20/2/05

La noche del oráculo, de Paul Auster

La novela de Auster se inicia con un hombre que “había estado mucho tiempo enfermo”, a sus 34 años físicamente es un anciano, un escritor que a causa de su larga enfermedad, de la que nada es revelado ni explicado, hace tiempo que no escribe. En pocas páginas, con la maestría de Auster para poner en situación una historia, se nos cuenta su lenta recuperación y su azaroso encuentro del Palacio de Papel. Nada más empezar Auster recorre caminos conocidos por sus lectores: mecánicos y obsesivos paseos por Mannhattan, el Palacio de papel que recuerda al Palacio de la luna y además es propiedad de un chino, los cuadernos (en esta ocasión azul, aunque acaricia uno rojo). Todas estas autoreferencias acaban en una reflexión sobre el proceso de empezar a escribir en la página 20:

“Puse un cartucho de tinta en la pluma, abrí el cuaderno por la primera hoja y me quedé mirando la primera línea. No tenía ni idea de cómo empezar. El objeto del ejercicio no consistía en escribir algo concreto, sino en demostrarme a mí mismo que aún era capaz de escribir: lo que significaba que no importaba tanto lo que escribiera como el hecho de escribir algo. Cualquier cosa hubiese servido, cualquier frase habría sido enteramente válida, pero aun así, no quería empezar el cuaderno con alguna estupidez, de modo que me quedé a la expectativa frente a la página cuadriculada, mirando las hileras de tenues líneas azules que se entrecruzaban en la blancura del papel convirtiéndolo en un campo de diminutos e idénticos cuadrados, y mientras dejaba vagar mis pensamientos por aquellos recintos tan finamente trazados recordé una conversación...”

El tema escogido por Sidney Orr, el protagonista de La noche del oráculo, es una historia subsidiaria del El halcón maltés de Dashiell Hammett, y determina el carácter general de la novela de Auster, historias dentro de historias.
Hay una clara intención por parte de Auster de establecer una diferenciación entre realidad y ficción. La realidad ficticia de Sidney Orr, de su mujer Grace y de su amigo John Trause, no forma parte de la narración principal. Se desarrolla en notas a pie de página, algunas bastante extensas. La ficción que es desarrollada como tema principal es lo que se escribe, y como y las consecuencias que acarrea, en el cuaderno azul. Y al mismo tiempo, inevitable en Auster, se aprecia un paralelismo entre ciertos puntos de la narración y su propia vida, la de su mujer, Siri Hustvedt, y la de su familia y amistades como bien apunta Robert Saladrigas en su reseña.
Con esto se puede decir que Auster vuelve a transitar por los caminos a los que nos tiene acostumbrados. Pero pienso que La noche del oráculo tiene una particularidad que, ciertamente, puede ser decepcionante: La inconclusión de las subhistorias de la trama.
La clave puede estar en el tema que escoge Orr para inaugurar su cuaderno azul: Una extraña historia narrada en el contexto de El halcón maltes, por Dashiell Hammett y que nada tiene que ver con el tema principal.

El caso Flitcraft

Lo que resulta curioso es que en la explicación que da Auster sobre el caso de Flitcraft y que le servirá para narrar la historia de Nick Bowen (que terminará en una “habitación cerrada”), es que Auster escamotea el final de la historia y la moraleja (cínica) de Sam Spade: Flitcraft desaparece abandonando a su mujer para construirse una vida nueva idéntica a la anterior. Es decir se abandona una realidad para vivir, o repetir, la misma realidad.
Quiero entender con esto que Auster plantea la validez de iniciar una nueva ficción (novela) que repita o sea idéntica a sus anteriores ficciones y, al mismo tiempo, ensayar con una nueva forma que eluda las conclusiones de las historias, que en muchas ocasiones no son más que un tributo que hay que pagar para hacer verosímil (real) un relato. Nos quedamos así con la narración pura sin la servidumbre de la coherencia que exige la realidad.
La realidad de Sidney Orr se ve amenazada por las ficciones que escribe y debe destruir sus escritos. Auster marca la distancia entre “su” realidad y la realidad de sus personajes: él puede destruir sus escritos, puede no terminar sus narraciones, pues nada tienen que ver con la realidad.

¿Y qué tiene que ver el Halcón Maltés con la novela de Auster?
Más que nada tiene que ver con la sorpresa de Brigid O'Shaughnessy no por lo que cuenta Spade sino por el objetivo de narrar esa historia: ¿Qué pretende Spade? ¿Qué pretende Auster? ¿Entretener la espera? Debe ser Brigid, el lector, quien encuentre sentido a lo narrado, un sentido carente de objetivo aparente y que, como el propio Halcón Maltés en su versión cinematográfica, está hecho de la misma materia de los sueños ("The stuff that dreams are made of."):

Our revels now are ended: these our actors
As I foretold you, were all spirits, and
Are melted into air, into thin air:
And, like the baseless fabric of this vision
The cloud-capp'd towers, the gorgeous palaces,
The solemn temples, the great globe itself,
Yes, and all which it inherit, shall dissolve,
And, like this insubstantial pageant faded,
Leave not a wrack behind: We are such stuff
As dreams are made of, and our little life
Is rounded with a sleep.

W. Shakespeare, The tempest



"Spade se sentó en el sillón verde. El hombre gordo comenzó a llenar dos vasos con whisky y sifón. El muchacho había desaparecido. Las tres puertas en los distintos lienzos de la habitación estaban cerradas. La cuarta pared, a espaldas de Spade, tenía dos ventanas que daban a la Geary Street.
-Comenzamos bien, señor mío – ronroneó el hombre gordo volviéndose para ofrecer un vaso-. Yo desconfío de un hombre que dice "basta" cuando le están sirviendo de beber. Pues si ha de tener cuidado de no beber demasiado, esto indica que no es de fiar cuando lo hace."



"Cuando a uno le matan a su socio se supone que hay que hacer algo al respecto. No tiene importancia la opinión que uno tenga de él. Era tu colega y se supone que debes hacer algo


"Sintió como si alguien hubiera alzado la tapa que recubre la vida, permitiéndole ver su mecanismo." (...)
"La vida que conocía era un asunto limpio, ordenado, cuerdo, responsable. Ahora, una viga desprendida le demostraba que la vida no era fundamentalmente ninguna de esas cosas. …l, el buen ciudadano, el buen esposo, el buen padre, podía ser borrado del mundo entre su oficina y el restaurante, merced a la interpolación de una vida desprendida. Comprendió entonces que los hombres morían por azar y vivían sólo mientras la ciega casualidad los respetaba."

7 comentarios:

Memphis Blues dijo...

Siempre me llamó la atención en las novelas de Auster la variedad de cuadernos que aparecen. En esta obra es muy importante la pasión de Sidney Orr por los cuadernos. Creo recordar que Quinn tenía un cuaderno rojo en "La ciudad de cristal", que había otro en "The Locked Room". Y en "El país de las últimas cosas, Anna Blume escribe en uno azul. También hay un libro titulado "El cuaderno rojo".
Y yo me pregunto, y a la vez os pregunto ¿Qué significan todos estos cuadernos? Es una constante de Auster. ¿La razón?

Portnoy dijo...

Creo que Auster se burla de sí mismo y del tema recurrente de los cuadernos. Es expulsado de la tienda y al final acaban convirtiéndose en una maldición que condicionan su vida, confundiendo realidad y ficción.
No debe de haber mayor significado en el tema de los cuadernos más del que ser un tema recurrente y una seña de identidad del autor... si no me equivoco creo que Auster emplea ese método para escribir.
Un saludo y gracias por tu comentario

J.Álvarez dijo...

Me quito el sombrero ante tu crítica del libro, Portnoy! Hasta ha cambiado mi visión de él! Creo q la novela no acaba de cuajar del todo, quizás, pero es evidente que hay bastantes logros en ella... Además esas autorreferencias y esa no-conclusión consciente tienen su interés, es verdad.

Memphis Blues dijo...

Gracia a Portnoy voy a releer la novela. Lo voy a incluir entre mis libros de verano. A mí también me parece que esta crítica le puede dar nuevas perspectivas al libro. Esta vez lo voy a hacer en versión original. La verdad es que también me apetece releer "The Tempest" y volver a ver "El halcón maltés". ¡¡¡Portnoy, estás acabando con mi tiempo libre!!!. Gracias.
Un saludo

Portnoy dijo...

Nunca hay bastante tiempo para todo, Memphis... yo no haría otra cosa, leer, releer, ver y rever películas y escribir mensajes sobre las películas y las novelas... pero, la jodida realidad manda. A mi también me apetece ver de nuevo El halcón.
J. Álvarez, gracias por tu (desmedido) comentario.
:-)
Un saludo

Natalia Book dijo...
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Natalia Book dijo...

Gracias a vosotros he vuelto a leer el libro este verano. Aunque la primera vez que lo leí me pareció bueno, pero un poco flojo para Auster, ahora creo que es un libro que mejora con el tiempo. Creo que se debe a que tiene tantas lecturas que no las encontramos todas la primera vez, quizás dejándono llevar por la trama y despistados por las diferentes notas a pié de página.
También he leído "el halcón maltés" y he visto la peli. Este otoño voy a sacar "la tempestad" de mis tiempos de estudiante de filología inglesa y también la vuelvo a releer.
Un placer. Gracias.

Un placer. Gracias.