Esta novela no es el Ulises de Joyce, aunque el padre de Lucy Ellmann fuese biógrafo de Joyce. No es La señora Dalloway, aunque se trate de una colección de extensos párrafos de corriente de conciencia, deudora de la obra de su madre, Mary Ellmann, crítica literaria y feminista, nacida en Newburyport. No es nada de todo eso sino un esplendoroso ejemplo de cómo puede ser la narrativa contemporánea en el momento que no da la espalda a la tradición vanguardista del siglo XX. Es una novela inteligente, elaborada, compleja y no tan complicada como en principio parece. Porque ese es el gran acierto de Patos, Newburyport, emplear la modernidad narrativa, eso que algunos todavía se empeñan en calificar de ilegible o “difícil”, con la trivialidad cotidiana.
...el hecho de que las morsas pueden nadar más de seiscientos kilómetros, sí, pero no pueden nadar perpetuamente, por el amor del cielo, el hecho de que los animales no se enorgullecen de su irracionalidad como hacemos nosotros, el hecho de que, según Ben, la mitad de los mamíferos del planeta habrá desaparecido en 2050, doscientas especies al día o algo así, el hecho de que Ben dice que todo del mundo se morirá pronto de hambre o de asfixia o de SARS o de ébola o de H5N1, el hecho de que el H5N1 solo tiene que mutar unas pocas veces más y estamos todos sentenciados, así que quizá todo ha sido para nada, los logros humanos, pero antes de que eso pase todavía tenemos que presentar la declaración de impuestos, y Leo tiene que arreglar la puerta del garaje, el hecho de que sigue atascándose, botón perdido, enlechar los azulejos del baño, el hecho de que a Stacy posiblemente le parecería bien una pandemia planetaria, siempre y cuando nos incluyera, a nosotros, sus seres queridos...
De la traducción de Enrique Maldonado Roldán para Automática Editorial.
Patos, Newburyport nos muestra a la Molly Bloom del siglo XXI: Un ama de casa que tiene un negocio de pastelería en su propia cocina para ayudar a la economía familiar, en crisis a causa de los gastos médicos, mientras trata de educar a sus cuatro hijos, incluida una adolescente rebelde a la que “ posiblemente le parecería bien una pandemia planetaria, siempre y cuando nos incluyera, a nosotros, sus seres queridos”, piensa la ominosa voz que detesta a Trump y a los que llevan armas y sufre por sus hijos, expuestos a ser acribillados por cualquier demente en el colegio, sintiendo que no hay solución y que todo se desmorona pero que debe luchar como la leona de las montañas de la, por llamarla de alguna forma, narración paralela, aunque al final no concluya la analogía de forma perfecta, aunque si satisfactoria.
Patos, Newburyport es una novela monumental y menos compleja de lo que parece a priori. No hay que dejarse amedrentar por su extensión, solo es preciso dedicarle tiempo y dejar que la voz de la narradora nos lleve por el confuso mundo en el que nos ha tocado vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario