El 7 de enero de 1938, saliendo del cine junto a Alan y Belinda Duncan, Samuel Beckett fue apuñalado por un proxeneta llamado Robert Jules Prudent.
La noticia fue recogida por el Irish Times, 8 Jan. 1938
El resto es mistificación.
Un “romántico” error aparece en “Samuel Beckett: a biography” de Deirdre Bair. Más o menos es así como narra la historia: Los Duncan, en estado de shock, gritan por las calles desiertas para que alguien detenga al asesino. Una joven les ayudó, Suzanne Deschevaux-Dumesnil, una estudiante de piano que volvía a casa después de un concierto y que se encontró con la escena. Hizo una almohada con el abrigo de Alan Duncan para que la cabeza de Beckett reposase y llamó a una ambulancia.
Calvin Israel en Review: ‘Samuel Beckett: a biography’ by Deirdre Bair discrepa de esa romántica invención del encuentro entre Beckett y Deschevaux-Dumesnil.
En otro lado, en ese lado oscuro del que no puedo hablar, leí una historia que convertía el apuñalamiento de Beckett en la causa de su muerte… en ese lado también había una romántica historia de amor y muerte.
El caso es que Beckett, herido en la pierna izquierda y cerca del corazón pasó dos meses hospitalizado. Durante la convalecencia se consolidó la relación con Suzanne Deschevaux-Dumesnil, a quien conocía con anterioridad, y de quien no se separaría hasta su muerte.
Durante la Segunda Guerra Mundial estuvo adherido a la Resistencia, lo que le supuso tener que huir, junto a Suzanne, de la GESTAPO. En el Sur de Francia escribió Watt, que no se publicó hasta 1953, y con posterioridad Molloy (1951), Malone muere (1951), El innombrable (1953), Esperando a Godot (1952), Final de partida (1958), La última cinta (1959), Días felices (1961), Acto sin palabras (1964), Cómo es (1964), No yo (1973), That Time (1976) y Footfall (1976), y Compañía (1980).
Se podría pensar que la obra de Beckett, del Beckett que consideramos influyente y determinante en la literatura del siglo XX se construye a partir de esos dos hechos dramáticos, el apuñalamiento y la guerra.
Todo se ajusta a un plan, al parecer.
Tras su convalecencia en el Hospital Broussais de Paris, Beckett fue a entrevistarse con su agresor, Robert Jules Prudent. Cuando le preguntó porque le había apuñalado éste contestó:
"Je ne sais pas, monsieur. Je m’excuse"
Dicen que Beckett encontró a Prudent una persona amable y educada, más cretino que malicioso, y retiró los cargos. Israel denuncia esta adulteración de los hechos, este ajuste de la “realidad” a hechos literarios posteriores, como si el absurdo hubiese irrumpido violentamente en la vida de Beckett determinando su posterior obra. Israel asegura que Beckett conocía a Prudent antes del ataque.
La cuestión es que reinventamos los hechos, les damos quizás mayor importancia que la que tuvieron o unas dimensiones de las que carecieron. Queremos que la vida sea literaria, que se ajuste al guión de un narrador omnisciente.
Que así sea.
Samuel Beckett junto a Alan y Belinda Duncan saliendo de la proyección de La grande ilusion de Jean Renoir. Beckett despotrica sobre el error que supone considerar la guerra como un juego de caballeros. Parece entreverse en ese amistoso conflicto entre Francia y Alemania que plantea la película de Renoir, esa última contienda entre caballeros tras el cual la aristocracia se ve desplazada por la burguesía y el proletariado, cierta connivencia con el régimen nazi, cierta aproximación intelectual francesa a las malsanas ideas del Reich apelando al común anciano y noble centroeuropeismo. Ha estado en Alemania, lo sabe. Ha visto hace poco como han recibido al ministro alemán en Paris.
Entonces se acerca Prudent, el proxeneta que tantas veces había concertado citas para Beckett. En compañía de sus amigos no quiere reconocer al siniestro personaje, aunque en ello nota cierta contradicción con sus anteriores argumentos. La aristocracia intelectual es otra forma de elitismo se lamenta en última instancia mientras hace un signo a Prudent, quizás citándole para más tarde, y que el proxeneta malinterpreta. Le asesta dos puñaladas. Huye. Más tarde, Beckett sólo recordaría que de pronto se encontró herido en el suelo.
Y Joyce y el Hospital y Suzanne y la Guerra, la verdadera guerra.
La realidad es otra cosa. Tal vez ni siquiera la sucesión de hechos la pueda someramente describir. Vease en la nota de la wikipedia sobre Samuel Beckett la cantidad de personas relevantes con las que se cruzó en su vida. Y de que modo, como incluso en una biografía más o menos seria se pueden colar hechos anecdóticos.
Relacionar a Beckett con Eisenstein y Pudovkin a través de una carta que nunca recibieron a causa de una epidemia de viruela, aunque sea cierto, es otro síntoma de nuestra propensión a dramatizar la vida, a buscar el Plan que subyace.
A fin de cuentas la respuesta de Prudent es bastante beckettiana: "Je ne sais pas, monsieur. Je m’excuse"
Véase también Shining Agates of Negation, by Stephen Ross
La noticia fue recogida por el Irish Times, 8 Jan. 1938
El resto es mistificación.
Un “romántico” error aparece en “Samuel Beckett: a biography” de Deirdre Bair. Más o menos es así como narra la historia: Los Duncan, en estado de shock, gritan por las calles desiertas para que alguien detenga al asesino. Una joven les ayudó, Suzanne Deschevaux-Dumesnil, una estudiante de piano que volvía a casa después de un concierto y que se encontró con la escena. Hizo una almohada con el abrigo de Alan Duncan para que la cabeza de Beckett reposase y llamó a una ambulancia.
Calvin Israel en Review: ‘Samuel Beckett: a biography’ by Deirdre Bair discrepa de esa romántica invención del encuentro entre Beckett y Deschevaux-Dumesnil.
En otro lado, en ese lado oscuro del que no puedo hablar, leí una historia que convertía el apuñalamiento de Beckett en la causa de su muerte… en ese lado también había una romántica historia de amor y muerte.
El caso es que Beckett, herido en la pierna izquierda y cerca del corazón pasó dos meses hospitalizado. Durante la convalecencia se consolidó la relación con Suzanne Deschevaux-Dumesnil, a quien conocía con anterioridad, y de quien no se separaría hasta su muerte.
Durante la Segunda Guerra Mundial estuvo adherido a la Resistencia, lo que le supuso tener que huir, junto a Suzanne, de la GESTAPO. En el Sur de Francia escribió Watt, que no se publicó hasta 1953, y con posterioridad Molloy (1951), Malone muere (1951), El innombrable (1953), Esperando a Godot (1952), Final de partida (1958), La última cinta (1959), Días felices (1961), Acto sin palabras (1964), Cómo es (1964), No yo (1973), That Time (1976) y Footfall (1976), y Compañía (1980).
Se podría pensar que la obra de Beckett, del Beckett que consideramos influyente y determinante en la literatura del siglo XX se construye a partir de esos dos hechos dramáticos, el apuñalamiento y la guerra.
Todo se ajusta a un plan, al parecer.
Tras su convalecencia en el Hospital Broussais de Paris, Beckett fue a entrevistarse con su agresor, Robert Jules Prudent. Cuando le preguntó porque le había apuñalado éste contestó:
"Je ne sais pas, monsieur. Je m’excuse"
Dicen que Beckett encontró a Prudent una persona amable y educada, más cretino que malicioso, y retiró los cargos. Israel denuncia esta adulteración de los hechos, este ajuste de la “realidad” a hechos literarios posteriores, como si el absurdo hubiese irrumpido violentamente en la vida de Beckett determinando su posterior obra. Israel asegura que Beckett conocía a Prudent antes del ataque.
La cuestión es que reinventamos los hechos, les damos quizás mayor importancia que la que tuvieron o unas dimensiones de las que carecieron. Queremos que la vida sea literaria, que se ajuste al guión de un narrador omnisciente.
Que así sea.
Samuel Beckett junto a Alan y Belinda Duncan saliendo de la proyección de La grande ilusion de Jean Renoir. Beckett despotrica sobre el error que supone considerar la guerra como un juego de caballeros. Parece entreverse en ese amistoso conflicto entre Francia y Alemania que plantea la película de Renoir, esa última contienda entre caballeros tras el cual la aristocracia se ve desplazada por la burguesía y el proletariado, cierta connivencia con el régimen nazi, cierta aproximación intelectual francesa a las malsanas ideas del Reich apelando al común anciano y noble centroeuropeismo. Ha estado en Alemania, lo sabe. Ha visto hace poco como han recibido al ministro alemán en Paris.
Entonces se acerca Prudent, el proxeneta que tantas veces había concertado citas para Beckett. En compañía de sus amigos no quiere reconocer al siniestro personaje, aunque en ello nota cierta contradicción con sus anteriores argumentos. La aristocracia intelectual es otra forma de elitismo se lamenta en última instancia mientras hace un signo a Prudent, quizás citándole para más tarde, y que el proxeneta malinterpreta. Le asesta dos puñaladas. Huye. Más tarde, Beckett sólo recordaría que de pronto se encontró herido en el suelo.
Y Joyce y el Hospital y Suzanne y la Guerra, la verdadera guerra.
La realidad es otra cosa. Tal vez ni siquiera la sucesión de hechos la pueda someramente describir. Vease en la nota de la wikipedia sobre Samuel Beckett la cantidad de personas relevantes con las que se cruzó en su vida. Y de que modo, como incluso en una biografía más o menos seria se pueden colar hechos anecdóticos.
Relacionar a Beckett con Eisenstein y Pudovkin a través de una carta que nunca recibieron a causa de una epidemia de viruela, aunque sea cierto, es otro síntoma de nuestra propensión a dramatizar la vida, a buscar el Plan que subyace.
A fin de cuentas la respuesta de Prudent es bastante beckettiana: "Je ne sais pas, monsieur. Je m’excuse"
Véase también Shining Agates of Negation, by Stephen Ross
5 comentarios:
Si lo buscamos , quizá lo haya , ¿ trazamos luego la plantilla ' ¿ retorcemos el alhambre para crear una espiral' , me hagustado mucho tu entrada.
Gracias Fosco. El Plan siempre subyace... debemos desenmascararlo.
Un saludo
beckesito como le llaman en francia (a quien consideran escritor francés)
Lo que tienen los post antiguos...
Muy interesante la reflexión Javier. Me imagino que en todo relato que se cuenta hay una parte de ficción, y las peores en este caso si se busca la verdad -o algo al menos que se asemeje- son las autobiografías, porque los escritores suelen ser seres con mucho ego y no están dispuestos a dejar constancia de sus "miserias" en sus escritos (de hecho es un comportamiento normal, ¿quién estaría dispuesto a echarse piedras sobre su propio tejado?).
Y luego están las personas que deseamos que cualquier relato tenga conste de la estructura: presentación, nudo y desenlace. Cuando vemos una película no soportamos por ejemplo que nos escatimen el final, y algo parecido sucede con los relatos, que adornamos literalizándolos cuando queremos narrarlos.
Encima con la presencia de internet se da la circunstancia que alguien inventa un bulo y si tiene suerte o lo hace bien, puede escamparlo en la red rápidamente, y llegue en breve un día que el rumor sea dado por válido.
Pero esto no es un bulo. Es una invención falsaria. De hecho lo que hice en su día fue recoger alguna serie de datos, por ejemplo la fecha de estreno en París de La gran ilusión, y construir un relato plausible al modo en que se construyen los bodrios narrativos pseudohistóricos... ese es el problema y no los bulos, jejejeje.
Me alegra volver a verte por aquí, Vigo.
Un saludo.
Publicar un comentario