15/10/05

La conjura contra América, una novela de Philip Roth

La principal sensación que produce la lectura de la última novela de Philip Roth, The plot against America, es extrañeza. Sobre todo porque Roth abre una ventana a un universo paralelo en el que la Historia (eso que damos en llamar “realidad”) ha sido cambiada de modo que se nos sumerge en una realidad alternativa en la que lo que más sobrecoge es su potencialidad, su verosimilitud y la naturalidad con la que es tratada. Esa combinación entre irrealidad, o falsa realidad histórica, y posibilidad, que constituye uno de los fundamentos de la narrativa, es en este caso, exacerbado hasta el límite de forma que todo es un excelente ejercicio literario del más alto nivel y, por otra parte una velada crítica a aquellas cosas que no ocurren pero que permanecen latentes en los fondos de todas las sociedades y que en cualquier momento pueden resurgir. Los motivos de Roth quedan explicados en la entrevista ya enlazada hace unos días. De todas formas cabe preguntarse si existe también por parte del autor un llamamiento velado a la comparación de la historia posible que narra en su libro con la historia estadounidense presente, que oscila entre extremos preocupantes para el resto del mundo, y el devenir futuro de la Historia, que es en última instancia el tema final de la novela.

La extrañeza persiste más allá del tema. La conjura contra América no se distingue de otros libros de su autor en cuanto a la mezcla entre realidad y ficción que lleva a la Philip Roth Society a incluir a Patrimonio entre las obras de ficción del autor. De nuevo, sea Zuckermann, Portnoy o el propio Roth el narrador, el tema vuelve a ser la familia del autor y su relación con el barrio de Newark en el que el autor se crió. Sin embargo, acostumbrados a ser conducidos por Nathan Zuckerman, La conjura contra América presenta una novedad sumamente interesante en lo que respecta a la voz del narrador.


En el centro de esta historia encontramos a un niño, yo mismo, entre los 7 y los 9 años. La historia está narrada por mí, un adulto que recuerda sucesos ocurridos sesenta años atrás, experiencias de su familia durante la presidencia de Lindbergh. Pero en este libro el chico juega un papel comparable al que normalmente tienen los adultos en mis otras novelas. A lo largo de los primeros meses de escritura, me encontré encorsetado por el hecho de mirar esta calamidad a hombros de un crío. Necesité diversos meses de prueba y error antes de descubrir la manera de dejar que el niño fuera un niño y, al mismo tiempo, introducir una inteligencia mediadora a través de la voz del adulto. La narración es muy directa en esta novela e intenté evitar que la perspectiva infantil y la adulta amortiguaran los hechos. De alguna manera, también tuve que hacer una sola voz de las dos, el adulto que ve lo general y el cerebro del niño que no puede ver nada más allá de su propia vida, sobre la que la realidad parece no posarse de forma abarcadora.

Philip Roth; La historia detrás de "La conjura contra América”

La conjura contra América está narrada por el propio Philip Roth, lo cual realza el aspecto de historia ficticia con el que se puede definir a la novela. Sin embargo, el Philip que escribe, el septuagenario eterno candidato al Nobel, se limita a actuar como amanuense de los sentimientos del niño Philip Roth, que cuenta siete años al iniciarse la historia y que es el verdadero narrador de los acontecimientos. Encuentro que es tremendamente complicado lograr esa conjunción entre la voz del adulto que transcribe y la voz del niño que dicta. Y esta es precisamente una de las cualidades que hacen de La conjura contra América una excelente obra literaria, a pesar de su abrupto final, sobre la crítica a los fascismos del mundo y a aquellos fascismos que permanecen en las sombras. Roth consigue que nos olvidemos de Roth y focalizar toda la historia, que gira en torno a los Roth y sus allegados, a través de los ojos de un niño que verdaderamente no acaba de entender la magnitud de los sucesos que acaecen, sólo visibles a través de la voz del Roth narrador, del adulto que escribe desde un futuro ajeno a la infancia y a la ficción histórica. Esa fantástica conjunción entre la incomprensión infantil, una mezcla e ingenuidad y desconcierto ante nos hechos que jamás ocurrieron, y la omnisciencia narrativa anclada en la seguridad de nuestro presente (el, digamos, real y común al escritor y al lector), acaban dotando a la novela de cierto aire de pesadilla infantil, de escenario onírico donde la familia de Roth (algunos de sus personajes habituales) sufre los avatares de una realidad (no olvidemos que aunque ficción histórica los hechos narrados eran realidades en otro lugares) que no llegó a alcanzarles:



No hubo ningún progromo y, sin embargo, (...) mi padre (tuvo que admitir) que los judíos estaban tan asustados y los antisemitas tan envalentonados que en Newark (...) ya no era posible vivir como personas normales. Nadie podía decir con seguridad si una persecución abierta sancionada por el gobierno era inevitable, pero el temor a la persecución era tal que ni siquiera un hombre pragmático sumido en sus actividades cotidianas, una persona que se esforzara al máximo por contener la incertidumbre, la inquietud y la cólera y actuara de acuerdo con los dictados de la razón, podía confiar en seguir conservando el equilibrio.

La conjura contra América, Philip Roth, traducción de Jordi Fibla.

En cuanto al desarrollo y al final de la obra creo que son temas que no deben tratarse públicamente, ya que pueden condicionar futuras lecturas de la novela. Hay que decir que Roth aporta documentos que justifican su visión de la posibilidad histórica en la que desarrolla su ficción y que esa intención de ser fiel a la “ficción” es determinante también en el desarrollo de la obra, de modo que no existe un clímax dramático en el entorno de los protagonistas, aunque sí emocional en el ámbito familiar, lo cual en cierta manera conduce a un final que seguro que muchos tildarán de decepcionante.
No tengo demasiado claro si el final está determinado por la propia estructura de la novela o supone una forma inusual, que en cierta manera rompe el esquema formal habitual de la novela, de terminar una obra, dejando al mismo tiempo patente que, como fcción, la novela puede terminar de esa manera porque de alguna forma debe de hacerlo, o continúa con su espiral ficticia llevándonos a los terrenos de Philip K. Dick (lo cual no creo que sea la intención de Roth)
¿Una ficción atrapada en su propia ficción?

Edito para añadir la siguiente reseña sobre la novela de Roth, muy completa y que a su vez sirve de puente a otras reseñas:
La conjura contra América

2 comentarios:

Cuaderno de Trieste dijo...

Estimados colegas:

He tenido la suerte de encontrarme con vuestro blog y de comprobar que los intereses que os mueven coinciden con los míos (Bolaño, McEwan o Vila-Matas entre otros). Lo que me lleva a escribiros, aparte de haceros llegar la felicitación que vuestro blog merece, son ciertas dudas que me plantea la novela de Philip Roth "La conjura contra América".

Es la segunda novela que leo de Philip Roth; la anterior fue "El teatro de Sabbath" (que por cierto, me recuerda bastante a "La tercera condición", de Amos Oz). Seguramente aún no he profundizado demasiado en la literatura de Roth, pero todavía no comprendo por qué se le considera como uno de los más grandes novelistas vivos: en mi opinión, su narrativa queda por debajo de otros compatriotas y coetaneos suyos, como Don DeLillo, Paul Auster o Tobias Wolff, o de los novelistas ingleses nacidos en los años 40-50, como Martin Amis, Ian McEwan o Hanif Kureishi.

Respecto a "La conjura contra América", creo que la novela tiene un serio problema formal. Se trata de una ucronía o historia alternativa, es decir de un "que hubiera pasado si...". Este tipo de ficciones tienen su interés cuando la historia alternativa difiere sustancialmente de la real. Por ejemplo: la novela de Jesús Torbado "En el día de hoy", que imagina qué hubiera ocurrido en España de haber ganado la guerra civil el bando republicano.

Sin embargo, en "La conjura contra América", no termina de quedar claro qué hubiera ocurrido en EEUU de haber sido Lindbergh el presidente durante la Segunda Guerra Mundial. Se insinúa apenas una difusa conspiración antisemita en ciertas sutilezas que quedan reducidas casi a broma de mal gusto en comparación con los pogromos europeos de la época. Es decir: mientras Roth imagina a los antisemitas estadounidenses enviando judíos a las granjas del centro de país (en una estampa casi bucólica), los europeos escupíamos trenes abarrotados de ellos hacia Austchwitz, Mathausen o Treblinka. ¿A qué queda reducida la fuerza de la historia alternativa?

Cuando se lee la verdadera literatura del genocidio europeo del siglo XX, por ejemplo, en "Si esto es un hombre" de Primo Levi o "Sin destino" o "Liquidación" de Imre kertesz, uno no puede evitar preguntarse qué pretendía Roth en su novela.

En fin, si os animáis a debatir el asunto, será un placer leeros y acompañaros desde estas tinieblas hasta la luz que irradia el maestro Roth. Me podéis encontrar en:
http://cuadernodetrieste.blogspot.com/

Un saludo

Gabriel Rodríguez

Anónimo dijo...

Coincido con Gabriel en que Roth está sobrevalorado. Su obsesión por la cuestión judía vista desde la óptica norteamericana se hace, a mi juicio, excesiva y acaba secuestrando la frescura de sus otros temas que de tanto en tanto si brillan por si solos: la pasión, el sexo como fuerza motora, la lucha contra la norma, contra la vejez y la convención social. Para indagar con más tiento y más alla de la persecución en la psique judia, prefiero a Bellow en Ravelstein y, sobre todo, en la biografia de Feynman