Dice (dijo) David Mitchell sobre El atlas de las nubes: “Cada
una de las secciones es como un ensayo de ficción sobre cómo funciona el poder,
cómo una persona se sobrepone a otra, el poder entre tribus o entre individuos
con un estado, o un estado con una compañía depredadora”… o al menos así la
recoge la transcripción de la conversación telefónica que el periodista de El
País (Pérez Ruiz de Elvira) sostuvo en 2013 con el escritor con motivo del
¡estreno de la versión cinematográfica de la novela!
No entiendo muy bien la frase de Mitchell. O lo que el periodista escribe que dijo Mitchell.
Tal vez sea más elocuente la cita que se repite en muchas
reseñas:
“¡Y cuando exhales el último suspiro, sólo entonces, te darás cuenta de que tu vida no ha sido más que una minúscula gota en un océano infinito!
Y sin embargo, ¿qué es un océano sino una multitud de gotas?”
O de cómo las actitudes individuales de enfrentamiento al
poder derivan en un futuro… ¿mejor? Obviamente la conclusión de la novela es
que no, no hay un futuro mejor en el devenir de la historia. Quizás un atisbo
de esperanza gracias, precisamente, a esas actitudes individuales.
Esta sería una representación gráfica de la estructura de la
novela:
En la misma entrevista Mitchell afirma: “Toda novela tiene un
número. No es misticismo, es más arquitectónico. Quizá estético también. Es
como la firma de tiempo en la música”.
Así que supongo que la idea arquitectónica que tenía
Mitchell en mente cuando elaboró la estructura de El atlas de las nubes era
esta:
(La imagen de aquí)
Es pues una impresión subjetiva la que quiero dar mostrando
un inestable montón de libros. El arco de medio punto que nos legaron los
romanos (“los romanos… ¡una mierda al lado de los etruscos!") es la estructura
más estable y elegante posible para construir un arco: la entrada que separa dos
realidades diferenciadas.
Lo que ocurre con los arcos es que su resistencia depende en
gran medida de la calidad y solidez de los elementos empleados en su
construcción.
Y aquí llega el problema a la hora de evaluar una novela
como El atlas de las nubes.
La novela está compuesta por seis relatos, seis de ellos
interrumpidos y continuados en forma piramidal. Al diario de Adam Swing le
siguen las cartas de Frosbisher, a estas una novela negra centrada en la
periodista Luisa Rey, a esta otra novela escrita por Cavendish, un editor en
fuga, a la que sucede el interrogatorio a una androide en un futuro en el que
los clones son mano de obra desechable, culminando la sucesión de historias en
un futuro postapocalíptico dominado por la violencia tribal, y de ahí volvemos
al relato de la androide, y descendiendo, al editor, a la periodista, a las
cartas y al diario.
Lo cierto es que Mitchell demuestra dominar con solvencia
múltiples géneros, adecuando su narración a las épocas a las que están circunscritas
cada una de ellas. Y también es cierto que no se trata de una azarosa reunión
de relatos. Dejando de lado que cada uno de ellos remita al anterior relato
sobre el que se sostiene y que, de alguna manera, cada uno de los relatos,
influya en las vidas de sus futuros lectores (los protagonistas de los relatos
que les preceden), hay una temática común que ya he mencionado, el del
enfrentamiento individual a las infinitas caras del poder.
Así tenemos una estructura envidiable, un más que digno
dominio de géneros y una buena idea desarrollada.
Pero.
Copié esta cita de Gibbon, supongo de su Historia de la
decadencia y caída del Imperio romano, que recoge Mitchell en la novela:
“Una nube de críticos, de antólogos, de comentaristas,
oscureció la faz del saber y a la decadencia del genio no tardó en sumarse la
corrupción del gusto”
Mitchell cede la frase a su personaje, Cavendish, el editor,
poco antes de que un escritor, que posteriormente se desvela como un
delincuente que ha escrito sus memorias, defenestre al crítico que le ha
hundido con su reseña.
La decadencia del genio y la corrupción del gusto.
No voy a decir que El atlas de las nubes sea una mala novela.
Sí, quizás, que demuestra los síntomas del estado de nuestros gustos culturales
en la actualidad.
El atlas de las nubes es lo que es. Una interesante novela.
Emparejada, quizás circunstancialmente, con La casa de hojas. Un ejemplo de
cómo el género fantástico se va infiltrando más y más, dejando de ser un
subgénero menospreciado.
Pero… hay cierta endeblez en la estructura que nos presenta
Mitchell. La cadena, el eslabón y bla, bla, bla. De las seis historias forman
la novela, pocas de ellas sobrevivirían de forma individual. En algunos de
ellos se recurre a tópicos habituales, lo que les convierte en reproducciones
de lo más trillado de los géneros a los que Mitchell pretende rendir homenaje.
Sí, nos divertimos, asistimos intrigados a las tramas, pero, finalmente,
tenemos la sensación de haber leído con anterioridad todo lo narrado. Entiendo
que esa es la intención de Mitchell, pero me hubiese gustado mayor ambición
narrativa en la composición de los relatos. Que no fuesen remedos de los
géneros a los que se refiere sino réplicas satíricas o qué-sé-yo…
Pues eso, que somos como los romanos.
Defenestradme.
(Los textos de la traducción de Víctor V. Úbeda para Duomo Ediciones)
("A la mierda los romanos", según P. Tinto)
2 comentarios:
Supongo que el abuso del poderoso sobre el débil se inició en el minuto uno de la existencia humana, lo que te permite seguir caminando es la capacidad de abstraerte de ese " Gran hermano " que siempre te controla, no puedes liberarte de él, pero él tampoco se puede liberar de los demás. El consuelo es una sentencia; nadie es libre.
Tristemente es así, aunque unos son menos libres que otros.
Gracias por tu comentario.
Un saludo
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