21/10/05

Dock Sur

Bardamu, en su post Perros del dock habla de un lugar en el que moran más perros que personas. No conocía la novela de Bellatín a la que se refiere, ni tampoco tenía idea de la existencia de ese lugar, el Dock Sur y después de una infructuosa búsqueda dudo de su realidad, intuyo que pertenece al territorio de lo literario. Los amigos de Buenos Aires ya perdonarán mi ignorancia. Como descargo solo puedo argumentar que El astillero de Onetti formaba parte de mi colección de paisajes literarios (algo así como un álbum de fotos imposibles tomadas en lugares tan improbables como Santa María o Mordor, por poner algún ejemplo contradictorio)
Busqué Dock sur en el oráculo (que en nuestros tiempos ya no es el I ching de los personajes de Dick, sino el infalible buscador) y me permitió rescatar este fragmento de entrevista:

JCO: Yo estaba escribiendo Juntacadáveres y la llevaba más que mediada, cuando de pronto, por unas de esas (uno puede tener sus cosas detestables), hice una visita a un astillero que existía en Buenos Aires. En realidad, eran dos: uno está en el Dock Sur, y el otro está en la ciudad de Rosario.

ERM: Que es casualmente la ciudad donde muere al fin Larsen.

JCO: Exacto. Yo conocía al astillero del Dock Sur, y conocía a uno de los innumerables gerentes del otro astillero, el del Rosario. Era empresa que había ahecho el señor Du Petrie y que llegó a tal punto que había una línea de ferrocarril exclusivamente para el astillero de Rosario. Pero te quería hablar del otro astillero, el del Dock Sur. La empresa estaba en quiebra. Allí conocí al señor de Fleitas, un viejito duro, bien vestido, muy convencido de que iban a ganar el pleito. Aunque luego no se pudo cumplir con los compromisos y hubo que rematarlo todo. Pero cuando lo conocí, estaba aguantando a los acreedores y los embargos, muy convencido. Fui al astillero acompañado de uno de los gerentes, uno de esos hombres que viven en el reino de su propia ilusión.

ERM: Es decir, que en Du Petrie tenías ya a Petrus, y en el señor de Fleitas tenías a alguno de los empleados de tu astillero, el de la novela.

JCO: Sí, pero hay más. Misteriosamente Du Petrie mantenía todo como si el astillero siguiera funcionando. Todo estaba sellado por el juez, inmunizado por la justicia. No se podía sacar ni poner nada. Pero él había conseguido una llave y entraba. Tenía su oficina, una oficina fabulosa, en plena calle Florida.

ERM: ¿En Rosario o en Buenos Aires?

JCO: No, en Buenos Aires. Todo esto que te cuento pasó en Buenos Aires; el astillero de Rosario era sólo parte de la empresa. Pero el valor sólo del terreno del astillero era fabuloso. En la oficina de la calle Florida estaba todo abandonado; una mugre, un polvo espantoso. Había una de esas mesas de directorio, de madera de petiribí, una maravilla. Me acuerdo que fui a verla por invitación de un nuevo socio que conocí, uno de los gerentes. No te lo nombro porque es el padre de un amigo, persona muy conocida. Ese hombre me invitó un día a ir al astillero del Dock sur. Toda aquella riqueza de material no sé si conseguí describirla bien en El astillero, pero toda aquella riqueza tirada. Había unos remos que estaban hechos con una madera que sólo en la India se consigue. Los usaban para las canoas. Yo tuve uno varios meses en mi departamento, después se lo regalé a uno que remaba de veras. Y allí también había un boliche que debe estar también en la novela. Me acuerdo que era un galpón con techo de zinc, y en una de las vigas había un letrero que decía textualmente: "Prohibido el porte y el uso de armas." Genial. Fijate que todos los sábados aquello era de a puñaladas y a tiros. Pero si ya ponés "Prohibido el porte de armas", ¿para qué vas a poner el uso también?

Conversación con Juan Carlos Onetti


Lo que demuestra, una vez más, que la casualidad debe quedar excluida de todo aquello que nos sucede, es que la semana pasada vi la película argentina Moebius en la que un tren del subte de Buenos Aires desaparece misteriosamente. La investigación lleva al protagonista al Dock Sur, donde vive un matemático, también desaparecido, que analizaba topológicamente la estructura del sistema de vías hasta concluir que formaba una especie de cinta de Moebius... (algo bastante desubicado)
En fin, no nos extendamos demasiado.



La red viaria del Subte en la película queda enlazada por sus extremos a través de una nueva vía (supongo que la línea F) y tiene estación (bastante siniestra, incluso onettiana) en el Dock Sur.



Aparte de la relación con la novela de Onetti, mi penosa memoria encontró otra que no he podido comprobar por falta del texto. Espero que me ayudéis si me equivoco cuando digo que Manuscrito encontrado en un bolsillo de Julio Cortázar cuenta algo similar al argumento de la película, un tren del metro en el que viajan, estos sí totalmente desubicados de la realidad, infinitamente, desesperados pasajeros.
No sé que extraño pasadizo comunicará el Metro de París con el Subte de Buenos Aires, pero seguro que hay una parada en Santa María, donde un Larsen, lacónico y avejentado, descenderá todos los días rumbo al astillero.

Después pensé que cerrar el plano del subte como lo hacen en la película, uniendo los extremos alejados del río, le dan un aspecto de triángulo, similar al del diagrama de Bolaño.



Tiemblo. ¿Dónde apunta la flecha? ¿Dónde se ubica el interrogante?
Efectivamente.

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