2/4/07

Kaddish por el hijo no nacido, de Imre Kerstész

Un “¡NO!” contundente abre esta larga oración de Kertész, una letanía sin concesiones para el lector, sin un solo punto y aparte, una plegaria dirigida al hijo no nacido en la que se desmenuza la vida, o mejor, la existencia, de B., escritor y traductor al igual que el protagonista de Fiasco, K., al igual que es Kertész.

Un fragmento de Fuga de la muerte de Celan preludia la novela:

“...tocad más sombriamente los violines / luego subiréis como humo en el aire / luego tendréis una fosa en las nubes / allí no hay estrechez”.

A eso se dedica el protagonista de Kaddish, a cavar tumbas en las nubes usando la literatura, usando la escritura a modo de pala para enterrar a los muertos y a los no nacidos. Confiesa que no escribe para buscar la alegría, “sino todo lo contrario: que por medio de la escritura busco el dolor, el dolor más intenso, casi insoportable, seguramente porque la verdad es dolor, y la respuesta a la pregunta sobre qué es el dolor (...) es muy sencilla: la verdad es lo que consume”
El componente autobiográfico es una constante en la trilogía sobre la ausencia de destino de Kertész, aunque las tres novelas, Sin destino, Fiasco y
Kaddish por el hijo no nacido, están narradas por alguien distinto al autor, es imposible prescindir del profundo dolor intimo que Kertész vuelca en cada página, convirtiendo la ficción en algo muy cercano a una reflexión personal. Esa me parece que una de las grandes virtudes de la narrativa del escritor húngaro, la forma en la que nos envuelve en una historia en la que es imposible distinguir la ficción de la realidad o, más bien, la forma en la que involucra la ficción en sus narraciones autobiográficas.
El tema de Kaddish vuelve a ser el judaísmo, aunque decir eso no es del todo exacto y empobrece la novela. Si la condición de judío es para Kertész una imposición histórica, algo ni deseado ni comprendido (parte de la burla del destino, aunque lo que se postula es precisamente lo arbitrario del destino) quien lea esta novela debe hacer un esfuerzo para evitar esta singularidad o, mejor, sumergirse empáticamente en la narración con todas las consecuencias, pues el alcance de la novela no es el simple individuo B. y sus circunstancias alienantes, sino que debe extenderse al resto del género humano. El hecho de ser judío puede interpretarse históricamente en esta novela y, aunque es determinante para la comprensión del discurso de Kertész, las reflexiones del autor trascienden de esa peculiaridad, impuesta arbitrariamente por elementos ajenos al individuo, para convertirse en un discurso universal.
La sombra del padre planea por toda la novela. La autoridad, salvaje, dictatorial, absurda, adopta la figura paterna para imponerse en el hogar, en la escuela, en la sociedad, con el añadido para Kertész de ese “sinsentido” que fue Auschwitz. Pero que, según teorizan algunos, Auschwitz no tenga explicación, anula la vida, la existencia (que es el término que prefiere el autor) no sólo de B y de Kertész, si no de todo el género humano.
“Debemos esforzarnos en fracasar”
cita Kertész a Bernhard en la novela y emplea la B como inicial de su protagonista. El fracaso (el Fiasco de su anterior novela) supone la negación del símbolo de autoridad, la negación de cualquier paternalismo incluso de aquel que nos convierte en padres, en nuevos símbolos de autoridad por vía genética. La imposibilidad de encarnarse en esa autoridad, ese rotundo ¡NO!, se ve ampliada por la decisión del protagonista de evitar sufrimientos por una herencia no deseada, la imposición histórica del judaísmo. Este es el motivo común a las tres novelas de Kertész sobre la ausencia de destino, la imposible negación de lo impuesto y de cómo la libertad, en Kaddish la libertad de no ser padre, la libre elección tanto de la negación como de la no asunción de la autoridad paterna, se convierte al final en una trampa para el ser humano.
La novela, literariamente, es impecable.

En este absurdo veleidoso de los premios y las distinciones rara vez se distingue a los más grandes, pero debo reconocer que la obra de Kertész no se paga simplemente con un premio Nobel. El tiempo reconocerá la grandeza de este escritor.

(Fragmentos extraídos de la traducción de Adan Kovacsics de Kaddish por el hijo no nacido de Acantilado)

3 comentarios:

jazzman dijo...

Ya te he añadido a la lista de blogs participantes del "Proyecto Sesiones Dobles". Tal y como dicen las instrucciones para dar comienzo tendrías que colgar un 'post' de inicio de proyecto, explicando la finalidad del mismo, las películas que se verán y las fechas.

Muchas gracias por participar!

Saludos

Anónimo dijo...

El comentario anterior tampoco era una crítica a Kerstész por haber recibido un premio, sino, un poco, una crítica a los titulares que un escritor se "ve forzado" a dar a la prensa para llamar la atención; a las poses que un escritor parece que ha de adoptar para configurarse en torno a sí una imagen determinada.

Estoy contigo, un escritor ha de juzgarse por su obra.

Un saludo

Portnoy dijo...

Hecho, Jazzman.
En el caso de Kertész el tema de la ficción no es cuestión de titular o de propaganda, es un tema recurrente que, como puedes imaginar, me fascina... no lo tomé como un a crítica, Persio, quizás como una broma que no me sentó muy bien debido a la admiración que profeso por el escritor húngaro.
Pero no pasa nada
:-)
Un saludo