6/12/04

Los estúpidos somos nosotros

Hay libros que quieren cerrarse definitivamente, libros que, cuando están en tus manos, piden que los estrelles contra la pared y los olvides. Puede que este criterio, basado en la penosa sensación de tedio, no sea excesivamente riguroso, pero es, al menos, tan subjetivo como cualquier otro que no esté basado en un objetivo (si eso es posible) y preciso análisis literario.
Tu rostro mañana de Javier Marías pertenece a esa clase de libros que quieren suicidarse entre mis manos. Y no pretendo desde aquí desmerecer la prosa de su autor. Marías es elegante y complejo, irónico y analítico, un excelente escritor. En su obra pueden encontrarse las influencias de otros autores, Sterne, Proust, pero la mayor influencia es la de Juan Benet. Y, como Benet, Marías se pierde en la forma y olvida el fondo. Olvida que para cautivar al lector debe ofrecerle una historia interesante, debe hacerle cómplice, positiva o negativamente, con lo narrado, que el texto literario funciona en dos direcciones (a no ser que lo que busques es demostrar la imposibilidad de la comunicación o que el punto de vista narrativo tienda al solipsismo, que no es el caso que nos ocupa)
Uno de los recursos que fundamentan Tu rostro mañana es la suspensión de la narración. Este tema fue ampliamente explotado por Sterne en su Tristam Shandy, novela que Marías conoce de forma muy personal por haberla traducido al castellano, pero existe una diferencia abismal entre la ironía de Sterne y la prosa de Marías. Las digresiones en el Tristram Shandy mantienen en vilo al lector porque apelan a su interés y provocan su entusiasmo, tanto la historia interrumpida que queremos que sea reanudada, como la intercalada que se convierte así en nuevo centro de interés. En Marías este efecto desaparece o se conserva a la inversa, es decir, tan insulsa es la digresión como la historia que ésta interrumpe, de forma que el autor debe una y otra vez rescatar el, llamémosle así, hilo principal ( si es que hay algo narrativamente principal en Tu rostro mañana) interrumpido por dos razones: La primera para resaltar al lector el recurso empleado, y en segundo, para demostrar que el lector precisa que la mano del autor le guíe. Y esto supone a su vez que a la falta de interés generalizada de toda la narración se suma la presencia arrogante del autor.
En palabras de Marías, la estupidez es cada día más general. Leyendo su novela uno llega a la conclusión de que los estúpidos somos nosotros.

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