Primero los nombres, listados interminables de nombres y apellidos. Luego los rostros. No hay dos caras iguales pero todas las caras son la misma cara. Un túnel por el que dos multitudes avanzan en sentidos contrarios. Ahí están los rostros y el único rostro, el Ideal o el Prosaico, ese que representa lo que somos o que desvela nuestra verdadera naturaleza. También están las palabras. Cantidades infinitas de textos empujando desde el pasado, viniendo de un tiempo que no alcanzaremos, acumulándose sobre la mesilla. Todos los textos el mismo texto. Repeticiones con ligeras variaciones de un mismo texto Ideal (el centésimo nombre de Dios) o de la más prosaica frase en la puerta de un lavabo público. Todos los textos, toda sucesión de imágenes, no son más que tiempo que consumimos, siempre el mismo tiempo, el que tardamos en recorrer el túnel que nos lleva a otro túnel. Me agobian los rostros y los textos y el tiempo.
6 comentarios:
esto huele a pincipio de relato marca de la casa. ¡A por él!
No. Es más bien un "lamento"
en esta entrada has sido certero y grande; un lamento absolutamente adorable (todos los lamentos el mismo lamento)
te saludo
Primera visita. Hay que volver. Gran blog. Saludos.
Bello y tremendo, demasiadas variantes las de los rostros. Me quedo con los que abren la partida con e4. Un abrazo.
Gracias por vuestros comentarios... es cierto, el mismo lamento de siempre.
Espero volver a verte por aquí, Blanco.
Iván, me dejas intrigado. Claro, te nombraría a Nabokov, pero él era más de finales de partida.
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