Si hay algo que queda patente leyendo El coleccionista, de John Fowles, es que ciertas tesis sociológicas de los años sesenta (del siglo XX) resultan un tanto ingenuas desde nuestra perspectiva.
Además, sumidos en un ámbito en el que la ultraviolencia irracional se muestra diariamente, el relato de un secuestro en el que el conflicto se plantea dialécticamente y en el que el grado de empatía determina las características de los personajes, nos hace ver la novela de Fowles como una representación alegórica y teatral de ciertos tipos sociales de su época. Lo que nos lleva de nuevo a esa ingenuidad mencionada.
(Aunque si lo pensamos bien, la presencia de un Mal sin objetivo e indiferente, es una idea perturbadora)
Lo interesante de El coleccionista es su estructura. La novela se compone de dos textos personales en primera persona, dos especies de diarios que cada uno de los personajes, víctima y carcelero, escriben y a través de los cuales podemos comprobar la divergencia de sus puntos de vista. No se trata estrictamente de dos narradores infidentes, al menos no mienten deliberadamente ni intentan engañar al lector, pero la comparación de ambos textos, lo que cada uno de ellos destaca de los hechos y, sobre todo, omite, resulta significativo para comprenderlos psicológicamente.
El diálogo que mantienen sobre El guardián entre el centeno es significativo del abismo de clase que se abre entre los dos personajes. Los dos puntos de vista sobre la interpretación que cada uno de ellos hace de la novela de Salinger, sobre todo de Holden Caulfield, demuestra que la educación que cada uno de ellos ha recibido les imposibilita entender al otro: una con una ingenua visión de solidaridad, empatía y de libertad a través del arte; el otro con su cerril egoísmo y su odio-envidia hacia la clase media-alta y su obsesivo desprecio generalizado.
Este enfoque crítico a la sociedad de la década de los sesenta (del siglo XX) puede ser válido en nuestros días. Pero creo que tenemos nuestra percepción de la violencia contaminada por la imagen del psicópata cinematográfico por lo que El coleccionista crea cierta perplejidad. Quizás sea útil leer la novela de Fowles para despojarnos de los estereotipos que la cultura mainstream nos ha impuesto y que ya hemos asumido como propios.
A pesar de que hace años que la vi, la novela de Fowles me ha despertado las ganas de volver a ver la adaptación cinematográfica de William Wyler para ver como ha resuelto el tema de la narración, como ha enfocado la historia, que en el cine es exterior a los personajes, para que contemplemos el juego de omisiones y puntos de vista individuales con el que juega Fowles.
Además, sumidos en un ámbito en el que la ultraviolencia irracional se muestra diariamente, el relato de un secuestro en el que el conflicto se plantea dialécticamente y en el que el grado de empatía determina las características de los personajes, nos hace ver la novela de Fowles como una representación alegórica y teatral de ciertos tipos sociales de su época. Lo que nos lleva de nuevo a esa ingenuidad mencionada.
(Aunque si lo pensamos bien, la presencia de un Mal sin objetivo e indiferente, es una idea perturbadora)
Lo interesante de El coleccionista es su estructura. La novela se compone de dos textos personales en primera persona, dos especies de diarios que cada uno de los personajes, víctima y carcelero, escriben y a través de los cuales podemos comprobar la divergencia de sus puntos de vista. No se trata estrictamente de dos narradores infidentes, al menos no mienten deliberadamente ni intentan engañar al lector, pero la comparación de ambos textos, lo que cada uno de ellos destaca de los hechos y, sobre todo, omite, resulta significativo para comprenderlos psicológicamente.
El diálogo que mantienen sobre El guardián entre el centeno es significativo del abismo de clase que se abre entre los dos personajes. Los dos puntos de vista sobre la interpretación que cada uno de ellos hace de la novela de Salinger, sobre todo de Holden Caulfield, demuestra que la educación que cada uno de ellos ha recibido les imposibilita entender al otro: una con una ingenua visión de solidaridad, empatía y de libertad a través del arte; el otro con su cerril egoísmo y su odio-envidia hacia la clase media-alta y su obsesivo desprecio generalizado.
Este enfoque crítico a la sociedad de la década de los sesenta (del siglo XX) puede ser válido en nuestros días. Pero creo que tenemos nuestra percepción de la violencia contaminada por la imagen del psicópata cinematográfico por lo que El coleccionista crea cierta perplejidad. Quizás sea útil leer la novela de Fowles para despojarnos de los estereotipos que la cultura mainstream nos ha impuesto y que ya hemos asumido como propios.
A pesar de que hace años que la vi, la novela de Fowles me ha despertado las ganas de volver a ver la adaptación cinematográfica de William Wyler para ver como ha resuelto el tema de la narración, como ha enfocado la historia, que en el cine es exterior a los personajes, para que contemplemos el juego de omisiones y puntos de vista individuales con el que juega Fowles.
3 comentarios:
La novela no la he leido pero he visto la naranja mecánica, aunque no sé si tiene esto nada que ver con algo, o qué, digo. De todos modos no me da tanto miedo un mal "objetivo e indiferente". Con algo así uno puede 1º, estudiarlo objetiva e indiferentemente, como, por caso, el universo entero, y 2º, encogerse de hombros después. Me da más miedo el mal de "Santuario", ordenadito y cabal. Ese sí acojona, porque nos afecta, toca, llega, aruña, algo, alambique, digo.
Un saludo del anónimo de turno.
No he leído la novela pero me la apunto, tengo un grato recuerdo de la adaptación cinematográfica con aquella tremenda composición de Terence Stamp, ah! la de "locuras" de las que es uno capaz cuando le toca la lotería... ya sea a nivel económico o espiritual.
Me alegra que rescates a este escritor del baúl de los recuerdos, "La mujer del teniente francés" me parece una novela descomunal, muy interesante también a nivel de estructura narrativa, así que aprovecho para recomendarla aquí.
Salut!
Leí la novela y quedé impactada. Es muy buena la narración, solo que se torna un tanto aburrida y repetitiva cuando "Miranda empieza a escribir el diario", el final es muy trágico y hasta cierto punto inconcluso. Todo lo demás es excelente.
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