5/8/05

De la serie de "El sillón morado"

Los ojos aún no velados por la guerra. Una delgadez que anticipa el hambre del estraperlo, de las excursiones nocturnas por las masías que rodeaban la ciudad de las que volvían, él y sus cuñados, los hermanos de mi abuela ausente en la fotografía, con las manos cuarteadas, las uñas ennegrecidas y unas hortalizas míseras arañadas de la tierra a la luz de la luna. Un conejo, algunas pocas veces. Un melón imposible de escamotear a la Guardia Civil. Pero aún no. Ahora, entonces, una delgadez exhibida con arrogancia frente a la cámara, con la insolencia del hijo de comerciantes, una mano en el bolsillo haciendo tintinear unas monedas, la otra, indolente, sobre el respaldo del sillón vacío, el pelo alisado con la mano ensalivada después de arrojar la gorra fuera de campo, la leve sonrisa irónica...
Y el previsible, e ignorado, protocolo tras la cámara.
El instante detenido que sostengo en mis manos, la imposible bidimensionalidad del tiempo que saco de la cartera de mi abuelo...
(antiguos billetes, la fotografía carcomida por la obligada inmovilidad, como si la acción pugnase por salir del borde amarillento, un sello, una hoja de papel de fumar, un palillo) (nada, no queda nada de mi abuelo)
El señor Recasens
(Recasens fotógrafos, Travesera de Gracia, números ilegibles, Barcelona naufragando en el margen gastado)
diciéndole a mi abuelo que no se mueva
activando la parafernalia inmortalizadora
(¿hay un fogonazo?)
luz y ya está
(y un gato se despereza en el suelo)

(Aquí iba un fragmento que iniciaba una posible línea narrativa. Fragmento que obviaremos ahora que ya no)

No importa cómo ocurrió. Mi abuelo desafía, arrogantemente impreso en un pequeño rectángulo de cartón, al tiempo que le consumió mientras posaba eternamente apoyado en un sillón morado vacío, ignorante de la contradicción oculta en la imagen, entre la vacuidad evidente y la plenitud encerrada, enigma irresoluto que arrastró a su familia a la ...
...miento... que le arrastró a él y a aquellos que se aferraron a su... que compartieron su...
...añoranza del paraíso perdido...
Se puede añorar lo que nunca se conoció. Es la historia de mi familia.

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