2/1/09

El buen soldado, de Ford Madox Ford (y II)

Soy consciente de haber contado esta historia con muy poco orden, de manera que tal vez resulte difícil encontrar el camino por lo que quizás no sea más que una especie de laberinto. No está en mi mano evitarlo. Me he atenido a la idea de que me encuentro en una casa de campo con un silencioso oyente que, entre las ráfagas de viento y los ruidos del lejano mar, va escuchando la historia a medida que brota de mis labios.

Fuca dejó un comentario en el anterior post sobre la novela de Ford Madox Ford en la que resume certeramente los elementos que hacen de El buen soldado una excelente novela:
Me gustó la estructura de la novela, esa ruptura con las formas decimonónicas de narrar, ese cambio de narrador omnisciente por narrador-personaje, ese receptor inventado que lo escucha en una casa de campo al lado de la chimenea, ese ir y venir de acontecimientos, adelantando hechos y volviendo hacia atrás (prolepsis y analepsis). También me interesó la ironía presente en la obra, una ironía que para mí nace del choque entre las palabras del narrador y su forma de ser, esa vida a la que le falta sangre, pasión, por lo que es capaz de contar una historia en la que está involucrado como si fuera la historia de unos personajes inventados, y esto último es lo que no me gustó de la novela. El narrador no parece Dowell, el amigo de Edward, el marido de Florence, esa mujer que lo engaña, parece más bien un narrador omnisciente al que los acontecimientos narrados no le afectan. A mí no fue capaz de transmitirme las emociones que se derivarían de contar la historia más triste que jamás ha oído, no fui capaz de ponerme en la piel ni del narrador ni de los demás personajes, no logré sufrir, ni tampoco disfrutar, con ellos.

A pesar de apreciar su análisis, no coincido con Fuca en lo concerniente al narrador que finalmente hizo que la novela no le acabase de convencer. Me parece un acierto la ambigüedad emocional del narrador y su evolución desde su aparente ingenuidad, que oscila entre lo angelical y la estupidez, hasta su actitud final que no desvelaré, que permite una segunda lectura, tal vez en clave menos intimista, en la que la camaradería entre autor y lector de El buen soldado desaparece:

No es que yo conceda ninguna particular importancia a estas generalizaciones mías. Pueden ser correctas o estar equivocadas; no soy más que un estadounidense de mediana edad que sabe muy poco de la vida. Está usted en su derecho de aceptar mis generalizaciones o de rechazarlas.

En otro lugar, hace tiempo, intenté enumerar ciertas obras fundamentales de la literatura que se presentasen como precursoras o anunciadoras de la futura literatura en cada época. Estaba el Quijote, claro, y el Tristram Shandy, por supuesto. En la historia de la literatura aparecen unas obras claves que, sin ninguna duda, simbolizan el fin de una etapa y el inicio de otra. Lo que no quedaba claro es qué obra articula el cambio entre la narrativa del siglo XIX y la del siglo XX (y, claro, me refiero a Wolf y Joyce y Faulkner y Nabokov y Svevo y… no a aquellos que todavía hoy escriben como en el siglo XIX). Tal vez no hay una obra representativa de ese cambio, tal vez el cambio se produce por acumulación de innovaciones particulares, lo que explicaría la difícil calificación de autores que oscilan entre dos épocas como Proust, Mann, James…
Si se me permite generalizar y "está usted en su derecho de aceptar mis generalizaciones o de rechazarlas" diría que las innovaciones literarias del siglo XX son fundamentalmente de tres tipos: Las que llevan el lenguaje hasta los propios límites de la comprensión, las que rompen estructuralmente con la narrativa clásica y las que exploran la inconsistencia del narrador.
El buen soldado tiene las dos últimas características. Si, como dice Fuca, a Dowell, el narrador, parece no afectarle lo que ocurre y se comporta como un narrador omnisciente, ajeno a la tristeza y el dolor, lo veo no como un error narrativo sino como un error “moral” del narrador que, finalmente, deja que el desprecio y el rencor asomen. Al narrador infidente hay que descubrirlo a través de sus errores e indiscreciones.
La gracia de Dowell como narrador es su incapacidad para trasmitirnos esa tristeza que se anuncia en la primera página (“Esta es la historia más triste que jamás he oído”) que queda desmentida en el último capítulo cuando para él, el buen soldado, el impecable Edgard es descrito como “el caballero inglés; pero también hasta el último momento, una persona sentimental, cuya mente era un conjunto de poemas y novelas mediocres”. ¿Es el Dowell de Ford Madox Ford, acaso, un precursor de los narradores infidentes de Svevo y Nabokov?
¿Y es El buen soldado una novela clave en la evolución histórica de la literatura?

Está claro que estas generalizaciones mías pueden ser correctas o estar equivocadas.

Todos los fragmentos de la traducción de José Luis López Muñoz para Edhasa.

7 comentarios:

jordi f dijo...

Introibo ad altare Dei... :-)

Te deseo un buen 2009, Portnoy.

condonumbilical dijo...

¿Estoy en mi derecho de rechazar? ¿Seguro? ¿Entonces por qué borras mis posts cuando te digo algo que no te gusta?

Es curioso que alguien que critica no acepte críticas. Deberías abrirte un poco más a dialogar y no sacar el cerrojo. Ya lo has hecho un par de veces. Poco tiempo tienes de vida como para estar con tonterías en vez de hablar tranquilamente.

Saludos

Portnoy dijo...

Una cosa es comentar o criticar razonadamente o con argumentos y otra, muy distinta, denigrar y desprestigiar sin más.
Según decías en el comentario que borré en un post que no tenía nada que ver, Alice Munro apesta. Así, sin más argumentación. Perfecto.
Por lo que a mí respecta esa opinión te la puedes guardar o publicarla con mayúsculas en tu blog.
Pero, por favor, no vengas a cagar a casa de otros y encima exijas que respetemos tu mierda.

condonumbilical dijo...

No era con el fin de presentar mis heces en tu blog, iba de buen rollo como indicaba el tono de la frase que puse después. Quizá esa expresión resulta demasiado fuerte para alguien que no está familiarizado y lo entiendo.

Yo sólo quiero aprender, ya que tienes chicha déjame que te exprima y dime en profundidad ¿por qué Alice Munro es la hostia? He leído tus posts y no sé, eso no lo veo.

Bueno dejémonos de tonterías, el odio es amor y todos lo sabemos, sé que me amas... besémonos.

Portnoy dijo...

No. No te amo.

jmtomasena dijo...

Haciendo uso de mi derecho a estar de acuerdo o en desacuerdo, estimado Portnoy, diré que coincido contigo. Hace tiempo que leí El buen soldado y no recuerdo muchos detalles, pero la inconsistencia del narrador, esa mezcla de tibieza y mala leche con la que se refiere a sus "rivales" me revelaron aquello que oculta.
Narrador mentiroso.
Hay un cuento de Tobías Wolff, incluído en Cazadores en la nieve, que me recuerda este asunto. Se llama Fumadores. Te lo recomiendo.
Y sí, me parece que ésta es una de las grandes rupturas de la literatura del siglo XX: ¿qué autoridad habría que darle a los libros si éstos, aún dentro del pacto tácito de "mentira" que se establece con el lector de ficción, violan este pacto deliberadamente?
Creo que esta ambigüedad es típica del siglo XX. Está emparentada con el descubrimiento de la mecánica cuántica. El principio de indeterminación de Heisenberg: imposible conocer la posición de un electrón sin que el sujeto interfiera en su comportamiento.
Si ya no hay verdades en sí, sino verdades siempre ligadas a la experiencia de un sujeto, cómo habríamos de tener narradores objetivos, al estilo del siglo XIX, que conocen las cosas más allá de toda experiencia, más allá del presente, pasado y futuro de los personajes. Cualquier grado de omnisciencia no es más que un consuelo barato contra la ambigüedad de la experiencia humana.
Explota entonces la búsqueda de la conciencia, de la persepción subjetiva, los hechos narrados ya no son hechos en si, sino la experiencia de los sujetos. Y vienen Joyce, y Woolf, y Faulkner, y el flujo de conciencia y demás...
Pero aún falta algo más. Hay un grado de ambigüedad profundo en todo esto, como en la famosa paradoja del gato de Schrödiger, en determinadas situaciones ya no se puede saber si el animal está vivo o muerto, "objetivamente". ¿Cómo podríamos saber, en última instancia, si la experiencia que nos narra un sujeto es verdadera si él es la única fuente?
¿Cómo saber si el narrador miente?

Hielo-9 dijo...

Pues mira, tu entrada me ha servido para salir de la incertidumbre y escribir con más propiedad la mía. Dudaba entre una falla del narrador o una falla "moral" del personaje Dowell referente a su frialdad, y al final me he decantado por lo segundo. No hay mejor forma que justificar un fallo moral (cobardía o estupidez por ejemplo) que alejarse de los hechos y asumir el papel de víctima inocente.

En todo caso la novela es buenísima y a mí me mantuvo durante toda la lectura en vilo.

Saludos y gracias.