradores que emplea, dejando aparte al objetivo omnisciente,
que es el que predomina, sobre todo ese narrador plural cuando quiere ponernos
en el punto de vista del nazismo, y al agente del NKVD que nos propone una visión
siniestra de la vida bajo el stalinismo. Por esos detalles que apuntan a cierta
complejidad narrativa hace difícil definir Europa Central. Pero no necesitamos
ningún tipo de definición para disfrutar de un documento imprescindible como
esta novela.
Me odio cuando termino un post con una frase como esa. No
voy a decir que nos deba gustar Vollmann como si el hecho de ser estadounidense
inmediatamente sublimase cualquier cosa que hiciese. Tampoco que sea absolutamente
original. Pero también me odio cuando empiezo a justificarme. Me parece que
leer a Vollmann, el hecho de hacerlo, es lo suficientemente satisfactorio como
para recomendarlo.
2 comentarios:
uf, Port, eres el lector TOTAL, te admiro mucho...
Vale, sí, me lo voy a leer; a pesar del centrifugado. ¡Uf!
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