También podríamos verlo como un relato de superación, pero me parece la visión menos interesante de las que sugiere El Pecho: Shakespeare a través de la voz de Laurence Olivier saca a Kepesh de su aturdimiento voluptuoso y le devuelve al académico mundo al que pertenece.
Porque Kepesh es profesor de literatura y me parece que no es una elección al azar por parte de Roth. Con el tiempo este atípico narrador de Roth protagonizará otras dos novelas: El profesor del deseo (The Professor of Desire), 1977 y El animal moribundo (The Dying Animal), 2001. La primera, que no he leido, es “una exploración madura de los conflictos entre la razón y la pasión” la segunda una reflexión despiadada de la unión entre sexo y muerte. En palabras de Milan Kundera:
Philip Roth es un gran historiador del erotismo moderno… habla de una sexualidad que se cuestiona a sí misma; es un hedonismo tranquilo pero problemático, herido, irónico hedonismo. Crea la poco corriente unión de la confesión y la ironía. Infinitamente vulnerable en su sinceridad y infinitamente elusiva en su ironía.Esa particularidad de Roth, su faceta de “historiador del erotismo moderno” es patente en El Lamento de Portnoy ( Portnoy's Complaint), 1969, en El teatro de Sabbath (Sabbath's Theater), 1995, y en las tres novelas protagonizadas por Kepesh.
La tercera faceta destacable en El Pecho es la del juego literario y el hecho que Kepesh sea profesor de literatura apunta en esa dirección.
Los tres referentes básicos a los que apunta Roth están remarcados en el texto de forma inequívoca: La metamorfosis de Franz Kafka, La nariz de Nicolai Gogol (que se puede leer en línea en Ciudad Seva: La Nariz )y Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift.
Ya hemos hablado de la relación con Swift en el anterior post sobre El Pecho. Tal vez remarcar a propósito del texto expurgado de Los viajes de Gulliver el talante provocador del relato de Roth, buscando, quizás, ese escándalo que le conduciría ser calificado de texto licencioso... en 1972, claro.
La relación con la primera es evidente: Kepesh despierta el 18 de febrero de 1971 transformado en un pecho:
“...una glándula mamaria sin ninguna relación con ninguna forma humana, como solo podría aparecer, habría pensado uno, en un sueño o en una pintura de Dalí. Me dicen ahora que soy un organismo con la forma general de un balón de futbol norteamericano o de un dirigible; dicen que tengo consistencia esponjosa, peso sesenta y tres kilos (...) y que sigo midiendo metro ochenta de altura”Mientras que Kafka narra las consecuencias de la transformación de Gregorio Samsa desde fuera, Kepesh narra su metamorfosis desde “dentro”, como si hablase con el lector (una peculiaridad de Kepesh que también compartía la confesión psicoanalítica de Portnoy). Mientras que en La Metamorfosis un absurdo surgido de una visión cómica de la realidad domina el relato, en El Pecho la ironía presuntuosa de Kepesh nos empuja a una dicotomía: cierto rechazo hacia el jactancioso narrador y cierta fascinación por la forma en que se nos plantea la historia.
(Traducción de Jordi Fibla para Mondadori)
Pero no nos engañemos: El Pecho no es una de las mejores obras de Roth. No sería ni siquiera una obra remarcable de no pertenecer a su autor. Es un divertimento, una curiosidad, una provocación y un juego literario.
En La Nariz Gogol nos plantea los problemas que se le presentan a un hombre que despierta sin su nariz. El aire general de la obra es irónico y mordaz (con cierto cariz angustiante que inspiraría a Dostoievski en la creación de El Doble). Es el mismo tono que adopta Roth para las aventuras de Kepesh. ¿Qué importa que lo que nos cuente sea plausible o no?:
¡Ahí tienen ustedes lo sucedido en la capital norteña de nuestro vasto imperio! Y únicamente ahora, atando cabos, vemos que la historia tiene mucho de inverosímil. Sin hablar ya de que resulta verdaderamente extraña la separación sobrenatural de la nariz y su aparición en distintos lugares bajo el aspecto de consejero de Estado.Y quizás esté completamente equivocado. Quizás la única referencia válida para El Pecho y para otras novelas de Roth sea Rabelais.
(...)
Nada, nada, que no lo entiendo. ¡No lo entiendo de ninguna manera! Pero lo más chocante, lo más incomprensible de todo es que los autores sean capaces de elegir semejantes temas. Confieso que esto es totalmente inconcebible, es como si... ¡Nada, nada, que no lo entiendo! En primer lugar, que no le da ningún provecho a la patria; en segundo lugar... Bueno, pues, en segundo lugar, tampoco le da provecho. No sé lo que es esto, sencillamente...
Aunque, sin embargo, con todo y con ello, si bien, naturalmente, se puede admitir esto y lo otro y lo de más allá, es posible incluso... Porque, claro ¿dónde no suceden cosas absurdas? Y es que, no obstante, si nos paramos a pensar, seguro que hay algo en todo esto. Se diga lo que se diga, sucesos por el estilo ocurren en el mundo. Pocas veces, pero ocurren.
Nicolai Gogol; La nariz
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