Roma, 28 de enero de 1787
Puesto que ahora las veo claras, no quiero dejar de exponer dos consideraciones que en todo penetran y a las cuales nos vemos continuamente tentados a ceder.
En primer lugar, la grandiosa pero también ruinosa riqueza de esta ciudad, y también de cualquier objeto artístico, inducen a preguntarse por el tiempo en que fueron creados. Winckelmann nos exhorta insistentemente a distinguir las épocas y a reconocer los diversos estilos utilizados por los pueblos que iban formándolos a lo largo del tiempo y acabaron deformándolos. Esto ha convencido a todo aquel que ame verdaderamente el arte, y también todos reconocemos el acierto de la exhortación.
(...)
La segunda consideración se ocupa exclusivamente del arte de los griegos y trata de estudiar cuál fue la actuación de tan incomparables artistas que los llevo a trazar, sobre la base de la forma humana, el círculo perfectamente cerrado de la creación divina, donde no faltan ni los caracteres fundamentales, ni tampoco los de cariz transitorio y mixto. Particularmente, opino que esto ocurrió así porque supieron acomodar la acción a las leyes según las cuales actúa la naturaleza y que yo estoy tratando de encontrar, pero aún hay alguna cosa más, que no sabría definir.
Viaje a Italia, J. W. Goethe
Para el compañero Robertokles... por mis olvidos psicoanalizables.
De todas formas, dejando aparte las bromas, resulta curioso copiar el trozo de un diario en una cosa que pretende ser un diario. Tanto valor tiene enero de 1787 como mayo de 2005. La distancia, evidentemente, la imponen los respectivos autores.
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