La tesis de Dovlatov en La Zona es que en última instancia no hay diferencia entre presos y vigilantes: “Para Solzhenitsyn el campo es el infierno. Yo, en cambio, pienso que el infierno somos nosotros mismos”
Dovlatov tenía una visión pesimista sobre la sociedad y el ser humano:
“Es sabido que el mundo es imperfecto. Los pilares de la sociedad son la codicia, el miedo y la venalidad. El conflicto entre sueño y realidad hace milenios que dura. En lugar de la deseada armonía, son el caos y el desorden los que imperan en el mundo.
Y aún más, hemos descubierto algo parecido dentro de nuestra alma. Estamos ávidos de perfección, pero a nuestro alrededor triunfa la vulgaridad”.
(…)
“Mi vida consciente ha sido el camino hacia la cima de la banalidad”.
En estas condiciones, con esta perspectiva sobre la vulgaridad y la mediocridad de los actos del ser humano, Dovlatov compone La Zona, un libro sobre los campos penales soviéticos desde el punto de vista de un vigilante.
Hay una decidida renuncia a narrar “los episodios más salvajes, sangrientos y monstruosos de la vida en un campo” y, en su lugar, la voluntad de “escribir sobre la vida y las personas”.
“Y no quiero invitar a mis lectores a una cámara de los horrores”
A continuación, escuetamente, enumera algunas de esas atrocidades sobre las que se niega a escribir.
Estamos entonces ante el ser humano, ávido de perfección, sumergido en la vulgaridad, una vulgaridad que se sobreentiende, que es tan persistente como el barro entre los barracones, como el frío. Dovlatov sabe que todo está dicho. Queda, si acaso, lo mínimo, la constancia de que el ser humano es capaz de adaptarse a todas las circunstancias sin dejar por ello de estar sometido a las mismas pasiones, sexo, sí, alcohol, también, y, como el autor destaca “la codicia, el miedo y la venalidad”
El infierno somos nosotros.
Entonces, como todo está narrado, queda la estructura.
Estamos en 1982.
Dovlatov compone La Zona intercalando cartas a su editor con fragmentos que configuran una suerte de relatos breves que acaban convirtiéndose en una novela que prescinde de lo superfluo.
En las cartas nos enteraremos de las vicisitudes del autor, que vivía para entonces en EEUU después de ser “invitado” a abandonar la URSS, y la azarosa forma de recuperación de los textos que componen La Zona, desperdigados, microfilmados, sacados a escondidas de la Unión Soviética, reenviados a Dovlatov. El texto original de La Zona permanecía en la URSS. La estructura es la que es no sólo por esa voluntad de mezclar pasado y futuro, sino también porque los textos, que compondrían la posible novela que hubiese sido La Zona, han sido fragmentados, perdidos, remitidos de un lugar a otro del mundo. Además Dovlatov confiesa que su obra no está acabada: “Es una especie de diario, son apuntes caóticos, un conjunto de materiales desorganizados”. Todo este material desestructurado y enmarañado adquiere unidad y coherencia por el tema común del que tratan, los apuntes de un vigilante de campo y porque “En general, se expresa la idea banal y única de que el mundo es absurdo”.
Hay un fuerte contraste premeditado entre las cartas fechadas entre febrero y junio de 1982, y los textos del campo. Un contraste que nos hace pensar si es posible evolucionar y, creo que es la intención de Dovlatov, superar la vulgaridad y la absurdidad del mundo.
Es curioso comprobar como algunos de los aspectos que definen lo que ahora, a principios del siglo XXI, consideramos signos de la vanguardia, o la “modernidad”, narrativa, es decir fragmentación, esbozo, inclusión del presente de la escritura en el de la narración, brevedad y síntesis, son las señas de identidad de La Zona de Dovlatov.
La “modernidad” se alcanza reescribiendo lo pasado… o la “modernidad” hay que buscarla años atrás… o la “modernidad” es un fraude, la asunción de modos que acaban deviniendo comunes… o…
Qué importa. Dovlatov es Dovlatov, no nos quedemos en la influencia de La Zona en la narrativa del siglo XXI, porque tal vez, la estructura de La Zona no es más que fruto de sus circunstancias.
Lo dudo.
Pero que lo que estoy diciendo no nos lleve a engaño. La Zona no es solo una obra fundamentada en una arriesgada o peculiar estructura narrativa. Es también un importante testimonio literario que ahonda en la miseria de la condición humana. Es tan importante lo que se dice en los sucesivos episodios carcelarios descritos con el lacónico estilo de Dovlatov, como lo que el autor prefiere no contar, o como, nunca por encima ésta del estilo, su estructura. Es pues una obra sólida, envuelta en una latente ironía, en una cínica desesperanza, anegado todo ello en vodka, incluso en colonia engullida como último recurso alcohólico.
Hay en La Zona un regusto de autodestrucción, es innegable, pero también la firme convicción de que la naturaleza humana lleva aparejada su propia condena. Y que no importa en que lado de la alambrada nos encontremos.
Dice Dovlatov que hay dos tipos de narrativa enfrentadas, la carcelaria y la policíaca. En la primera el preso “es una figura sufriente y trágica que merece compasión y admiración. Por tanto el guardián es un monstruo y un malvado, es la encarnación de la crueldad y la violencia”.
Para la policíaca “el presidiario es el monstruo, la criatura del infierno. Y consecuentemente, el policía es el héroe, el moralista, una personalidad brillante y creativa”
Continúa Dovlatov: “Cuando me hice guardián, estaba dispuesto a ver al recluso como víctima. Y a verme a mí como torturador y asesino.
Es decir, me inclinaba por la escala (de la narrativa carcelaria), la más humana. La que era más característica de la literatura rusa que me había educado. Y evidentemente la más convincente. (Porque Simenon no es Dostoievski.)
Una semana más tarde había dejado correr estas fantasías. La (escala carcelaria) resultó completamente falsa. La (policíaca) también.
(…)
A ambos lados de la alambrada se extendía el mismo mundo sin alma”
Ver también:
La Zona, la culminación de un proyecto editorial (para una lectura cronológica recuérdese que un blog lo primero es lo último)
Dovlatov tenía una visión pesimista sobre la sociedad y el ser humano:
“Es sabido que el mundo es imperfecto. Los pilares de la sociedad son la codicia, el miedo y la venalidad. El conflicto entre sueño y realidad hace milenios que dura. En lugar de la deseada armonía, son el caos y el desorden los que imperan en el mundo.
Y aún más, hemos descubierto algo parecido dentro de nuestra alma. Estamos ávidos de perfección, pero a nuestro alrededor triunfa la vulgaridad”.
(…)
“Mi vida consciente ha sido el camino hacia la cima de la banalidad”.
En estas condiciones, con esta perspectiva sobre la vulgaridad y la mediocridad de los actos del ser humano, Dovlatov compone La Zona, un libro sobre los campos penales soviéticos desde el punto de vista de un vigilante.
Hay una decidida renuncia a narrar “los episodios más salvajes, sangrientos y monstruosos de la vida en un campo” y, en su lugar, la voluntad de “escribir sobre la vida y las personas”.
“Y no quiero invitar a mis lectores a una cámara de los horrores”
A continuación, escuetamente, enumera algunas de esas atrocidades sobre las que se niega a escribir.
Estamos entonces ante el ser humano, ávido de perfección, sumergido en la vulgaridad, una vulgaridad que se sobreentiende, que es tan persistente como el barro entre los barracones, como el frío. Dovlatov sabe que todo está dicho. Queda, si acaso, lo mínimo, la constancia de que el ser humano es capaz de adaptarse a todas las circunstancias sin dejar por ello de estar sometido a las mismas pasiones, sexo, sí, alcohol, también, y, como el autor destaca “la codicia, el miedo y la venalidad”
El infierno somos nosotros.
Entonces, como todo está narrado, queda la estructura.
Estamos en 1982.
Dovlatov compone La Zona intercalando cartas a su editor con fragmentos que configuran una suerte de relatos breves que acaban convirtiéndose en una novela que prescinde de lo superfluo.
En las cartas nos enteraremos de las vicisitudes del autor, que vivía para entonces en EEUU después de ser “invitado” a abandonar la URSS, y la azarosa forma de recuperación de los textos que componen La Zona, desperdigados, microfilmados, sacados a escondidas de la Unión Soviética, reenviados a Dovlatov. El texto original de La Zona permanecía en la URSS. La estructura es la que es no sólo por esa voluntad de mezclar pasado y futuro, sino también porque los textos, que compondrían la posible novela que hubiese sido La Zona, han sido fragmentados, perdidos, remitidos de un lugar a otro del mundo. Además Dovlatov confiesa que su obra no está acabada: “Es una especie de diario, son apuntes caóticos, un conjunto de materiales desorganizados”. Todo este material desestructurado y enmarañado adquiere unidad y coherencia por el tema común del que tratan, los apuntes de un vigilante de campo y porque “En general, se expresa la idea banal y única de que el mundo es absurdo”.
Hay un fuerte contraste premeditado entre las cartas fechadas entre febrero y junio de 1982, y los textos del campo. Un contraste que nos hace pensar si es posible evolucionar y, creo que es la intención de Dovlatov, superar la vulgaridad y la absurdidad del mundo.
Es curioso comprobar como algunos de los aspectos que definen lo que ahora, a principios del siglo XXI, consideramos signos de la vanguardia, o la “modernidad”, narrativa, es decir fragmentación, esbozo, inclusión del presente de la escritura en el de la narración, brevedad y síntesis, son las señas de identidad de La Zona de Dovlatov.
La “modernidad” se alcanza reescribiendo lo pasado… o la “modernidad” hay que buscarla años atrás… o la “modernidad” es un fraude, la asunción de modos que acaban deviniendo comunes… o…
Qué importa. Dovlatov es Dovlatov, no nos quedemos en la influencia de La Zona en la narrativa del siglo XXI, porque tal vez, la estructura de La Zona no es más que fruto de sus circunstancias.
Lo dudo.
Pero que lo que estoy diciendo no nos lleve a engaño. La Zona no es solo una obra fundamentada en una arriesgada o peculiar estructura narrativa. Es también un importante testimonio literario que ahonda en la miseria de la condición humana. Es tan importante lo que se dice en los sucesivos episodios carcelarios descritos con el lacónico estilo de Dovlatov, como lo que el autor prefiere no contar, o como, nunca por encima ésta del estilo, su estructura. Es pues una obra sólida, envuelta en una latente ironía, en una cínica desesperanza, anegado todo ello en vodka, incluso en colonia engullida como último recurso alcohólico.
Hay en La Zona un regusto de autodestrucción, es innegable, pero también la firme convicción de que la naturaleza humana lleva aparejada su propia condena. Y que no importa en que lado de la alambrada nos encontremos.
Dice Dovlatov que hay dos tipos de narrativa enfrentadas, la carcelaria y la policíaca. En la primera el preso “es una figura sufriente y trágica que merece compasión y admiración. Por tanto el guardián es un monstruo y un malvado, es la encarnación de la crueldad y la violencia”.
Para la policíaca “el presidiario es el monstruo, la criatura del infierno. Y consecuentemente, el policía es el héroe, el moralista, una personalidad brillante y creativa”
Continúa Dovlatov: “Cuando me hice guardián, estaba dispuesto a ver al recluso como víctima. Y a verme a mí como torturador y asesino.
Es decir, me inclinaba por la escala (de la narrativa carcelaria), la más humana. La que era más característica de la literatura rusa que me había educado. Y evidentemente la más convincente. (Porque Simenon no es Dostoievski.)
Una semana más tarde había dejado correr estas fantasías. La (escala carcelaria) resultó completamente falsa. La (policíaca) también.
(…)
A ambos lados de la alambrada se extendía el mismo mundo sin alma”
Ver también:
La Zona, la culminación de un proyecto editorial (para una lectura cronológica recuérdese que un blog lo primero es lo último)
11 comentarios:
Pues suena bien, sí.
Ojalá que pronto se consiga en español.
supongo que ya has tratado los anteriores libros de dovlatov, por tanto, lo que voy a comentar no interesa:
aquellos libros tienen, igual que el que comentas, una estructura en apariencia azarosa; como la memoria de todos nosotros... yo creo que toda la obra trata de reorganizar su memoria; se deja inducir por el azar como buen artista 'conceptual' que es: en 'la maleta' el pretezto son los objetos que contiene su maleta en el momento en que llega a estados unidos; uno a uno los desmenuza, destripando la historia que contienen, haciendo con ello un relato fragmentado de su vida... en 'el compromiso' hace lo mismo, centrando la a su vez desestructurada novela en su fracaso como periodista...
has hablado muy bien, portnoy, de su existencialismo, pero no has mencionado su sentido del humor, que es brutal, demoledor... casi lo mejor que tiene;
tal vez en este libro no lo ponga tan en evidencia...
yo creo que dovlatov es un fracaso: fracasa en el intento de clasificar, de reordenar su memoria...
no creo que sea premeditado, ni que haya nada impostado, como sugieres... no es un perverso, no es navokov;
dovlatov es solamente un tipo honesto, no un perfeccionista sino uno que busca una forma de hacer simple, ordenada, y se encuentra con que ello le es imposible
pues a mí La zona me encantó
José Montalvá tiene razón en que La zona no es el libro con más humor de Dovlátov, y sin duda que Dovlátov lo tenía, y afinadísimo, por cierto.
Ocurre que en La zona se relatan unos hechos brutales, donde el sentido del humor no tiene mucha lugar: sin embargo, hay retazos de humor brillantísimo, como el magnífico penúltmo relato, donde se ejecuta en el campo de prisioneros una obra de teatro basada en la vida de Lenin. Yo me hartado de reír. Por supuesto, todos los actores son presos comunes. La situación se las trae...
La situaciñon de catarsis vital que vive Dov en los campos, el sufrir las adversidades del sistema penal, el darse cuenta que es un escritor (una de las partes más bonitas del libro es cuando describe una paliza en carne propia y se da cuenta que para soportar todo eso mejor es pensar en çel en tercera persona: es el preludio de todo escritor, supongo. El humor en La zona existe, pero no es lo más importante. Para mí, La zona es el relato del nacimiento de un escritor, entre muchas otras cosas.
Mierda, ya ven, no puedo hablar de manera coherente de este libro. Mucho mejor lo hace Portnoy.
un abrazo a P, y a todos sus lectores, tan afinados en sus comnetarios.
.
No menciono directamente el sentido del humor pero hablo de la latente ironía que impregna toda la obra.
Y si acaso Dovlatov "fracasa" es porque es consciente de toda la tradición literaria rusa que le precede. El reconocimiento de esa narrativa carcelaria de "envergadura" es lo que le hace desistir y enfocar la suya desde otra perspectiva. Y lo hace eficazmente. es un fracaso asumido del que obtiene buenos resultados.
En fin...
Un saludo y gracias por vuestros comentarios
Una pequeña apreciación, para que no se malinterpreten mis palabras. Entiendo que el amigo Montalvá no ve el término "fracaso" como algo peyorativo, yo al menos no lo entiendo así. Es arduo de explicar, ni siquiera sñé lo que quiero decir en el fondo... Julio Ramón Ribeyro escribió unos diarios enormes y fantásticos llamados "La tentación del fracaso". escribir es tentar al fracaso, y sin duda Dovlátov, como Ribeyro, como bolaño, tentaron el fracaso, y con él construyeron literaturas inolvidables.
Sigo sin poder enfrentarme coherentemente a La zona. Seguiré intentándolo, para explicar mi fascinación, mi orgullo...
entiendes bien, ex-Subal... el fracaso, en algunas ocasiones, es sublime;
de todas formas, en lo que digo el fracaso resulta irremediable: recuperar la memoria, clasificarla, darle sentido... Proust lo trató de hacer de una manera, digamos, excelsa... Dovlatov trata de ser sitemático; no creo, en mi opinión, que le interese la forma, no es un formalista, más bien un conceptualista... en La Maleta, todos los relatos que surgen de los objetos de su maleta de exiliado tienen la misma importancia y su disposición en el libro parece fruto del azar, de cómo los va sacando y le inducen a recordar...
yo creo, con toda la humildad de una humilde opinión, que Dovlatov utiliza el azar porque lo considera irremediable, e irremediablemente unido a la memoria...
por otro lado, su estilo es un desastre: sucio como un Bukowski ruso, nada refinado; en contraste con ese orden enumerativo al que aspira...
emigró a los Estados Unidos no por azar, sin embargo; pues su literatura debe mucho, a mi juicio, de los grandes secos norteamericanos, que también fueron grandes bebedores: Hemingway, Carver...
por cierto, me quejo desde aquí que La Zona no se haya distribuido en Valencia; lo he buscado en varias librerías de la ciudad y no lo tienen ni siquiera catalogado, la editorial catalana no trabaja con nuestras librerías... per deu, si açi parlem la mateixa llengua!!!
Querido amigo. Discrepo en alguna cosas.
pero primer, la pela. Por favor, insista. En Valencia nos distribuye GEA. Sabemos que los libros están. Quizá han tardado demasiado, pero sabemos que están, y si no está, por favor, dígales a los libreros que se pongan en contacto con nosotros a: labreuedicions@gmail.com
Somos una editorial muy pequeña y necesitamos toda la ayuda que puedan brindarnos nuestros lectores. Le estaré muy agradecido. también se lo podemos enviar por correo...
Ahora vayamos a lo bonito de la literatura, y no a las cloacas de la edición.
Discrepo en eso que el estilo de Dov sea un desastre. En La zona, si lo lee, verá poesía. Creo que el estilo de La zona está muy bien trabajado: piense que la obra estuvo años y años trabajándose. A mí también se me ocurrió un día compararlo un día a Bukowski, pero pronto cambié de opinión.
Tiene usted razón en las fuentes de donde bebe Dov, pero no olvide nunca mencionar a Chéjov, y tampoco se olvide de un norteamericano llamado Sherwood Anderson, de la Generación perdida.
No, Dovlátov no es Bukowski. A él le une el alcohol y lo autobiográfico, cierto, pero la profundidad, el humor y la tristeza de Dovlatov no la va encontrar jamás en Bukowski.
Una abraçada!
hombre, solamente dije 'sucio' como bukowski... yo prefiero a dovlatov, claro, es mucho menos banal; aunque desde no mucho tiempo me da por reivindicar a bukowski, que ya no leo desde hace lustros; no hay que rasgarse las vestiduras, usted mismo ha hecho una comparacion mucho mais completa que yo: el alcoholismo (toda una tesis doctoral en torno al hecho literario) y la autobiografia... yo sumo a eso la pobreza y la automarginacion...
...me olvidaba de chejov; pido disculpas...
en cuanto a lo otro, lo he buscao en la que se supone es la libreria en la que se venden sus libros en valencia, segun su web, la llibreria 3 i 4, y no lo tienen, tampoco en les llibreries paris-valencia; bien, mentira, en paris-valencia me han dicho que tienen un ejemplar, pero no lo encuentran...
prometo insistir;
salutacions!!!
Sé que no hay liquidez, pero me ofrezco a ir a Valencia e incluso a frenar justo antes de Almería cargado de libros y a un precio módico. Me obrezco incluso a encontrar mais o menos en X el ejemplar de la zona que no encuentran en paris-texas. Es un decir (como podría ser un saludar a Portnoy y a todos ustedes. ando enfrascado al vacío en un breve tratado sobre la influencia del alcohol en la voluminosacultura del reciclaje. Salut!)
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