"Qué viejo había sido ya de
joven! ¡Cómo la conciencia de no tener un hogar en ningún sitio
había logrado paralizarlo y asfixiarlo interiormente! ¡Qué hermoso
era pertenecer a alguien en el odio o en la impaciencia, en el amor o
en la melancolía! Un triste entusiasmo se apoderaba de Joseph
siempre que desde alguna ventana abierta sentía que el mágico calor
de un hogar se reflejaba en él, el solitario, el errante, el
apátrida, de pie en medio de la calle fría."
El ayudante
Dijo Walter Benjamin (según Coetzee en
The Genius of Robert Walser) que “La gente de Walser son como
personajes de cuentos de hadas cuando éstos llegan a su fin,
personajes que ahora tienen que vivir en el mundo real. Hay algo de
lacerante, inhumano, e infaliblemente superficial acerca de ellos,
como si al haber sido rescatados de la locura (o de un hechizo),
deben andar con cuidado por temor a caer en ella”.
Y más adelante apunta Coetzee: “Walser
no era abiertamente un escritor político. Sin embargo, su compromiso
emocional con la clase de la que él venía, la clase de los
comerciantes, empleados y maestros, era profundo. Berlín le ofreció
una clara oportunidad para escapar de sus orígenes sociales, tal
como lo hizo su hermano. Pero él rechazó esa oferta, escogiendo en
su lugar regresar a los brazos de la Suiza provincial. Aún así,
nunca perdió de vista, nunca se permitió perder de vista, las
tendencias liberales conformistas de su clase, la intolerancia de
gente como él mismo, soñadores y vagabundos”
Robert Walser, entre 1907 y 1909
publicó sus tres novelas más importantes: Los hermanos Tanner
(1907), El ayudante (1908) y Jacob von Gutten (1909). Se podría
decir que tratan un tema común, el trabajo, pero lo que realmente
desarrolla Walser en ellas, de forma progresiva desde la
inconsciencia de Tanner, hasta el absurdo melancólico de Jacob von
Gutten, es una teoría de la servidumbre, vista, eso sí, como apunta
Coetzee, desde alguien con “las tendencias liberales conformistas
de su clase”.
“Jamás he respetado el dinero, mi
estimada señora. Más bien podría ocurrírseme -e incluso agradarme
si la ocasión se presentara- la idea de considerar valioso el dinero
de otras personas. Parece que tiene usted la intención de tomarme a
su servicio: pues bien, en ese caso respetaría rigurosamente sus
intereses, por supuesto, ya que no tendría más intereses que los
suyos, que serían también mío. ¡Mis propios intereses! ¡Cuando
en la vida habría yo llegado a tener intereses serios y propios! (…)
quien no tiene objetivos propios vive en función de los objetivos
intereses e intenciones de otros”
Los hermanos Tanner
“Es usted una extraña mezcla de
audacia y cobardía, Joseph. No le da miedo subirse a una cornisa
angosta o nadar en el lago en pleno otoño. También puede ofender a
una dama sin inmutarse. Pero cuando se trata de excusar un inocente
pecadillo ante su amo y señor, lo invade el pánico. Una se ve
obligada a pensar que o bien siente usted un gran aprecio por su
jefe, o bien lo odia en secreto”
El ayudante
“Nos inculcan que adaptarse a unos
cuantos valores firmes y seguros tiene un efecto benéfico, es decir,
acostumbrarse y amoldarse a las leyes y mandamientos impuestos por
una estricta autoridad exterior. Tal vez quieran estupidizarnos; en
cualquier caso pretenden apocarnos. Los alumnos sabemos todos, sin
excepción, que la timidez es condenable. El que tartamudea y
exterioriza su miedo se expone al desprecio de nuestra señorita,
pero debemos ser apocados y saberlo, tener plena certeza de que no
somos nada grande. La ley que ordena, la coacción que obliga y las
numerosas e inexorables reglas que nos prescriben la orientación y
el gusto: eso es lo grande y no nosotros, los alumnos”.
Jacob von Gutten
Desde el momento en que el joven Tanner
entra en una librería a solicitar empleo, hasta que Jacob von
Gutten abandona el Instituto Benjamenta, las tres novelas de Walser
se convierten en una enorme reflexión sobre el conflicto entre la
individualidad y la servidumbre. Pero en ningún caso se trata de una
reflexión revolucionaria dispuesta a socavar el orden social. Los
personajes de Walser, quizás como el propio autor, se obstinan en
situarse en una posición que no les “corresponde” por nacimiento
y educación. Se contratan como empleados de personas a las que, en
otras condiciones y no con las voluntarias decisiones que han tomado
los protagonistas, podrían tratar como iguales, creándose así una
especie de conflicto social en la narración en la que la visión de
esos personajes está empañada por la propia dicotomía de su
situación. Tanner, Marti y Von Gutten se obligan a adoptar un rol
que a ellos mismos les resulta, empleando una terminología que debe
contextualizarse en la sociedad de principios del siglo XX,
“antinatural”. Más que obligarse, se empeñan tercamente en ser
aquello que íntimamente no creen ser. Y ahí radica la fantástica
naturaleza que emanan estas novelas de Walser, una especie de ironía
melancólica (o melancolía irónica) que trata de describir al ser
humano debatiéndose entre la servidumbre y su propia libertad. Y la
libertad, para los personajes de Walser (¿para el propio Walser?),
suponen poder desplazarse de ciudad en ciudad, o bañarse en otoño
en un lago suizo, o trepar a una cornisa, o subir a una montaña , o,
básicamente, en pasear. Pasear, pasear, pasear. Acto que da título
a uno de sus más famosos relatos. Acto que sabemos fue lo último
que hizo en su vida.
¿Era Walser una persona antisocial? Su
internamiento voluntario en la clínica psiquiátrica de Waldau no
obedece a motivos claros. Es algo que podríamos esperar de los
personajes de Walser, eso sí, incapacitados de alguna manera a
aceptar el orden social establecido sin cuestionarlo, sin juzgarlo y
sin condenarlo, y a pesar de eso, tolerándolo y asumiendo sus funciones dentro de él. Los personajes de Walser precisan educación para
poder someterse a sus trabajos serviles, o eso parece desprenderse de la última (y la más genial) de sus tres novelas. El propio Walser, quizás,
anhelaba un Instituto Benjamenta donde le enseñasen a afrontar las
obligaciones contractuales que la sociedad nos exige. Creo que la
respuesta a la pregunta es no, Walser no era una persona antisocial.
Era demasiado autoconsciente de las exigencias del trabajo, tenía
completamente arraigada en su interior la “pertenencia de clase”,
sabía que su aversión al trabajo lo convertía en todo aquello que
su “clase” despreciaba o no toleraba, como dice Coetzee,
“soñadores y vagabundos”. Y de esa contradicción nacen sus
textos.
El comerciante Robert Walser nunca nos
hubiese legado estas magníficas novelas.
“Lo que procura el auténtico
bienestar es siempre de aspecto modesto, mientras que lo (…)
tiránico contiene en sí muchas cosas agradables y cordiales que nos
salen al encuentro desde las alcobas de una torre y otros sitios
parecidos, seduciéndonos con infinidad de promesas. El hecho de
estar atado, encadenado a un sitio es a veces más cálido y rico en
secretas ternuras que la libertad sin frionteras, que deja abiertas
puertas y ventanas al mundo entero y en cuyas estancias luminosas el
hombre es muy pronto atacado por un frío glaciar o un calor
opresivo. Aunque la libertad a que Joseph se refería era, Dios
santo, la cosa más bella y conveniente del mundo, y contenía una
magia inmortal”.
El ayudante
Los textos de Los hermanos Tanner, El
ayudante y Jacob von Gutten, de las traducciones de Juan José del
Solar para Ediciones Siruela.
1 comentario:
Me pregunto cual de las dos es más literaria, su obra o su vida. Y más cosas, si hubiese llevado una vida convencional y, milagrosamente, hubiese sido capaz de escribir lo mismo ¿ejercería tanta fascinación entre nosotros? Desde luego, ambas están muy relacionadas y, probablemente, su misterio (tanto de obra como de vida) es lo que más nos atrae. Leía Jacob von Gutten y no podía dejar de hacerme preguntas. Las mismas que podemos hacernos al conocer su biografía, la misma incomodidad y desazón.
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