10/8/06

El camino II

Llegaban a un recodo del camino, cuando el labriego, torciendo la dirección a las caballerías, dijo:

-Ahora tenemos que echar por esta vereda. El puente está roto y no se puede vadear el río sino por el cerrillo de los Lirios.

-¡El cerrillo de los Lirios! -dijo el caballero, saliendo de su meditación-. ¡Cómo abundan los nombres poéticos en estos sitios tan feos! Desde que viajo por estas tierras, me sorprende la horrible ironía de los nombres. Tal sitio que se distingue por su árido aspecto y la desolada tristeza del negro paisaje, se llama Valle-ameno. Tal villorrio de adobes que miserablemente se extiende sobre un llano estéril y que de diversos modos pregona su pobreza, tiene la insolencia de nombrarse Villa-rica; y hay un barranco pedregoso y polvoriento, donde ni los cardos encuentran jugo, y que sin embargo se llama Valdeflores. ¿Eso que tenemos delante es el Cerrillo de los Lirios? ¿Pero dónde están esos lirios, hombre de Dios? Yo no veo más que piedras y yerba descolorida. Llamen a eso el Cerrillo de la Desolación y hablarán a derechas. Exceptuando Villahorrenda, que parece ha recibido al mismo tiempo el nombre y la hechura, todo aquí es ironía. Palabras hermosas realidad prosaica y miserable. Los ciegos serían felices en este país, que para la lengua es paraíso y para los ojos infierno.


Doña Perfecta, de Benito Pérez Galdós

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Crudeza y desolación, mas hay un brillo en las palabras, eh...
encuentras el tono, le das la mira al punto...

gracias.

:)

Danae dijo...

"Mi querida Gladys, no cambiaría vuestros nombres por nada del mundo. Los dos son perfectos. Pensaba principalmente en las flores. Ayer corté una orquídea para el ojal. Era una hermosa flor moteada, tan llamativa como los siete pecados capitales. En un momento de distracción pregunté a uno de los jardineros cómo se llamaba. Me dijo que era un magnífico ejemplar de Robinsoniana, o algo así de horrible. Es tristemente cierto, pero hemos perdido la facultad de dar nombre hermosos a las cosas. Y los nombres lo son todo. Nunca disputo con hechos. Mis únicas disputas son con las palabras. Ésa es la razón de que odie la vulgaridad del realismo en la literatura. Al hombre que llamase azada a una azada debería obligársele a utilizarla. Es para lo único que serviría."

El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde

P. E. Rodríguez/R.Coll dijo...

Qué bien ese fragmento, Portnoy.

Me pregunto que habría ocurrido si el Caballero Aristotélico de la narración se hubiese encontrado en sus viajes con un asentamiento de casas ruinosas y calles solitarias cercano a las costas del Caribe venezolano llamado, en lo que quizá sea un afán tremendista: Perro seco.

No es que importe mucho, pero tengo años intentando comprender ese nombre. Nunca he terminado de decidirme a pensar si se trató de un gesto de alegre autoironía. O más bien de dura desolación.

Saludos.

Portnoy dijo...

Gracias por vuestros comentarios.
Eso de Perro Seco... espero que no se deba a un comentario gastronómico. Pero nombres como ese deben obedecer a la desesperación, sí, a la desolación sin esperanzas.

Anónimo dijo...

Bueno, es que cualquiera se pone a decir ahora que esos nombres tenían una presencia lógica y no ontológica, jejeje.

El discurso del personaje parece que se inscribe en un nominalismo antiguo, que trata de equiparar el nombre de la cosa a la cosa en sí; y si no coinciden el nombre en atrapar la esencia de lo nombrado, entonces una de dos: o es flatus vocis (es el caso que, más o menos, contempla el personaje, porque no llega a negar la realidad de lo existente), o bien la cosa no tiene realidad ontológica (para decirlo en román paladino: que no existe).

Qué andarás excavando por ahí que nos vienes con esos fragmentos, Port...

Y salud

Francisco Ortiz dijo...

Cuando leemos, las palabras son más fuertes que los lugares que nombran, que las personas a las que nombran. Pero la realidad siempre es más fuerte que todo, incluidas las palabras. Un fragmento muy interesante.

Anónimo dijo...

La Realidad es falsa