Un artista del mundo flotante, la segunda novela de Kazuo Ishiguro publicada en el año 1986, formaría parte de un primer ciclo de novelas del autor que incluirían además a Pálida luz en las colinas (1982) y la multipremiada y celebérrima, a causa de una correcta adaptación cinematográfica a cargo de James Ivory, Los restos del día (1989)
Los inconsolables (1995) y Cuando fuimos huérfanos (2000), sus dos últimas novelas, parecen enmarcarse en otro contexto literario: Son obras más ambiciosas, tremendamente elaboradas, tendentes a lo fantástico y onírico, de resonancias kafkianas, aunque de un marcado estilo personal. La crítica en general tiende a separar estas dos etapas del autor, magnificando la primera compuesta por novelas cortas, y notando lo decepcionante de sus novelas largas en las que no acaba de desarrollar lo que plantea en las cortas.
El caso es que no creo que haya nada que desarrollar para Ishiguro: Lo que nos da en sus novelas es precisamente lo que quiere mostrarnos.
Es posible encontrar ciertas líneas que marcan el estilo de Kazuo Ishiguro, en primer lugar y fundamentalmente el que todas sus historias estén narradas en primera persona por personajes que inmediatamente nos emplazarán en el campo de lo subjetivo, de lo sesgado, de lo no fiable... Unreliable, es la palabra precisa que emplean en inglés. Ésta sería la lista de los narradores falibles de Ishiguro:
Pálida luz de las colinas: Etsuko
Un artista del mundo flotante: Masuji Ono
Los restos del día: Stevens
Los inconsolables: Ryder
Cuando fuimos huérfanos: Cristopher Banks
En las cuatro últimas novelas de Ishiguro se da además otra coincidencia que aúna a los personajes narradores: Su importancia, o la importancia relativa que creen tener en sus respectivos campos. Aunque una falsa modestia les impide afirmarlo, siempre recurren a los demás:
Stevens: Evidentemente no soy yo quien debería sugerir que merezco figurar junto a los “grandes” mayordomos de nuestra generación (...); sin embargo, debo decir que hay quien. Quizás por una exagerada magnanimidad, sostiene esa idea.
Ryder en ningún momento se presenta como un gran pianista, aunque toda la novela se basa precisamente en su excelencia artística que él en ningún momento desmiente.
Banks: (...) “Y creo que fue entonces cuando dejé escapar una risa nerviosa, y me asaltó la idea de que el caso Mannering, pese a la evidente brillantez de mi investigación y a las alabanzas de mis amigos, no entrañaba la importancia que yo había imaginado fuera del exiguo ámbito de los entendidos”
El caso de Masuji Ono, de Un artista del mundo flotante, iniciaba este tipo de narradores orgullosos de su importancia social, carentes de cierto carácter objetivo que los haga creíbles. Pero al contrario de sus sucesores en las novelas de Ishiguro, la contradicción y la falta de rigor hace que se descubra su impostura (voluntaria o no, es difícil decir en el caso de Ono), una impostura en la que el remordimiento juega un papel predominante. Hasta qué punto lo que nos cuenta Ono es cierto o es su versión de los hechos (como muchas veces confiesa) o es su obstinación en mantener una opinión (forzando así a su memoria) o los achaques de la vejez (que controlan totalmente sus recuerdos) son las posibilidades con las que juega Ishiguro para crear su trama narrativa, para construir un entramado literario que a fin de cuentas acabará constituyendo su estilo personal.
Kazuo Ishiguro acaba de publicar su última novela, Never let me go, en la que al parecer juega de nuevo con un puzzle espacio temporal narrativo.
Los inconsolables (1995) y Cuando fuimos huérfanos (2000), sus dos últimas novelas, parecen enmarcarse en otro contexto literario: Son obras más ambiciosas, tremendamente elaboradas, tendentes a lo fantástico y onírico, de resonancias kafkianas, aunque de un marcado estilo personal. La crítica en general tiende a separar estas dos etapas del autor, magnificando la primera compuesta por novelas cortas, y notando lo decepcionante de sus novelas largas en las que no acaba de desarrollar lo que plantea en las cortas.
El caso es que no creo que haya nada que desarrollar para Ishiguro: Lo que nos da en sus novelas es precisamente lo que quiere mostrarnos.
Es posible encontrar ciertas líneas que marcan el estilo de Kazuo Ishiguro, en primer lugar y fundamentalmente el que todas sus historias estén narradas en primera persona por personajes que inmediatamente nos emplazarán en el campo de lo subjetivo, de lo sesgado, de lo no fiable... Unreliable, es la palabra precisa que emplean en inglés. Ésta sería la lista de los narradores falibles de Ishiguro:
Pálida luz de las colinas: Etsuko
Un artista del mundo flotante: Masuji Ono
Los restos del día: Stevens
Los inconsolables: Ryder
Cuando fuimos huérfanos: Cristopher Banks
En las cuatro últimas novelas de Ishiguro se da además otra coincidencia que aúna a los personajes narradores: Su importancia, o la importancia relativa que creen tener en sus respectivos campos. Aunque una falsa modestia les impide afirmarlo, siempre recurren a los demás:
Stevens: Evidentemente no soy yo quien debería sugerir que merezco figurar junto a los “grandes” mayordomos de nuestra generación (...); sin embargo, debo decir que hay quien. Quizás por una exagerada magnanimidad, sostiene esa idea.
Ryder en ningún momento se presenta como un gran pianista, aunque toda la novela se basa precisamente en su excelencia artística que él en ningún momento desmiente.
Banks: (...) “Y creo que fue entonces cuando dejé escapar una risa nerviosa, y me asaltó la idea de que el caso Mannering, pese a la evidente brillantez de mi investigación y a las alabanzas de mis amigos, no entrañaba la importancia que yo había imaginado fuera del exiguo ámbito de los entendidos”
El caso de Masuji Ono, de Un artista del mundo flotante, iniciaba este tipo de narradores orgullosos de su importancia social, carentes de cierto carácter objetivo que los haga creíbles. Pero al contrario de sus sucesores en las novelas de Ishiguro, la contradicción y la falta de rigor hace que se descubra su impostura (voluntaria o no, es difícil decir en el caso de Ono), una impostura en la que el remordimiento juega un papel predominante. Hasta qué punto lo que nos cuenta Ono es cierto o es su versión de los hechos (como muchas veces confiesa) o es su obstinación en mantener una opinión (forzando así a su memoria) o los achaques de la vejez (que controlan totalmente sus recuerdos) son las posibilidades con las que juega Ishiguro para crear su trama narrativa, para construir un entramado literario que a fin de cuentas acabará constituyendo su estilo personal.
Kazuo Ishiguro acaba de publicar su última novela, Never let me go, en la que al parecer juega de nuevo con un puzzle espacio temporal narrativo.
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