Alrededor de 1923 Emilio Carrere vendió a un editor madrileño una falsa novela constituida probablemente por el manuscrito de su novela corta, ya publicada el año anterior, Un crimen inverosímil y un montón de papelazos para hacer bulto. Un escritor casi novel, Jesús de Aragón, fue encomendado por el mismo editor para completar el desaguisado. Éste, utilizando el original de Carrere y acudiendo a otras de sus obras (La leyenda de San Plácido y, sobre todo, La calavera de Atahualpa) cumplió su cometido a la perfección, tanto que su nombre jamás fue mencionado y La torre de los siete jorobados pasó a la historia como obra de Emilio Carrere, aunque rodeada de misterio, sospecha y chismes varios acerca de su autoría.
Jesús Palacios, Prólogo a La torre de los siete jorobados.
En la red hay excelentes artículos que tratan tanto de la novela como de la película. Muy recomendable es el de La torre de los siete jorobados: Una obra a ocho manos; Lenina M. Méndez para Espéculo
La torre de los siete jorobados es una novela atípica, en primer lugar porque su autor jamás la escribió. Segundo porque su autor jamás ha sido reconocido públicamente. Y tercero porque es fruto de la insistencia de un editor, lo cual en otras condiciones y con otros resultados hubiésemos calificado de explotación económica.
Como novela atípica tuvo que encontrar un atípico director cinematográfico para ser adaptada al cine. En 1944 Edgar Neville lleva al cine La torre de los siete jorobados y en una nueva vuelta narrativa convierte la inexistente historia de Carrere en una película que, aún manteniendo la esencia de la novela, tiende hacia los estándares del cine de Hollywood y a su esquema básico, chico conoce chica y así hasta el happy end. La historia se aleja tanto de la “original” que “La Torre” que se elevaba en el cielo de Madrid se invierte para adentrarse en las profundidades de la tierra.
Pero la película también se convierte en una obra atípica ya que la lectura que sugiere Neville, con múltiples referencias al cine mudo alemán (Wegener, Wiene, Lang...) y al cine de misterio y aventuras estadounidense de la época, y con su inherente casticismo, pretende agradar tanto a la crítica como al público. Pero no es hasta su redescubrimiento décadas después que el objetivo de Neville puede verse cumplido.
Pienso que La torre de los siete jorobados tiene una peculiaridad aún mayor. Nótese que no he especificado a que obra me refería, si la cinematográfica o la literaria; porque pienso que no deben desligarse, que es uno de esos extraños casos en que obra literaria y adaptación cinematográfica deben ir de la mano, sobre todo porque apenas tienen en común más que un tenue hilo narrativo... aquel que tendió Carrere al dejar el manuscrito de una novela inexistente en la mesa de su editor y salir con el dinero que le pagó, posiblemente a jugárselo a la ruleta a los números que un invisible señor Catafalco le recomienda.
Verdaderamente el señor Catafalco tiene una presencia inquietadora. Es alto y escuálido, como una sombra, bajo el arco peludo de las cejas tiene un ojo pequeñito y relampagueante, que contrasta con el otro ojo, dilatado, turbio y alucinador, que se abre como una llaga redonda entre los costurones de una cara flácida, de un color blanquecino, rodeada de una gran barba negra. Su nariz es un enorme pimiento abatido sobre la boca cárdena, rasgada y burlona como la de una carátula faunesca.
(...)
En toda su figura hay algo de espectral; parece que su carne es tierra que se va a desmoronar de un momento a otro (...)
Emilio Carrere, La torre de los siete jorobados
Ved la novela y leed la película.
Expresionismo:
Las caras del Mal:
El jugador, los jorobados y el fantasma:
El Misterio:
(la última imagen parece sacada de La tumba india de Lang ;-) )
11 comentarios:
Nunca había oído hablar de ella, ni de la peli.
Inmediatamente agregada a la pila de cosas que tengo por hacer.
Abrazos.
Muchas gracias, Portnoy, me ha encantado. Últimamente tengo el club Diógenes un poco olvidado, no tengo perdón. El último que leí, hace casi un año, fue "El manuscrito encontrado en Zaragoza" y... no es que me decepcionara, pero digamos que es de esos libros que están más cómodos en el recuerdo que en la lectura.
Ahora, con este, me has despertado. No lo tenía presente, pero en cuanto pueda, me meto. Otro motivo para desear que este mes acabe de una vez.
Un saludo.
L
Del pasmo se me cortó el comentario hace un segundo. Repetimos:
Las caras del mal, son exactamente las que lograríamos ver bajo la circunspecta sonrisa comercial del agente bancario, si halláramos el modo de arrancarle la máscara de cera:
-la primera, tras invitarnos a tomar asiento, una vez informado de nuestra urgencia por un préstamo, habiendo traspasado el umbral (la estigia, casi) del despacho.
-la segunda, al cómputo mental de comisiones e intereses, mientras deja que nos confiemos en el relato de las vacaciones que habremos de posponer por la deuda que estamos a punto de contraer.
-la tercera, mientras pronuncia "como quieran, sin ningún compormiso", un instante antes de arrancarnos el corazón con sus dedos de sombra, en anhelo exterminador, al escuchar la frase "si eso ya miramos un poco por ahí, a ver qué nos conviene más".
Me perturbas el sueño con tus hallazgos, Portnoy.
De Valdemar y el club Diógenes estoy con los cuentos completos de Kafka, pero me apunto tu recomendación.
pd: curioso, a menudo era más fácil pintar un libro en blanco y negro de lo que es ahora retratarlo en colores.
Sergi lo que tienes que hacer la próxima vez que te enfrentes a tu agente bancario es mirar disimuladamente a su espalda para ver si una pequeña joroba la culmina. Si es así desconfía. El Plan se extiende mediante intangibles zarzillos. Carrere, Aragón y Neville lo sabían. Por eso los condenaron al oscuro desván de los clásicos malditos.
Me alegra, Gabriela, Danae, haber despertado vuestra curiosidad.
Un saludo y gracias por vuestros comentarios.
Y la mía. Corro a mi librería de cabecera para adquirir esa joya. Siempre me han gustado los folletones, creo que tengo todo lo que se ha publicado de Gaston Leroux y Maurice Leblanc.
Y los fotogramas de la película son dignos de Robert Wiene.
Mi más profundo agradecimiento por su recomendación.
De nada... para eso estamos.
:-)
Para quien esté interesado, una vez visto el libro y leída la película, en la curiosa y "mal conocida" obra cinematográfica de Edgar Neville, me permito recomendar el libro: "El cinema de Edgar Neville" de Julio Pérez Perucha, publicado por la Semana Internacional de Cine de Valladolid en 1982.
Q maravilla d eimágenes! Han conseguido TRANSPORTARME.
Gracias por el consejo, Lentitud.
Espero que la película te transporte aún más, Álvarez.
Un saludo
La canción que canta el arqueólogo perdido: Dame la patita, no seas ingrata. Dame la patita, no me des la lata. ¿Quién la canta? en la película.
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