Philip Roth: (...) Cuando regresé a Estados Unidos tras mi primera visita a Praga, a principios de los setenta , hice una comparación entre la situación de los escritores checos y la nuestra, diciendo: “Allí, nada vale y todo importa; aquí, todo vale y nada importa”
Ivan Klima: (...) (Allí nada vale y todo importa) capta espléndidamente la paradoja de nuestra situación. Los escritores hubimos de pagar un alto precio por el hecho de que las prohibiciones y represalias añadieran una importancia tan tremenda a nuestras palabras: la prohibición de publicar iba ligada a un completo ostracismo social, que incluía, en muchos casos, la prohibición de ejercer ninguna actividad laboral para la que el escritor estuviera cualificado. Casi todos mis colegas prohibidos tuvieron que ganarse la vida trabajando con las manos.
(...)
No voy a decir que todo el que publicó algo durante los últimos veinte años fuera necesariamente un mal escritor. También es verdad que el gobierno, en un intento de ganarse a algunos escritores checos importantes, pronto empezó a publicar una parte de sus escritos. Así llegaron a editarse unas cuantas obras de Bohumil Hrabal y del poeta Miroslav Holub (que hicieron, ambos, la correspondiente autocrítica), y también poemas del premio Nobel Jaroslav Seifert, que firmó el Acta 77. Pero cabe afirmar categóricamente que el esfuerzo de publicar, de ir evitando todas las trampas de la censura, marcaron gravemente las obras de muchos de los autores que fueron publicados. He comparado cuidadosamente las obras de Hrabal —a mi modo de ver, es uno de los mayores prosistas europeos vivos— publicadas primero en formato samizdat y luego en el extranjero con sus obras publicadas oficialmente en Checoslovaquia. Los cambios que, evidentemente, la censura le obligó a hacer son, desde el punto de vista de la obra, monstruosos en todo el sentido de la palabra. Peor aún, sin embargo, fue el hecho de que muchos escritores tuvieran en cuenta la censura a priori, deformando su obra y, en consecuencia, deformando su propia personalidad.
(...) no cabe duda que el triste destino de este país ha dado lugar a que se planteasen temas de mucha envergadura. Ocurría con frecuencia que un escritor, forzado por las circunstancias, vivía experiencias que de otro modo siempre le habrían sido ajenas; luego, cuando las escribía, su texto podía antojarse casi exótico a los lectores. También es verdad que escribir —o desempeñarse en el ámbito artístico en general— venia a constituir la última oportunidad de establecerse por cuenta propia, a título individual. Muchas personas creativas se metieron a escritores sólo por esta razón. Todo esto irá desapareciendo, hasta cierto punto, aunque sigo pensando que en la sociedad checa hay aversión al culto de la élite, y que los escritores checos siempre centrarán su atención, sobre todo, en los problemas cotidianos de la gente corriente. Esto último es aplicable tanto a los grandes escritores del pasado como a los contemporáneos: Kafka nunca dejó de ser un oficinista, ni Capek periodista; Hasek y Hrabal se pasaron muchísimas horas en locales llenos de humo, bebiendo cerveza con los amigos. Holub nunca abandonó su trabajo en el campo científico, y Váculik puso especial empeño en evitar cualquier actividad que pudiera apartarlo de su existencia de ciudadano corriente y moliente. Claro está que cuando se produzcan los cambios en la vida social también cambiarán los temas. Pero no estoy convencido de que nuestra literatura, por culpa de esos cambios, pase a resultarles ininteresante a los lectores extranjeros. Creo firmemente que nuestra literatura se ha entreabierto las puertas de Europa» por no decir del mundo entero, no sólo por su temática, sino también por su calidad.
De Philip Roth, El oficio: un escritor, sus colegas y sus obras; Seix Barral. Traducción de Ramón Buenaventura.
2 comentarios:
Parece muy interesante
Oye está genial que, aunque sea para una cita, hayas tomado a Ivan Klíma, creo que su obra es muy poco conocida en México y es un autor que debe descubrirse. A propósito del oficio del escritor, vienen reflexiones muy interesantes (bueno de hecho toda la novela es una larga reflexión) sobre este asunto. El protagonista es un escritor que no puede más que trabajar de barrendero, y en una de las anotaciones, Klíma habla del idioma yerk, que consta de 250 palabras o algo así, y que sirve para la "comunicación" entre hombres y chimpancés. Muy buena novela, se llama Amor y basura y está en Acantilado.
Saludos.
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