Cuando Miquel Adam, aka Subal Quinina,
aka L'artista abans conegut com Subal Quinina,
viajó a New York, le propuse que se fotografiase recitando los
poemas de "Ciudad del hombre, New York" de José María
Fonollosa en cada uno de los lugares que dan título a cada poema.
Con esto, creo que queda claro que me une a Adam, no me atrevo a
decir “amistad” porque sería presuntuoso por mi parte elevar a
ese estatus nuestra relación internaútica, pero sí una gran
complicidad fundamentada en nuestra admiración por Bolaño. Así que
lo que voy a decir quedará empañado por mi relación con el autor,
lo cual es una lástima.
Por cierto, Adam no me hizo ni caso en
lo referente a Fonollosa. Tenía cosas mucho más importantes que
hacer. Como buscar una tumba en lo más profundo de un remoto
cementerio de New York y beber ante ella un trago de vodka.
Eso se relata en Torero d' hivern.
Pongamos que hay dos niveles en los
relatos de Torero d' hivern. Aquellos puramente ficticios, como el
que abre el libro y aquellos basados en su experiencia laboral. Estos
últimos son los más interesantes porque nos muestran un mundo (o un
submundo), el editorial, en el que Adam quiere destacar todo aquello
relacionado con la miseria y el fracaso. No despectivamente,
entendámonos, porque está narrado con la suficiente ironía y
desencanto como para que nos demos cuenta que la ilusión y la
satisfacción del trabajo editorial llevan inherentemente la derrota
y el fracaso.
De alguna manera Adam se convierte en
el Harvey Pekar del mundillo editorial catalán... y no lo digo sólo
por la falta de pelo. Me gusta ese narrador en primera persona airado
y desesperado, que carga cajas y al mismo tiempo es capaz de
empeñarse contra todos los obstáculos en editar autores tan
valiosos como desconocidos como Dovlatov. Ese es el narrador que
destacaría de Torero d' hivern.
También tengo que decir, antes de que
intervenga el señor Lobo diciéndonos que vamos mal de tiempo y que
no es momento de chuparnos las pollas, que como ocurre en la mayoría
de libros que presentan una colección de relatos, el conjunto es
irregular. Algunos de los textos bajan incomprensiblemente el nivel
narrativo e incluso llegan a desviarse ostensiblemente de lo que
podíamos (o querríamos que fuese) la idea general que recorre la
mayor parte de los textos.
Así que permitidme que olvide esos (pocos) (dos) relatos y me quede con los del editor airado-desesperado, con
aquellos en los que el autor juega a menospreciar (se) (al narrador
en primera persona) y que nos dan una visión irónica y desmitificadora del mundo editorial.
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