A veces viene el cartero. Hace sonar el timbre de su bicicleta hasta que la abuela sale de casa. Entonces el cartero chupa su lápiz, escribe una cosa en un trocito de papel, le tiende el papel y el lápiz a la abuela, que traza una cruz en la parte baja del papel. El cartero le da dinero, un paquete o una carta, y se vuelve a ir hacia la ciudad, silbando.
La abuela se encierra en la habitación con el paquete o con el dinero. Si hay una carta, la echa al fuego.
Le preguntamos:
—Abuela, ¿por qué tiras la carta sin leerla?
Ella responde:
—No sé leer. Nunca fui a la escuela, no he hecho otra cosa que trabajar. No me mimaron como a vosotros.
—Nosotros podríamos leerte las cartas que recibes.
—Nadie debe leer las cartas que yo recibo.
Le preguntamos:
—¿Quién envía el dinero? ¿Quién envía los paquetes? ¿Quién envía las cartas?
Ella no responde.
Al día siguiente, mientras está en la bodega, registramos su habitación. Debajo de su cama encontramos un paquete abierto. Hay jerséis, bufandas, gorros, guantes. No le decimos nada a la abuela, porque comprendería que tenemos una llave que abre su habitación.
Después de la cena, esperamos. La abuela se bebe su aguardiente y después, tambaleante, va a abrir la puerta de su habitación con la llave que lleva colgando de la cintura. La seguimos, la empujamos. Cae de espaldas encima de la cama. Fingimos que buscamos y encontramos el paquete.
Le decimos:
—Esto no está bien, abuela. Tenemos frío, no tenemos ropa abrigada, no podemos salir, y tú quieres vender todo lo que nuestra madre ha tejido para nosotros y nos ha enviado.
La abuela no responde, está llorando.
Le decimos:
—Es nuestra madre quien envía el dinero, es nuestra madre quien te escribe cartas.
La abuela dice:
—No me escribe a mí. Sabe muy bien que yo no sé leer. Ella no me había escrito nunca antes. Ahora que vosotros estáis aquí, escribe. ¡Pero yo no necesito sus cartas! ¡No necesito nada que venga de ella!
Agota Kristof, El gran cuaderno, página 53, traducción de Ana Herrera para El Aleph Editores.
La abuela se encierra en la habitación con el paquete o con el dinero. Si hay una carta, la echa al fuego.
Le preguntamos:
—Abuela, ¿por qué tiras la carta sin leerla?
Ella responde:
—No sé leer. Nunca fui a la escuela, no he hecho otra cosa que trabajar. No me mimaron como a vosotros.
—Nosotros podríamos leerte las cartas que recibes.
—Nadie debe leer las cartas que yo recibo.
Le preguntamos:
—¿Quién envía el dinero? ¿Quién envía los paquetes? ¿Quién envía las cartas?
Ella no responde.
Al día siguiente, mientras está en la bodega, registramos su habitación. Debajo de su cama encontramos un paquete abierto. Hay jerséis, bufandas, gorros, guantes. No le decimos nada a la abuela, porque comprendería que tenemos una llave que abre su habitación.
Después de la cena, esperamos. La abuela se bebe su aguardiente y después, tambaleante, va a abrir la puerta de su habitación con la llave que lleva colgando de la cintura. La seguimos, la empujamos. Cae de espaldas encima de la cama. Fingimos que buscamos y encontramos el paquete.
Le decimos:
—Esto no está bien, abuela. Tenemos frío, no tenemos ropa abrigada, no podemos salir, y tú quieres vender todo lo que nuestra madre ha tejido para nosotros y nos ha enviado.
La abuela no responde, está llorando.
Le decimos:
—Es nuestra madre quien envía el dinero, es nuestra madre quien te escribe cartas.
La abuela dice:
—No me escribe a mí. Sabe muy bien que yo no sé leer. Ella no me había escrito nunca antes. Ahora que vosotros estáis aquí, escribe. ¡Pero yo no necesito sus cartas! ¡No necesito nada que venga de ella!
Agota Kristof, El gran cuaderno, página 53, traducción de Ana Herrera para El Aleph Editores.
5 comentarios:
Para mím el primer volumen es el mejor. Los demás, interesantes pero muy largos hasta llegar al final.
Saludos.
Donde digo "para mim" digo "para mí".
Sorrey.
Un libro demoledor, de una crudeza absoluta, pero excelente.
Un libro que descubre lo que es la buena literatura. Su crudeza es grande, su belleza aún mayor. Lo leí hace ya algunos años y desde luego no me dejó indiferente. Recuerdo especialmente las reflexiones sobre el proceso de creación literaria.
Si tuviera que poner una nota le pondría un 10, ¡seguro!
Lo mejor de Kristof es la aparente sencillez de su prosa y el amplio mundo que abre con sus palabras. Una gran escritora. Y soy muy fan de las otras dos partes de Claus y Lucas, quizás menos apreciadas porque El gran cuaderno pone el nivel muy muy alto.
Un saludo y gracias por vuestros comentarios.
Publicar un comentario