29/10/12

El caballo de Turín, de Béla Tarr (y II)


El caballo de Turín y la tercera ley de la termodinámica

A grandes rasgos del tercer principio de la termodinámica se desprende que en el cero absoluto la entropía alcanza un valor mínimo y constante, es decir que en ese estado los procesos físicos dejan de ocurrir. La entropía es irreversible en un sistema termodinámico y siempre crece en los sistemas que ocurran de forma natural. De alguna manera se puede considerar que la muerte del universo la determina la flecha del tiempo que determina la entropía hasta un estado en el que es imposible que ocurra cualquier fenómeno físico.
El caballo de Turín se inicia relatando una anécdota en torno a Nietzsche.
Según el guión, firmado por Béla Tarr y László Krasznahorkai, las últimas palabras que pronunció el filósofo, poco después del incidente con el caballo que alteró su frágil estado mental, fueron “Madre, soy un estúpido
Y el personaje que aparece aproximadamente hacia la mitad de la película, en su soliloquio viene a decir lo siguiente:

"Ellos se detuvieron aquí desconcertados, pero no resignados. Hasta que algo despertó en sus cerebros y finalmente los iluminó. Y todos a la vez se dieron cuenta que no hay ni Dios o Dioses. Todos a la vez vieron que no hay ni bien ni mal. ¡Entonces todos vieron y entendieron que si esto era así, entonces ellos mismos ni siquiera existían!"

Soy un estúpido, se dijo el filósofo después de intentar evitar la paliza al caballo, quizás porque comprendió las consecuencias de sus ideas. Ni siquiera existimos. Y si no existimos, y si todo es simplemente un proceso físico irreversible, entonces el caballo es clarividente.

En la película un día el caballo deja de moverse. Es el único que puede ver la situación en toda su magnitud.

La película se desarrolla en seis días, durante los cuales contemplamos la rutina repetitiva de unos campesinos, un padre, con un brazo paralizado, y su hija, que debe ayudarle. Vemos como quitan los arreos al caballo, comen pelándolas con las manos, una patata cocida cada uno. La hija ayuda a vestirse y desvestirse a su padre. Duermen, se levantan, la hija se abriga y sale a buscar agua, ayuda a su padre a vestirse, beben un aguardiente (creo), el padre dos vasos, la hija uno. Preparan el caballo. Este se niega a moverse. Le quitan los arreos. La hija ayuda a cambiarse de ropa al padre. Cuece las dos patatas. Comen…
En el exterior sopla un fuerte viento permanentemente.
Tarr invierte la fábula cristiana de la creación del mundo. En los seis días vemos como todo va desapareciendo. La inmovilidad del caballo es el primer síntoma. Lo hechos que suceden después podrían simbolizar un proceso de des-creación.

Obviamente el principio será el final:
"En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas"


Pero lo que me llama la atención es que ese proceso de inversión de la creación, su puesta en escena, coincide con la flecha del tiempo determinada por la entropía y su inevitable final, un universo en el que no ocurre ningún proceso físico, a la misma temperatura, sumido completamente en la oscuridad.

El hombre intenta encender la lámpara, pero la ignición del combustible no tiene lugar. Se han detenido los procesos físicos. No queda nada.

La física, los principios de la Termodinámica, actúan oponiéndose a Dios.
Y el primero en darse cuenta de esa deriva hacia el estado de entropía máxima es el caballo.

El caballo no quiere moverse porque

6 comentarios:

Vero dijo...

...por instinto puede presentir que no hay adónde ir. No es necesario comprobarlo físicamente, como para ellos, que intentan atravesar la desolación de ese paisaje arrasado, cuando se seca el pozo. La primera vez que la vi salí abrumada por la monotonía, la segunda presté más atención a las variaciones en la rutina. Los días son todos diferentes y cada uno trae algo nuevo que les socava el espíritu. Dice Tarr: "Lo que quise fue mostrar una visión muy simple y pura de la vida. Nuestra vida se construye día a día y, pese a la rutina, siempre es distinta; conforme pasa el tiempo nos vamos haciendo más débiles hasta desaparecer. No tiene que ver con una posición fatalista, es algo irremediable y que se presenta de una manera lenta y silenciosa."

Portnoy dijo...

irremediable como un proceso físico, Vero

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Me recuerda el tema de la inacción de Hamlet, según dice Bloom que dice -oh- Nietzsche: "... En este sentido el hombre dionisíaco se parece a Hamlet: ambos han mirado una vez verdaderamente la esencia de las cosas, han ganado el conocimiento, y la náusea inhibe la acción; pues su acción no podría cambiar nada en la naturaleza eterna de las cosas; sientes que es ridículo o humillante que se les pida que enderecen un mundo que está desquiciado. El conocimiento mata la acción; la acción requiere los velos de la ilusión: esa es la doctrina de Hamlet... No la reflexión, no: el verdadero conocimiento, una visión de la horrible verdad, pesa más que todo motivo para la acción..."

Ezra dijo...

Existe un cuento que quizá no tenga que ver con la película de la cual se trata, pero sí que tiene que ver con el aumento de la entropía en el universo: La Última Pregunta de Isaac Asimov. Puede que resuelva la duda de lo que ocurrirá después de que todo se detenga.

Portnoy dijo...

Gracias por la corrección y por tu interesante aporte, JLP.
Ah, Ezra, ¿pero hay algo más después de que todo se detenga? :-)
Un saludo y gracias por vuestros comentarios