De pronto la puerta se abrió sin ruido. Un gorila vestido se asomó, estiró sus largos brazos, que puso en los hombros del doctor, y lo saludo en una lengua extranjera. (…)
El médico se devanó los sesos para entender el idioma, que le recordaba un dialecto africano. (…) El gorila retuvo al visitante masculino: parecía tener mucho que explicarle. Sus palabras eran todas nuevas para Georges (el médico) (…) La secretaria (del gorila) entendía a su amo. Le contestaba con palabras similares. Él habalaba con voz alta y grave; sus sonidos delataban apasionamiento. Ella dejaba escapar alguna que otra palabra en francés, sin duda para sugerir lo que estaban diciendo. _¿No habla usted francés?- preguntó Georges. –¡Por supuesto, caballero!- replicó ella con vivacidad - ¿por quién me toma? ¿Soy parisiense!- Y lo inundó con un vertiginoso toerbellino de palabras mal pronunciadas y peor ensambladas, como si ya sólo hablara a medias el idioma. El gorila la insultó y ella se calló en el acto. Los ojos de él relampaguearon. La secretaria apoyó el brazo en su pecho. Él rompió a llorar como un niño. – Aborrece el francçés- susurró ella al visitante. –Hace años que viene trabajando en una lengua propia. Aún no está del todo lista.
(…) (Georges) mismo no encontraba palabras. ¿Si el gorila siguiera hablando! Ante este único sdeseo se desvanecieron todas sus ideas sobre la escasez de tiempo, las obligaciones, las mujeres y los éxitos, como si desde que nació no hubiera hecho otra cosa que buscar a aquel hombre o gorila que tenía su propio idioma. (…) De pronto se puso en pie y se inclinó profunda y solemnemente ante el gorila. Evitó hablar en francés, pero en su rostro se leía un profundo respeto. (…) El gorila dejó entonces de llorar, retomó el hilo de su discurso y volvió a su anterior desmesura gestual. Cada sílaba pronunciada correspondía a un ademán preciso. Las palabras que designaban objetos parecían ser siempre distintas. Señaló el cuadro unas cien veces, nombrándolo de cien maneras diferentes: los nombres dependían del gesto con que lo señalaba. Producido y acompañado por todo el cuerpo, ningún sonido le era indiferente.
(…)
(Georges) acudió diariamente durante algunos meses. Su admiración por el gorila aumentaba de visita en visita, y hasta aprendió su idioma haciendo esfuerzos infinitos.(…) Renunció a la idea de emplear otros idiomas como puente. Fue aprendiendo como un niño al que con las palabras se le enseñan también las relaciones de las cosas entre sí. Aquí, esas relaciones eran lo primordial; las dos habitaciones y cuanto encerraban se disolvían en un campo magnético de sentimientos. Los objetos (…) no tenían nombres especiales. Se llamaban según el humor con el que fueran percibidos. Su aspecto variaba para el gorila, que llevaba una vida violenta, tensa y tormentosa. (…) Él pobló aquellos dos cuartos (a los que estaba confinado) con todo un mundo, creó todo cuanto necesitaba y, pasados sus seis días, al séptimo se instaló en él. Pero en vez de descansar, obsequió a su creación con un idioma. Cuanto le rodeaba provenía de él.
La cita de Vila-Matas, que va más allá del texto, es la siguiente:
“el loco de Auto de fe (1935) de Elias Canetti, que indica el mismo objeto con un término cada vez distinto, para no dejarse aprisionar por el poder de la definición fija e inmutable”
Claro, que también es posible que la memoria, que esta vez tomó la forma de un repaso veloz del monumental texto de Canetti, me haya traicionado.
Aún así, el hombre-gorila de Auto de fe, enlaza con la poética de Barallobre, según Torrente Ballester, con el lenguaje de Dios, según Paul Auster, con el Stream of Consciousness, con Woolf, claro, con Joyce y su Finnegan’s Wake y el monólogo de Molly Bloom que cierra el Ulises, y con esta birriosa memoria que tengo que año tras año se olvida del Bloomsday
Que canten la Hijas de Erín en traducción de J. M. Valverde:
“el loco de Auto de fe (1935) de Elias Canetti, que indica el mismo objeto con un término cada vez distinto, para no dejarse aprisionar por el poder de la definición fija e inmutable”
Claro, que también es posible que la memoria, que esta vez tomó la forma de un repaso veloz del monumental texto de Canetti, me haya traicionado.
Aún así, el hombre-gorila de Auto de fe, enlaza con la poética de Barallobre, según Torrente Ballester, con el lenguaje de Dios, según Paul Auster, con el Stream of Consciousness, con Woolf, claro, con Joyce y su Finnegan’s Wake y el monólogo de Molly Bloom que cierra el Ulises, y con esta birriosa memoria que tengo que año tras año se olvida del Bloomsday
Que canten la Hijas de Erín en traducción de J. M. Valverde:
Riñón de Bloom, ruega por nosotras
Flor del Baño, ruega por nosotras
Mentor de Mentón, ruega por nosotras
Agente del Freeman, ruega por nosotras
Masón Caritativo, ruega por nosotras
Jabón Errante, ruega por nosotras
Dulzuras del Pecado, ruega por nosotras
Música sin Palabras, ruega por nosotras
Rechazador del Ciudadano, ruega por nosotras
Amigo de las Ropas Interiores, ruega por nosotras
Comadrona misericordiosa, ruega por nosotras
Patata preservadora de la peste y la pelagra, ruega por nosotras.
Flor del Baño, ruega por nosotras
Mentor de Mentón, ruega por nosotras
Agente del Freeman, ruega por nosotras
Masón Caritativo, ruega por nosotras
Jabón Errante, ruega por nosotras
Dulzuras del Pecado, ruega por nosotras
Música sin Palabras, ruega por nosotras
Rechazador del Ciudadano, ruega por nosotras
Amigo de las Ropas Interiores, ruega por nosotras
Comadrona misericordiosa, ruega por nosotras
Patata preservadora de la peste y la pelagra, ruega por nosotras.
1 comentario:
Si veus el Pau
Digue-li, au!
Vine pel te
que te'n daré.
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