12/9/06

Gohatto (Taboo) de Nagisa Oshima

Gohatto es, hasta ahora, el testamento cinematográfico de Nagisa Oshima. Por su estética, por su técnica, por su argumento, es una película completamente japonesa, de las que reclamo en mis últimos mensajes.
Aquellos que se preguntaban si entre Celliers y Yonoi... que deben ser los m ismos que se preguntan si Deckart es... encontraran respuesta en Gohatto.
Pero lo que me interesa es el final de la película, cuando Kitano-Hijikata, bajo una tenue lluvia que lo empapa todo se dirige descorazonado al cerezo en flor segándolo de un solo tajo.



La idea, de funcionar la película y la escena como legado y advertencia para futuras generaciones, es que la belleza ha matado al cine japonés (la elección de Kitano como actor apunta en esa dirección... la simbología del cerezo es evidente) y, sin embargo, nada es más placentero que entregarse a la creación, y a la contemplación, de esa belleza... por ella podemos dejarnos arrastrar hasta la muerte.

16 comentarios:

El Miope Muñoz dijo...

Otro elemento grande: la naturaleza (sobretodo las plantas) como símbolo es un elemento tradicional japonés que se reutiliza desde tiempos remotos.

Toda su poesía antigua japonesa se basa en como los japoneses sienten las plantas y lo fusionan como un estado de ánimo. En Gohatto, un ejemplo.

Anónimo dijo...

Como es frecuente, he hecho una “lectura” del final de Gohatto mucho más banal que tú, que no viene al caso. Tienes que explicar lo de la “advertencia”.
La belleza sigue presente. La belleza efímera, profunda y sencilla, no preciosista (como en algún cine chino), la belleza del aware, que menciona Sergi, de insularidad, de tiempo casi detenido. La belleza que lleva dentro de sí la muerte en armonía. No sé si es posible perder esa forma de sentir. Una lata de coca-cola no es suficiente.
¿Qué es lo que hay en Gohatto, Portnoy, que no encuentras en el nuevo cine japonés? Prometo guardar silencio y no intentar convencerte de lo que no quieres (y tal vez no exista), es sólo que no puedo captarlo todavía.
Un saludo.

El lector de comics dijo...

El tema de la belleza en el cine japonés es clave. Es probablemente un lastre del que el manga ha sabido librarse. El concepto de belleza tradicional es excesivamente visual, gráfico, anclado en profundas estrategias de composición. Creo que es poco narrativo y deliberadamente pictórico.

Portnoy dijo...

Bueno, Vernon, ya te lo he dicho, no creo que tus lecturas sean banales... es posible que yo me exceda en mis interpretaciones, que pretenda ver cosas que nada tienen que ver con las intenciones de los autores... digamos que es el privilegio del subjetivismo del espectador.
Como "advertencia", y es una posibilidad que no creo que plantease Oshima, funciona de forma muy conveniente para mi teoría de un cine japonés que cada vez se aleja más de esa belleza formal característica del cine japonés.
Y no sé, si como dice nuestro lector de comics, el manga ha sabido librarse de esa belleza tradicional...
Debo cortar que hay tormenta...
hasta luego

Sergi Bellver dijo...

Hablemos fugazmente de una de las fuentes (precisamente, "genji" en japonés -no hablo ese idioma, aclaro, sólo conozco un puñado de palabras, uno de mis vicios es investigar idiomas-) del cine (amén de la vida misma), la literatura. En "Genji-monogatare" (traducible como historia, cantares, o romance de, los amoríos y placeres que aquí llamaríamos mundanos, son allí (donde decían los primeros visitantes occidentales que todo era al revés) alabados y experimentados con devoción, al hacerlos más valiosos su condición efímera.

En la poesía de la era clásica nipona había más pasión y fervor de la que un japonés del siglo XX pudiera concebir. Se han adiestrado durante décadas en aquella máxima de "ciencia occidental, espíritu japonés", por lo que insisto en ese espejismo de préstamo o transferencia que creemos haberles hecho. Sin China, Japón sería algo como Europa sin Roma o Grecia, y aún así han sabido moldear su propia visión del mundo. Japón podría ser Japón sin Occidente. "Rashomon", del más grande Kurosawa, recogía dos cuentos del siglo XII, o aún anteriores, no estoy seguro, pero la fina crudeza, la mordacidad sabia de aquellas historias está más presente hoy de lo que creo que estamos percibiendo.

No soy un experto, sólo un aprendiz atento, pero creo que la belleza, como la creación en sí misma, es el único y verdadero sentido del cine japonés. ¿Y si la tala súbita de ese cerezo en flor -tan recurrente como símbolo de la fugacidad en la cultura japonesa- es sólo un sepuku o harakiri más? Como Mishima unas horas después de entregar su último manuscrito. O como su mentor una vez fue consciente de haber creado lo que vino a contar (algo que descubrí ayer, siguiendo una pista en el espacio de Vernon). No la condena de la belleza, sino la necesidad, precisamente, de renacer. O tal vez la impotencia de la espada ante la imposibilidad de ser guadaña fértil. O quizás sólo la rabia de una parte del cine japonés, así como el teatro "No" -de la quietud-, el "kabuki" -del movimiento-, o el de marionetas (no recuerdo el nombre ahora) -con los demiurgos humanos a la vista- son versiones distintas de la misma fuente, maneras diversas de encarar el mundo. Japón es tan diverso como su archipiélago, pero desde fuera lo vemos como unitario (algo así como le pasa a España allá). Así su cine. Cada lectura de un instante es distinta, válida, y cara opuesta o contigua del mismo diamante.

pd: meritorio o no, y desde luego no un diario, el espacio de Vernon merece la pena. Le puse un atajo en mis alas. Y en la pista mencionada tuve una epifanía con el primer Nobel japonés. Bendita "tela de araña mundial" esto de internet.

El lector de comics dijo...

Creo que existe una obsesión por la belleza en el arte tradicional japonés. Incluso a la muerte se le exije ser bella, ser obra de arte.

luis dijo...

Estoy en gran parte de acuerdo con Vernon y en si tampoco entiendo la pregunta por la que se empieza todo este diálogo. Quisiera llamar la atención a unos aspectos:
1- Creo que nuestra recepción del cine Japones viene determinada en gran parte por la ignorancia, la ignorancia como una mentalidad platónica-aristotélica se acerca a una mentalidad totalmente diferente. La belleza s relativa, igualmente del poder transgresivo que se le da a mucha de las obas del cine japones (Miike y Kitano no creo que sean transgresivos si se aprecia la significancia cultural de la violencia en Japón).
2- Quiero llamar la atención de Koji Wakamatsu, gran director que empezo con la Pinku Eiga y sigue haciendo películas de un gran contenido social y no obstante llenas de violencia y sexo. El es una leyenda.
3- Lo último que me llega de cine japones, se produce bajo la corriente del indie japones y si bien a un primer ojazo podría resultar muy occidental tiene muchos elementos que en verdad no lo hacen así. Parece como si con los últoimos reaizadores japon esta conociendo también cierta forma de surrealismo y explotando más l absurdo, lo cual me alegra. Los cortos de Hiramashitu, y las películas Funky Forest, Kisarazu Cat´s Eye, Executive Koala (y todo lo demás de Kawasaki)son un buen ejemplo de ellos. Lo tremaéndamente interesante es que parece que esuvieran creando con estas películas un nuevo género de surrealismo-absurdo(cómico pero también chocante)-japones; claro influenciados por Kitano y sus graciosas ironias. Hay que estar atento de esta evolución.
4- El cyberflesh sigue como siempre siendo un dominio de los Japoneses, hace poco me vi Tetsuo de Tsukamoto. Tsukamoto es otro que tiene un par de cosas muy buenas. Su última Haze es como la Saw japonesa, claro solo que mejor.
5- El Anime, esa nueva "perversa" ola del Lolicom, el cine japones sigue siendo un nicho de producciones que serían simplemente inimaginables para la industria cinematográfica occidental.

Anónimo dijo...

Yo creo, Sergi, que la tala del árbol de sakura no es seppuku. ¿Por qué Hijikata habría de hacer seppuku (metafórico pues no es en sí mismo)? Creo que la belleza de Sozaburo es la belleza del árbol de sakura que todos queremos poseer para contemplarla. Efímera. Pero Sozaburo no es honorable, tal vez porque, como dice Hijikata, lo poseyó un demonio. El honorable Okita Soji lo comprende y por eso parte a Sozaburo como Hijikata parte al cerezo, con sus katanas (a uno lo vemos, al otro sólo lo oímos), justo después de que Hijikata dijera “destrúyelo”.
La muerte puede ser bella, pero yo creo que es más importante que sea honorable (y que de ahí nazca su belleza). Mishima no consiguió que la suya fuera ni una cosa ni la otra.
La belleza lleva en sí el germen de la muerte, dura sólo un instante. La muerte cotidiana de las cosas, y la propia, debe vivirse sin drama para que sea bella y honorable. Sólo así es capaz de conmover a quien la observa.
Hace un tiempo leía una entrevista a Miyazaki en la que decía que le molestaba que en las películas de animación occidentales (Disney) la muerte fuera el motor de acción del protagonista (El rey león, Bambi...). La muerte es algo que está en nuestras vidas, dice Miyazaki y, una vez superada, no debe confundirse su experiencia con el impulso natural de ser mejores (Kimba). La venganza es otro cuento.
Sea como sea, yo creo que no se trata de obsesión sino de una forma distinta de relacionarse con el mundo. ¿Estamos los occidentales obsesionados con la belleza superficial y superproducida de las cosas? Todo depende de qué nos enseñaron a entender por belleza, y de si somos capaces de crear nuevos patrones a partir de las premisas de belleza que manejamos. Al contrario de lo que pareciera a simple vista, creo que en occidente vivimos un poco más encorsetados, estamos más reprimidos, en este sentido. Y nuestra obsesión por nuestra belleza pocas veces nos lleva a algún sitio. Creo que los clásicos griegos, con toda su rigidez pitagórica y con toda su moral platónica, estaban más cerca que nosotros de relacionarse de manera armónica con la belleza. Y manejaban cánones distintos de belleza. Tal vez nosotros tampoco deberíamos olvidar a los ancestros.
Son impresiones.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Qué bueno, Daciana. Tu comentario sobre el surrealismo me hizo pensar en películas como Los tres tesoros de Inagaki, o incluso Kwaidan de Kobayashi. Su vía absurda o cómica es ciertamente interesante.
¿Dónde has conseguido Funky Forest? Llevo un tiempo buscándola (y en la mula no está).
Gracias por los datos. Buscaré.
Un saludo

Portnoy dijo...

Daciana, estoy completamente de acuerdo en que parte de la fascinación que nos provoca el cine japonés es a causa de lo que tu llamas ignorancia, aunque me gustaría más llamarlo desconocimineto, de la cultura japonesa. Es esa extrañeza que nos provoca lo que no conocemos en detalle lo que hace que pequeños detalles, seguramente intrascendentes desde la perspectiva japonesa, nos impacten y despierten en nosotros la extrañeza. Eran esos pequeños detalles los que quería destacar y que destacaseis.
La cosa no ha sido así y habéis preferido apuntar hacia aspectos más globales del cine japonés, afortunadamente, porque los comentarios que estáis dejando son muy interesantes.
Gracias por los datos que dejas, Daciana... investigaremos, seguro. Pero, ¿no crees que apuntas a la occidentalización de la cultura japonesa? Y no es que esté en contra. Si hay una hibridación global de tendencias y estilos, aunque se tendiense a una homogeneización cinematográfica, aún así creo que los japoneses serían especiales, destables, distintos.
Vernon, preguntas si no "estamos los occidentales obsesionados con la belleza superficial y superproducida de las cosas"... es posible, pero no crees que lo que sí estariamos es avergonzados de lo contrario: ¿Sería posible Gohatto o Adios a mi concubina en occidente? ¿No tiene que desplazarse Cronenberg a Oriente para filmar M. Buterfly?
El culto a la belleza es impensable en occidente, es inadecuado e incluso obsceno a causa de nuestra tradición judeo-cristiana. Sí, debemos remontarnos a la Grecia clásica o a sus tímidas (y cautas) resurrecciones puntuales.
En fin... gracias por vuestros interesantísimos comentarios.

Anónimo dijo...

Pides detalles que sorprendan...
El humor, que dice Daciana, en primer lugar. Me sorprende sentirme reír en la secuencia en que Yamamoto (Kitano) saca un ojo a Denny (Epps) y sigue tranquilamente su camino; o cuando Kakihara (Asano), que tiene colgado de unos ganchos a Suzuki y le acaba de verter aceite hirviendo sobre su cuerpo (en el que fríe segundos antes su tempura), responde a la pregunta del jefe Funaki de “¿qué crees que estás haciendo?” con un “¿Esto?, es sólo un poco de tortura”; o cuando la chica de embarque del aeropuerto de Osaka pregunta al jefe yakuza (Miike) por qué no llevan equipaje y él responde que sólo van a matar a un tipo y que en seguida regresan a Japón. No debería reír, en sí no tiene mucho de gracioso –menos contado y no visto–, pero es el cambio abrupto de registro, el desconcierto que esto provoca, son las caras y los cuerpos impasibles de los actores en su contexto (como me pasaba y me pasa con Mifune).
Me sorprende estar en tensión todo el tiempo en Ringu, y que cuando llegue el clímax, en el que se supone que tengo que saltar del asiento del susto, me pongan una secuencia bellísima: Reiko (Matsushima), ya sin tiempo para vivir, encuentra el cuerpo de la pequeña endemoniada en el fondo oscuro de un pozo y lo acuna. (Por cierto, Nakata también viene del pinku eiga). Y, para colmo, la película sigue (jo, qué bien está contada esta historia).
Me sorprende que la violencia de películas como Koroshiya Ichi o Sonatine sea sólo una capa que hay que traspasar para encontrar lo realmente importante (que, por lo general, son todavía más y mejores problemas).
Me sorprende encontrar la belleza, de la que hablas tú y Sergi, en películas muy duras para mí como Rampo jigoku. ¿Qué hace ahí y por qué no chirría? O, en un registro algo distinto, Vital de Tsukamoto, o en Oodishon.
Todavía me sorprende ver a una japonesa en kimono mostrando las cervicales. Se me levanta la piel. Y también me sigue sorprendiendo el control absoluto del cuerpo (sobre todo del cuello y de las caderas) de samuráis y ronin en los actores que los interpretan. Qué estampa tan hermosa.
La lista podría ser muy larga. Corto.

Por cierto, el comentario de Sergi me recordó que en el Genji monogatari ya hay una incursión metaliteraria (como dices de Kitano). Creo que quedó en el refugio.

¿Estaríamos avergonzados de no obsesionarnos con una belleza superficial y superproducida, dices, Portnoy? No lo sé, a mí me cansa y hace que pierda los estímulos. Me cansa cuando es gratuita y no se asocia a asuntos más interesantes.
No sé si serían posibles en occidente. Habría que contar con tiempo, y el cine occidental no suele tenerlo. Estoy pensando en cuando Lars von Trier tenía más tiempo en sus historias, y menos medios... no lo sé.
El culto a la belleza existe en occidente, aunque no sea regla y tenga que pelear aun hoy con nuestras convenciones sociales. El culto al cuerpo bello sí que existe en toda regla y no tiene que pelear con nada. También existe photoshop. La imagen bella y vacía es recurso fácil y muy utilizado en nuestro cine, y cubre los agujeros de un mal guión, de un problema en la temporalidad de la narración, en la construcción de los conflictos, de una mala actuación, una dirección o una producción deficientes, etc. (Memorias de una geisha, Alatriste...). Yo creo que la belleza es como la música en el cine: o la haces parte de la historia o es mero acompañamiento. Creo también que nos hemos acostumbrado a que sea mero acompañamiento y necesitamos nuestra dosis. La cantidad de escenas de desnudos innecesarios que abundan en nuestro cine es abrumante. Es verdad, siempre es un placer contemplar un bello cuerpo desnudo, pero no siempre tiene cabida en una historia (ni algunos cuerpos bellos ni algunas otras imágenes bellas).
Me alargo. Disculpa.
Un saludo

Sergi Bellver dijo...

Disculpad mi aturdimiento, pero es que acaban de darme caña en mi bitácora y estoy haciendo la digestión, mañana habrá consecuencias.

Sólo quería deciros una cosa respecto a este foro: ¡qué nivel!

Da gusto sentarse a leeros.

"Domo arigato"!

luis dijo...

1- Me he preguntado en verdad lo mismo Portnoy, será acaso las nuevas tendencias del cine japones una muestra de su occidentalización? Por otro lado no se podrá ver al reves, que el cine "mundial" ha tendido a las formas que se manejan en el cine japones? Hablaria de toda el llamado cine postmoderno de los últimos anhos, sus métodos de narración múltiple (Figgis, Inharritu, Jonze) o la tendencia a dejar amplios espectros de interpretación (Lynch) parecen encontrarse ya en el clásico cine japones. Depronto hay que verlo desde la otra perspectiva.
2- Ahora, de la belleza, me es dificil de determianar si las películas orientales son mas "bellas" que las occidentales. Pongamos el ejemplo de un Alan Ranais, o de un Julio Medem, a mi me parecen que sus planos suaves, leves tienen mucho de esa hermosura que se le inscribe a el cine japones. Bueno, y si hablamos de Tarkovsky (pero todos lo sabemos el es ruso y no occidental!)...
3- Y llegando al punto, me parece que lo que genera la facinación por el cine oriental es (y aunque suene muy sencillo) que es exótico, diferente, sorpresivo. Quizas solo Tarantino llega a hacer escenas de cine violencia-comedia en occidente, en japon es más bien común; pero es quizas solo cómico porque nosotros como espectadores occientales no lo esperariamos. Así, de esa misma forma la belleza contemplativa, llega hay en el medio de una película de horror.
4- Como decía Miyazaki (gracias Vernon por la cita), el cine américano infantil también se alimenta de el tanathos, solo es que este parece siempre escondido, como en las tragedias griegas. en vez el cine japones habla directamente de ello. Es curioso, pero en mi opinión personal me parecen la mayoria de los diálogos japoneses flojos, muy evidentes. Será que hay esta Dao hablando de una forma directa, anhos de sabiduria oriental precisa vs. la necesidad katharsica aristotélica? esa necesidad de dejar al arte decir lo que quizas la filosofía no se atreve por su necesidad de lógica?
5- Lo que nos facina es su rareza. Y si Portnoy, creo que si bien el cine japones se "globaliza" un poco al mismo tiempo parece que no perdiera su identidad, incisto, creo que la clave esta en la forma de producción de los cineastas japoneses y en las firmas productoras que no se ofuscan con el material que les llega. Y lo que más me pregunto es como serán apreciadas estas películas en japon, que tipo de mainstream es este? O será que no es para nada mainstream? Hay que hablar con un japones...

luis dijo...

Perdon, hablaba de Alain Resnais! lapsus...
A y Funky Forest la vi en un festival, sorry... ni idea conmo se conseguíra.

Portnoy dijo...

Es un privilegio contar con vuestras colaboraciones. Y lo digo muy serio.
Gracias.
Lo que esperaba preguntando sobre el cine japonés es construir con vuestra ayuda una especie de mapa de singularidades que en cierta forma definan a la cinematografía de ese país. Creo que lo vamos consiguiendo.
No sé si será de ayuda pero me fascinó el hieratismo y la (aparente) frialdad de los personajes de Tokio Monogatari, ocultando sus sentimiento, manteniendo las distancias, impasibles al menos en lo que a acción postural se refiere. Los personajes jamás se tocan.
En ese sentido la espada del samurai tiene la longitud precisa para herir sin acercarse demasiado al contrincante. Puedes matar a tu enemigo pero no tocarlo. A pesar de que en esta especie de filosofía que envuelve a los samurais, con sus códigos y sus categorías, la perfección es una de las virtudes letales de los maestros, en las películas de Kurosawa no ocurre así. La perfección ciega de Zatoichi contrasta con la torpeza de los ronin de Kurosawa, personificados de forma ejemplar por Toshiro Mifune, lanzando estocadas sin sentido en todas direcciones. Kitano corta el árbol de un certero tajo, Mifune hubiese golpeado varias veces, seguramente hubiese acabado revolcándose en el suelo gritando. ¿Desmitifica Kurosawa a los samurais o pretende ser realista? Las dos cosas, casi seguro.
Pero los espacios vacíos es lo más perturbador en un país del que nos hemos formado una idea de urbes abigarradas. La playa antes del disparo final, los bosques por los que caminan atados los locos enamorados, las habitaciones casi desnudas de muebles, la montaña a la que asciende cargando a su madre en la espalda... (pienso que la magnífica naturaleza japonesa contrasta con esos interiores minimalistas en los que, quizás, buscan la calma)
No sé, es complicado... esas dedales para beber sake, y esas botellas diminutas... en algunos momentos me desesperan.

Anónimo dijo...

La perfección es virtud para el samurai, pero debe alcanzarse. Los samuráis de Kurosawa son de distintos tipos, Portnoy. Recuerda en Los siete samuráis a Shino que es ejemplo de perfección. Casi ningún gesto de su cara permite saber lo que piensa; jamás abandona el porte samurai ni pierde la guardia; su katana es la extensión de su brazo, y su mano desnuda es una katana. No habla, pero siempre está.
Como tú dices, Mifune es un ronin. Cuando los samuráis perdieron a sus daimyos y se les prohibió oficialmente hacer seppuku, hubo que fijar nuevamente las normas del bushido. (En el Hagakure se nos habla de la relajación de las normas del samurai.) Y los ronin son reflejo de ese mundo que se perdía. Pese a todo, Yojimbo es un samurai, y si recuerdas el duelo final en Zatoichi y Yojimbo (aunque no sea de Kurosawa), Sassa mata de un golpe certero a Kuzuryu (en el que se inspira el duelo final de Zatoichi de Kitano. Homenaje a Mifune). Sin perder tiempo, sin ensañamiento ni complacencia, aunque también sin piedad (como dice el Hagakure).
Yo creo que Kurosawa es realista en esto. Y Mifune es Mifune (el mejor actor del cine japonés, ja). Decía Kurosawa que Mifune podía cambiar el gesto de su cara en un segundo, mientras que los demás actores tardaban treinta. Ciertamente explotó esta cualidad hasta el delirio.
En gran parte de las películas de samuráis podemos verlos haciendo payasadas y manteniendo el porte a la vez. Yo creo que los japoneses aceptan sin problemas las dos versiones, y que el bushido deja la suficiente libertad como para que, aún hoy, se le interprete de distintas maneras (y terrible interpretación se le dio durante la Segunda gran Guerra).
Kitano, en cambio, dijo que le parecía completamente inverosímil que un ciego pudiera ser tan certero con su sable, y ya que era inverosímil, mejor teñirlo de rubio.
Una película para reírse de todo esto y de lo que venimos hablando es Minna-yatteruka. Qué chorrada tan divertida y bien hecha. La parodia del Zatoichi de Shintaro Katsu (ocho años antes de que Kitano hiciera su propio Zatoichi) es muy divertida. También la de Mifune. A mí me lo parece, al menos.
Uf, los espacios. Complicado, señor mío. Terminaremos en cuál es la diferencia entre un bonsáis chino y uno japonés.
Gracias por hacernos pensar en voz alta, sanpei. No es frecuente.
Bueno, bueno, muy bueno el comentario sobre El animal moribundo.
Ay, Funky Forest, Daciana. Dime, ¿al menos vale la pena esperarla y perderla tantas veces? (me temo que será un desastre cuando la vea).
Un saludo.