1/11/05

Dickens y Galdós (en riguroso orden alfabético)

Ensayos de crítica literaria, de Benito Pérez Galdós, editado y prologado por Laureano Bonet, es una curiosa colección de ensayos, prólogos, artículos, discursos, etc (dieciocho en total) que escribió el autor canario a lo largo de su vida.
Voy leyendo la obra a trompicones, sin buscar nada concreto, sin seguir el orden marcado por las páginas, curioseando.
Encuentro lo siguiente:
Carlos Dickens (así, tal como está)
Es un prólogo a la publicación en un periódico (manteniendo así su carácter original, folletinesco), La Nación, de la obra de Charles Dickens Pickwick papers (traducida, creo, por el propio Galdós)
Para hablar sobre Dickens, Galdós empieza atacando a los herederos franceses de Dumas o Sue:

“Parece incomprensible que haya dentro de la vasta esfera de la frivolidad humana entendimientos capaces de emplearse en la lectura de una novela de Ponson de Terrail; pero aunque parece imposible, es cierto que tales obras se leen, lo cual constituye el delito más grande después de escribirlas.”

Lo cual parece indicar que los años pasan y las circunstancias permanecen. Sustitúyase Ponson de Terrail (que a saber quien era) por Dan Brown y tenemos un aforismo perfecto para nuestro siglo XXI.
A continuación Galdós ensalza a Balzac, como ejemplo de quién debería ser leído en lugar de los autores de folletines franceses. Y, como si en la época hubiese un desconocimiento popular de la literatura inglesa, introduce los nombres de Tackeray, Sterne, Richardson, Poe y Dickens. (La inclusión de Poe también me sorprende por su indistinción entre lo inglés y lo estadounidense... para Galdós, en lo que respecta al aspecto literario, Poe es inglés)
Traza entonces una biografía (un tanto fantasmagórica, es cierto, como si Dickens, más que un autor vivo, fuese una leyenda) y alaba las cualidades literarias del inglés:

“Lo primero que os llama la atención cuando leéis una novela de Dickens es su admirable fuerza descriptiva, la facultad de imaginar, que unida a una narración originalísima y gráfica, da a sus cuadros la mayor exactitud y verdad que cabe en las creaciones de arte.”


Pero lo que me ha llamado verdaderamente la atención es captar en uno de los fragmentos una intención que tiempo después, el artículo fue publicado en 1868, cristalizaría en los Episodios Nacionales:

“Su plan es el mismo (...) de casi todas las novelas españolas del siglo XVII, es decir, un personaje estable, protagonista de todos los incidentes de la obra, un actor que toma parte en una larga serie de escenas, que no se relacionan una con otras más que por el héroe que en todas toma parte. Esta clase de planes son admirables cuando se quiere pintar una determinada sociedad, una nacionalidad entera, en una época determinada.”

Leer los Episodios nacionales, escritos a partir de 1873, con la perspectivas de ser una obra de influencia dickensiana (o mucho mejor, de inspiración pickwiana) le confieren un nuevo aspecto verdaderamente impensable. Las dos primeras series, si no recuerdo mal, obedecen claramente a ese propósito al que apuntaba en el prólogo a Pickwick papers.
No se trata, desde luego, de reducir una obra a la de sus influencias. Como siempre es una forma más de demostrar de que manera los libros hablan entre ellos.

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