21/4/06

António Lobo Antunes

Uno no puede resistirse a la tentación de leer una novela con un título tan maravilloso: Tratado de las pasiones del alma.
Es mi segunda novela de Lobo Antunes tras ¿Qué haré cuando todo arde?. Diez años de diferencia hay entre las dos novelas por lo que cualquier comparación entre ambas novelas supondría intentar clarificar lo que es el estilo literario de Lobo Antunes. Pero dos novelas tan separadas en el tiempo y algunos de sus artículos publicados en Babelia-El País no implican demasiado conocimiento de la obra de un escritor como para empezar a glosarla y sacar conclusiones al respecto.
Pienso que sí hubiese tenido que escoger a un autor portugués para concederle el Premio Nóbel sin ninguna duda antes que a la trasnochada filosofía new-age de Saramago, una narrativa plagada de conformismo y lugares comunes, hubiese apostado por Lobo Antunes, más arriesgado literariamente y no menos comprometido socialmente. De hecho las normas del Premio Nóbel de Literatura implican que debe concederse "a quien haya producido en el campo de la literatura la obra más destacada, en la dirección correcta", lo cual es bastante ambiguo, a lo que hay que añadir lo de “que suponga una contribución notable a la sociedad”... más ambigüedad.

Dejemos de lado mis fobias personales.


Lobo Antunes es un escritor que cuida especialmente la forma de sus obras. Según ha comentado en una entrevista:


"Me interesa el trabajo con las palabras. Las historias de mis libros me importan un pito” (...) “La estructura sí;(...). Me interesa intentar traducir en palabras lo que por definición es intraducible (las emociones, los impulsos...) y vertebrarlo en un todo coherente. La intriga me tiene sin cuidado; lo que busco es estar más cerca del corazón, de la vida”.

De esta manera, esforzándose en mostrar al lector ese mundo interior de impulsos y emociones, crea unas novelas en las que el ritmo temporal está completamente truncado. Si bien el conjunto de la obra, los sucesivos capítulos, muestran cierta continuidad temporal, mantienen una evolución de la historia sobre la línea del tiempo, el interior de cada capítulo, estructurado en diversos bloques, muestran un caos temporal fruto de la indagación del autor en la memoria de sus personajes.
Intentar una sinopsis de sus novelas es un trabajo infructuoso: Una sinopsis no puede aportar nada a una literatura en la que es primordial el uso de las palabras para captar conceptos abstractos. Pero sin embargo, tanto Tratado de las pasiones del alma como ¿Qué haré cuando todo arde? son, a pesar de lo que se pueda pensar por lo que acabo de decir, novelas en que lo humano está muy por encima de la técnica narrativa. Lobo Antunes nos empuja a un frenético descenso por las entrañas de la mente humana, por las pasiones más ocultas y los sentimientos más recónditos, empleando para ello un tremendo laberinto de palabras que conforman frases que conforman párrafos que no enlazan temporalmente con el siguiente ni con el anterior. Lobo Antunes exige, es inflexible literariamente.
La evolución que puedo constatar en estas dos novelas apunta hacia una mayor dificultad tanto en su composición como en su lectura: En ¿Qué haré cuando todo arde? Lobo Antunes desmonta toda la narración al nivel de cada frase, de forma que parece haber una única voz que domina, diluyendo al resto de narradores, diluyendo al propio autor. En sus propias palabras:


“Pienso que hay una sola voz que se fragmenta y se divide, en mis inicios hacía planes detallados pero ahora parto de la nada, de una idea vaga, el hilo narrativo es para el escritor como la cuerda para el alpinista, el reto para mí surge de cómo crear personajes que despierten emociones sin este hilo, me veo como una entidad entre dos instancias, traduciendo lo que las voces interiores me dictan ya no sé si escribo o traduzco unos mensajes amorfos”


En Tratado de las pasiones del alma esa posesión no alcanza esos niveles de disolución. Hay una voz única, la voz de Antunes o la voz de un narrador omnisciente pero también es un continuo diálogo entre los personajes a lo largo del tiempo, personajes que dialoga con la misma voz, que son denominados con epítetos relativos a su profesión (qué curioso... como Saramago) y que conversan construyendo una historia. En la novela de 1990 hay todavía cierto interés en lo que se cuenta, en la trama narrativa. En la de 2001 la trama se resuelve apresuradamente, como una obligación que no interesa demasiado al autor.
Lobo Antunes es un escritor arriesgado que pide al lector un esfuerzo al que quizás en los últimos tiempos no esté acostumbrado. Pero también hay que reconocer que es un escritor irregular: Hay fragmentos dentro de sus novelas que se prolongan innecesariamente, las continuas repeticiones en las que acostumbra a recrearse no ayudan a que la narración avance fluidamente, consiguiendo en ocasiones un efecto contrario al buscado: en esa exploración del alma humana el lector puede salir hastiado de tanta mediocridad.
Son sus novelas tratados sobre las pasiones del alma, tratados literarios de alto nivel. Tal vez no sea el mejor escritor del mundo, pero hay que agradecerle el esfuerzo de sus composiciones titánicas en las que siempre encontraremos destellos de perfección.
Sea como sea hay que leer a un hombre que opina de la narrativa contemporánea que:


“Me da la impresión de que todos (los libros) son escritos por la misma persona. Son historias bien hechas, en general, y a mí no me gustan las historias bien hechas. Me gustan personajes con densidad. Me gusta la gente que es como una guerra civil en su interior; gente con quien puedes tener una lucha, en el buen sentido, claro. Me gusta la gente que se hace el haraquiri y que deja su sangre para mezclarla con la tuya como en un pacto”.


António Lobo Antunes; Bibliografía:

Memória de Elefante (1979)
Os Cus de Judas (1979)
Explicação dos Pássaros (1980)
Conhecimento do Inferno (1981)
Fado Alexandrino (1983) (Fado Alejandrino)
Auto dos Danados (1985) (Auto de los condenados)
As Naus (1988) (Las naves)
Tratado das Paixões da Alma (1990) (Tratado de las pasiones del alma)
A Ordem Natural das Coisas (1992) (El orden natural de las cosas)
A Morte de Carlos Gardel (1994) (La muerte de Carlos Gardel)
Crónicas (1995) (Libro de crónicas: una selección)
Manual dos Inquisidores (1996) (Manual de Inquisidores)
O Esplendor de Portugal (1997) (Esplendor de Portugal)
Exortação aos Crocodilos (1999) (Exhortación a los cocodrilos)
Não Entres tão Depressa Nessa Noite Escura (2000) (No entres tan deprisa en esa noche oscura)
Que farei quando tudo arte (2001). (¿Qué haré cuando todo arde?)
Segundo livro de crónicas (2002)
Diálogos (2003)
Boa tarde às coisas aqui em baixo (2003). (Buenas tardes a las cosas de aquí abajo)
Eu hei-de amar uma pedra (2004). (Yo he de amar a una piedra)
História do hidroavião (infantil, 2005)
D'este viver aqui neste papel descripto: cartas de guerra (2005)


(Los fragmentos seleccionados, como la mayoría de sus obras, traducidos por Mario Merlino)



Leed la crónica de Lucía sobre La noche de los libros de Madrid con la participación de Lobo Antunes

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo leí "Esplendor de Portugal" y desde entonces le sigo el rastro a Lobo Antunes. Tengo un par de novelas más suyas por aquí que quiero leer.
Como bien decís (y es de los motivos por los cuales disfruto su lectura), es un autor arriesgado, experimental en cuanto a su juego con el lenguaje y que te obliga como lector a participar y a pensar. Es cierto que a veces tiene fragmentos que se alargan demasiado (pero siempre puede uno salteárselos...), sin embargo me parece que tiene una obra sólida e interesantísima, que merece ser explorada.
Me gusta cuando dice "Me gusta la gente que se hace el haraquiri y que deja su sangre para mezclarla con la tuya como en un pacto". Coincido con él.

Portnoy dijo...

Cuando me canso o me aburro con las novelas que me intentan vender como el no va más de la literatura actual pienso que al menos me queda el mundo de Antunes por explorar.
Sin embargo sus obras tienen cierta cualidad repelente, como si quisieran mantenerte a distancia, como si debieras asaltarlas sin pensarlo... quizás sea esa la solución, el modo de leer a Antunes, diluyéndose en su prosa.
Gracias por tu comentario, Jacinta

9-14-19-44-45 dijo...

Buenas tardes (o noches, o dias, que nunca se sabrá cuándo se leerá esto).
El saludo era obligado, teniendo en cuenta que es la primera vez que opino en este blog. Como no menos obligada es la felicitación hacia el blog en sí.
En cuanto a Lobo Antunes, y sin meterme en guerras draconianas sobre la oportunidad o no del Nobel a un elevado número de premiados, lo considero también un escalón por encima de Saramago y sus trucos de magia demagógicas (será el nombre, que pesa). De todos modos, coincido igualmente (tanta coincidencia no es casualidad; si no, no estaría escribiendo en este blog) en que me genera una repelencia especial. Curiosamente (otra vez, lo sé) he leído también Tratado... y no creo que me embarque en otra en muchos años. Mientras la lees, disfrutas. Pero te cuesta coger el libro de nuevo cuando estás peleándote con él. Te da pereza. No crea adicción cuando no lo estás leyendo (en el momento de hacerlo, sí: por eso Lobo es bueno, pese a todo).
Y nada, que ya me alargo mucho.

Portnoy dijo...

Gracias por el comentario Alex... sí, es cierto, tanta coincidencia...

Anónimo dijo...

Sólo he leído tres obras de este gran escritor, con la primera que leí, “Esplendor de Portugal”, quedé fascinada; aunque sólo fuera por esta novela, creo que merecería cualquier premio y el calificativo de grande, pasará a la historia de la literatura universal, perdurará a través de los tiempos.

Dice Lobo Antunes: "Me interesa el trabajo con las palabras. Las historias de mis libros me importan un pito” (...) “La estructura sí;(...). Me interesa intentar traducir en palabras lo que por definición es intraducible (las emociones, los impulsos...) y vertebrarlo en un todo coherente. La intriga me tiene sin cuidado; lo que busco es estar más cerca del corazón, de la vida”.

Supongo que esto es lo que intenta conseguir en sus últimas obras, por lo menos en las dos que he leído, “Buenas tardes a las cosas de aquí abajo” y “Yo he de amar a una piedra”, trabajar con las palabras, desestructurando las ideas y pensamientos, interrumpiendo las historias, intentando traducir en palabras lo que por definición es intraducible; lo que me parece difícil es que consiga vertebrarlo en un todo coherente, la verdad es que algunas veces fui incapaz de encontrar sentido a lo que el escritor quería expresar.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Pues sí, algo de repelente tendrá. A pesar que me devoré "Esplendor de Portugal" y compré los otros dos libros en Madrid antes de regresar a Costa Rica (porque acá sus libros no se consiguen y si acaso es a un precio impagable), he pasado más de un año antes de sumergirme en otro (a saberse: La muerte de Carlos Gardel y El orden natural de las cosas). Ahí es donde entra lo de la repelencia. Para uno como lector es algo así como nadar en aceite, cuesta respirar y te queda pegada la grasa (de las palabras) en el cuerpo y la mente. Pero cuando salís y ves atrás decís "wow, qué aventura, algún día lo vuelvo a hacer".
Creo que muy bien dicho, a Antunes no le importa qué dirán, que opinarán, cómo se acoplará el lector a lo que escribe. No le interesa no en el sentido de indiferencia, sino porque está tan sumergido en su propia onda que es consecuente con ello y lo asume/y escribe en consecuencia. y quizás por ahí nos venga a los lectores esa sensación de distanciamiento, de ensimismamiento del escritor.
Quizás él también es un nadador en esos mares de aceite, porque me imagino que escribir así no es nada fácil.

Portobello dijo...

Adoro Lobo Antunes, me gusta su literatura porque no es fácil, porque odiio esos escritores de reglilla que, como dice Antunes, dicen todos lo mismo. Y me gusta él, me gusta lo análitico que resulta al meter el visturí (como buen médito) hasta las raices del alma, como un csi de la poética y la prosa. Es un reto leerle y seguirle. Por cierto me gustaría pasar al Rincón esa última reseña de cine, que no había tenido tiempo de contactarte para ello. Estoy pensando que cuando tenga muchas reseñas de toda la variedad posible imprimirlo, hacerlo papel. Es una idea que llevará tiempo, pero me parece curiosa. Un abrazo

Portnoy dijo...

Adelante, Zuriñe... dispón a tu antojo,
Me alegra quete guste Lobo Antunes y que sientas también, al parecer como la mayoría de sus lectores, esta sensación entre la admiración y el estupor que provoca.
Ya me contarás de tus proyectos "de papel"
Un saludo y gracias por tu comentario.

Anónimo dijo...

Hola, perdoname mi castellano porque no le escribo muchas veces. Soy el webmaster del sitio de Lobo Antunes en portugués, y me interesó tuya opinión sobre este libro. Estas interesado en publicar tuya opinión en el sitio de António Lobo Antunes, traducido en portugués? (tiene otros artículos en español también traducidos); será en un espacio apropiado donde también divulgaré el tuyo blog. Me escribe para lobowebsite@sapo.pt, se tu habrás interesado.

Gracias.

Portnoy dijo...

Adrigal, perdona el retraso. Te agradezco el comentario aunque no puedo estar muy de acuerdo en lo que dices respecto a lo autobiográfico de su obra... aunque la diferencia entre autor y personaje o narrador es evidente, no es tan grande como quieren hacernos creer. Pero la realidad, lo que sería cierta autobiografía vivida por el autor, no tiene nada que ver con la ficción.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Es genial Lobo Antunes. He leído por completo casi su obra 8deben faltar Exhortación a los cocodrilos, Qué haré cuando todo arde y Segundo libro de crónicas. Hoy mismo me hice con Cartas de la guerra, me interesa. Me he visto sorprendido a las 3 de la madrugada con "El orden natural de las cosas" sobre mis piernas y la voz de Julieta en mis oídos al despertar: "Jorje, el hijo de la costurera ha pintado las olas en mi cuerpo". Es excelente, es aire fresco, y sí, su lectura agota. Lees un capítulo y cierras el libro exhausto casi.
Y me encanta esta sensación. De vez en cuando, me detengo con una frase, un párrafo, lo releo ("De inmediato di con los de la secreta decididos a fusilar la viento", "Nadie había despertado en la playa, salvo los albatros que acaso gritaban en su sueño en la playa") y me quedo estupefacto y semanas más tarde me dispongo a leer a otro autor, a un autor ¿corriente? y me sabe a poco. Ora frenética, transparente, ora lenta y densa, la lectura de sus libros es un placer, un ejercicio de comprensión sin igual. Una estructura perfecta, como entrar a una habitación desordenada por ti. Es decir, saber donde se encuentra cada cosa a pesar de las corbatas tiradas sobre la cama, a pesar de la papelera llena de papel, a pesar de la puerta abierta y las fotos en el suelo y el viento y la vida por la ventana.
Sus obras son divertidas, emocionantes. Son poemas muy largos.
Habré leído El orden natural de las cosas, unas tres veces y nunca me canso, siempre encuentro algo nuevo, una señal, un respiro. Lobo Antunes, es lectura obligada pero se corre el riesgo de habituarse a él. Conlleva el riesgo de tratar a los demás autores como si todos perteneciesen a una misma masa, a un mismo ritmo.
He de terminar Ayer no te vi en Babilonia, y Cartas de la guerra. Sus obras son limpias, transparentes... a veces, en invierno, de camino al trabajo, en el colectivo pienso que si abro el libro y respiro muy cerca de una de sus páginas, el vaho quedaría en ellas como en un espejo (de ser así, llevaríamos la cuenta de los días o de las noches en el vaho, con la yema de mis dedos podría escribir algo así como "Enero, 2008. Obtuve luz ayer. Sin embargo, legañas."
Y eso.
Lectura obligada Lobo Antunes.

Anónimo dijo...

¿Eres Jacinta?
Lo digo sólo porque vi un comentario con ese nombre. Bah, como sea, te felicito, me encantó lo que escribes de Lobo Antunes, es extraordinario, él y tu comentario. Inteligente, y eso es mucho. Estoy de acuerdo contigo en lo de Saramago, puf, en México se aglutinó la masa para verlo y escucharlo como si fuese un dios, claro, menor, como deben ser los dioses de ahora. Cuando vino Lobo Antunes, fue mucho más elitista. Me pareció extraordinario, él, siempre él con esa cara tan parecida a Borges

Emilio dijo...

Estoy por terminar Manual de Inquisidores, y creo pertinente mencionar que jamás me había atrapado un libro con una estructura muy compleja, pero a la vez cautivador. Leer a Lobo Antunes es como interpretar un enjambre, la riqueza de las múltiples voces es una suave música que se vuelve adictiva. Y con respecto a Saramago Todos los nombres es un libro excelente, sin embargo con obras tan disímiles no creo siquiera que valga la pena compararlos, aunque debo admitir que mi favorito es Antunes.