La confesión es el método para
librarse del peso de los secretos. El relato en primera persona es la
forma habitual en narrativa para contar los secretos que oprimen al
narrador. Pero en nuestro caso el protagonista-narrador es un pintor.
La forma de expresar los sentimientos, entonces, adquieren un sentido
nuevo que no es posible plasmar por escrito.
A no ser que seas un prodigioso
escritor como es el caso de Everett.
Esta novela combina esos dos aspectos
casi contradictorios del narrador, la del escritor, ya que escribe su
“confesión” y la del pintor, que queda patente a través de las
descripciones en las que la concreción de los colores es abrumadora
y las digresiones en torno al arte pictórico.
Luego está la estructura de la novela.
Se alternan tres épocas temporales
distintas. En cada una de ellas el narrador explica unos sucesos en
los que el secreto, la mentira, la traición tienen un papel
importante. El lector está un poco perdido hasta prácticamente el
final de la novela en la que queda patente la tesis del autor.
Agobiado por el peso de sus propios secretos no puede concebir que
algunos secretos se pronuncian para ser revelados y eso pone en
peligro, más que sus propias mentiras, sus propios secretos
inconfesables, la integridad de su vida familiar.
Todos somos lo que somos gracias a
nuestras traiciones o a pesar de ellas.
Y siempre nos queda la duda de si
nuestro narrador no nos oculta también algo a los lectores.
Porque Cuánto azul es una
confesión verdadera, ¿no, Everett?
Cuánto azul en editorial
DeConatus con traducción de Javier Calvo.
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