16/3/11

1Q84, de Haruki Murakami



Murakami describe con detalle y una prolijidad podríamos decir que exhaustiva todo aquello que sus personajes comen y beben, la ropa que visten, la forma en que se desplazan. En el libro se alternan capítulos focalizados en cada uno de los dos personajes principales: Aomame quien, además de otra disciplina menos usual, es instructora de gimnasia y masajista, y Tengo, que da clases de matemáticas. Pero lo común en ellos, aparte de algunos aspectos que se desvelan según avanza la trama, es que su verdadera vida, aquella alejada de lo laboral, consiste en esperar un acontecimiento que convulsione sus mundos.
En mi lectura, cuando Tengo subido en lo alto de un tobogán de un parque infantil descubre las dos lunas en el cielo, una ola gigantesca barría las costas del noreste del Japón después del terremoto.
La cultura japonesa está demasiado condicionada por la provisionalidad de todo lo material, el carácter japonés está supeditado a una tensa espera del próximo desastre, de una nueva catástrofe, a partir de la cual los supervivientes reconstruirán una nueva realidad, siempre iguales en tradición, siempre nuevos en su apariencia.
Desde nuestra perspectiva occidental podemos interpretar toda historia japonesa como alegoría o metáfora de su inestabilidad geológica (o de sus avatares históricos), pero para ellos, sus historias se basan en un principio irrefutable: la precariedad de la realidad material.
Las meticulosas descripciones y enumeraciones van encaminadas a mostrar esta situación de espera indeterminada, de inminencia, de resignación. No se trata de que Murakami no sepa o no quiera mostrarnos a los personajes en sus trabajos. Lo hace y, por ejemplo, con Aomame consigue una narración fluida, casi vertiginosa en comparación con la morosidad del resto, y con Tengo nos deja ver la rigidez de los escalafones laborales, partiendo de la premisa de que a él las matemáticas le sirven de válvula de escape de la realidad.
Eso es lo que los personajes parecen ser: Su trabajo público.
Lo que los personajes son es otra cosa.
Tengo y Aomame deberán renunciar a lo que tienen, desaparecer, esconderse, transformarse en otras personas. Son supervivientes de un seísmo en marcha que les amenaza personalmente.
Murakami quiere mostrarnos a dos individuos solitarios, esperándose mutuamente y esperando el desastre, empujados, sin que ellos quieran abandonar su cómoda apatía, hacia acontecimientos que anuncian un desenlace siniestro, enfrentados a fuerzas primordiales que les sobrepasan en todos los aspectos, y que, al mismo tiempo, les conducen a su unión imposible separados como están por distintos espacios y tiempo.
En 1Q84 se unen los dos Haruki Murakami: el sentimental y el siniestro, en una confrontación narrativa de la que no podemos concluir nada hasta que no se publique el Libro 3 (segundo volumen aquí) después del verano. Pero al parecer hay Libro 4, que aún no ha aparecido en Japón.
Odio las novelas por entregas.
Y eso va en contra de las consideraciones anteriores. Porque tanta escrupulosidad en los detalles, tantas vueltas en analizar una y otra vez los mismos acontecimientos, es cierto que crea esa sensación de soledad y desamparo tan propia de los personajes de Murakami, pero, por otra parte, se puede interpretar como un intento de alargar una narración por motivos comerciales.
Leyendo una parte no se puede juzgar el todo pero tengo la impresión de que Murakami podía haber escrito una (única) buena novela. Lo que tenemos en la manos es una especie de folletín.
Se formaron colas en Japón para adquirir el Libro 3, las librerías abrieron en horario nocturno el día del lanzamiento…
Pues eso.


Editado cuatro días después:
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8 comentarios:

Unai Neigoitia Olmos dijo...

Me parece que al final de la reseña has dado en el clavo: alargamiento comercial de la novela a riesgo (en mi caso) del aburrimiento lector.

(Claro que yo no soy fan de Murakami)

Deseando que tengas tiempo para Los sinsabores de la verdadera policía.

Enhorabuena por Constatación Brutal del Presente.

Un saludo

Zero Kelvin dijo...

Mi única experiencia previa con las novelas por entregas fue, cuando era una adolescente "El pasillo de la muerte" de Stephen King. Que luego se convirtió en el cine en "La milla verde", con Tom Hanks, candidata a los Oscars etc...

En una de sus novelas perteneciente a la trilogía del cine, Harold Robbins (que dentro de su realidad sucia, si sabemos buscar, encontramos algo más) habla del salto entre las películas mudas de 20 minutos y los largometrajes. Intentan juntar varias películas de 20 minutos, varios capítulos, para conseguir un montaje de larga duración y el problema lo abrupto del resultado.

Y es que para conseguir algo por entregas debes jugar con los clímax y desenlaces de la novela a fin de fidelizar al lector. Leer de seguido una novela por entregas, o un folletin implica descubrir ese paisaje abrupto de climax, resumenes, escenas, secuencias y desenlaces de forma mucho más acentuada que en la estructura clásica narrativa.

En mi caso he finalizado el capítulo 8 de la novela hasta ahora. Siendo bastante "Murakamista", considero, de momento, que 1Q84 está más próxima a las "Tokio Blues" o "Al sur de la frontera, al oeste del sol" (obras más occidentalizadas) que al simbolismo de "Kafka en la orilla" o "Crónica del pájaro que da cuerda al mundo".

Seguiré en la lectura y quizás vuelva a aportar alguna impresión.

Saludos.


PD: Estuve en la presentación de la Laie. Enhorabuena.

Lula dijo...

Bien, yo ni lo he comprado yet, así que para cuando lo haga, y dada mi velocidad de caracol leyendo, es fácil que pueda hacerme los 3 o 4 libros de una tacada.

No me queda claro si te ha gustado o no.

Y para novelas con entregas, los papeles del club Pickwick!

Besotes asustados

Portnoy dijo...

Lula, me gusta Murakami, pero no sé si me gusta 1q84... este es el problema.
Pickwick se publicó originalmente por entregas en un periódico, esa es la esencia del folletín. las novelas por entregas es otra historia. El razonamiento sobre el tiempo lento en la narración de Murakami, tan apreciable en otras ocasiones, queda aquí empañado por la inconclusión del texto. No sé que pensar, en serio, pero sí sé que no es de mis favoritas a causa de su estructura.
Gracias por vuestros comentarios.
Gracias Unai por tu enhorabuena, gracias Zero por ir y por traer a este blog a Harold Robbins (qué recuerdos... le robaba los libros a mi padre y los leía a escondidas, jejejeje)
Un saludo

Elena dijo...

Para mí todo fue muy bien con 1Q84 durante cientos y cientos de páginas. Pero conforme me acercaba al final del libro el texto empezó a desintegrarse y a alejarse de mí (o yo de él). Y en la distancia final todo se (me) volvió enormemente ridículo.

Saludos brutales, Javier.

Juan Carlos dijo...

Por lo que comentas, esa mentalidad japonesa de provisionalidad de lo material es la más adecuada, dadas las circunstancias. Tal vez por eso no ha habido pillaje ni ningún tipo de disturbios.
Yo comencé con Murakami con mucho interés (Tokio Blues, Kafka en la orila), pero lo perdí un poco en Crónica del pájaro...
En cuanto a la novela por entregas por razones comerciales..., no sé si me animaré a leerlo.

Ibán dijo...

No me gusta nada Murakami, pero el concepto folletín me vuelve tan loco...

Oscar Pons dijo...

Murakami es excepcional. Su prosa es adictiva e hipnótica, y te va calando poco a poco con su lectura. Por supuesto, tiene obras mejores que otras, como cualquier otro autor.

Hay que tener una cosa clara: que un autor venda no es síntoma de que sea un tipo que no se preocupe por la calidad de sus libros. Conozco a gente que se niega a leer a según que escritores (Auster, por ejemplo) porque venden mucho y todo el mundo los lee; y es que no se puede ser tan pedante o exquisito.

También es verdad que las listas están invadidas de Browns y Folletts, pero no hay que confundir, por favor.