20/2/14

Relato soñado, de Arthur Schnitzler

Traumnovelle

La ronda de la infidelidad no consumada:

Albertine, La joven de la playa, Marianne, Mizzi, la chica de la tienda de disfraces, la enmascarada, Albertine, la chica de la tienda de disfraces, Marianne, Mizzi, un cadáver de mujer, Albertine.


Dice el Ferrater-Mora que Freud estima que no hay actos de ninguna clase, incluyendo actos verbales y sueños, que no tengan una causa. Pudiendo estar más o menos de acuerdo con la cita, considero el psicoanálisis como una forma de narrativa. Por ejemplo, la interpretación freudiana de los sueños requiere en principio la exposición de los acontecimientos del sueño. Es un (psico)análisis basado en una narración.
Toda narración es infidente.
Toda narración es una impostura.

¿Se adscribe Schnitzler a la causalidad freudiana?, es decir, ¿construye su relato de forma que responda a unas causas inconfesables y perentorias que acosan al matrimonio protagonista aún sabiendo la relación entre narración e impostura? 
Creo que Schnitzler representa la verdadera cara del psicoanálisis. Por eso, quizás, Freud le respetaba e incluso “temía”.

Dejemos hablar al experto, Giuseppe Farese:

“Sigmund Freud en una carta a Schnitzler, del 14 de mayo de 1922, en la que confesaba haberlo evitado hasta la fecha por una especie de "temor del sosia", escribía entre otras cosas: "Su determinismo así como su escepticismo —que la gente llama pesimismo—, su penetración en las verdades del inconsciente, en la naturaleza de las pulsiones del hombre, su demolición de las certezas convencionales de la civilización, la adhesión de sus pensamientos a la polaridad entre amor y muerte, todo me sorprendió con una inquietante familiaridad"”

(…)
(Respecto a Relato soñado): “La trama de lo que se podría definir como una obra de teatro de desengaños y de deseos insatisfechos —ninguna de las aventuras erótico-surreales de Fridolin llega a cumplirse, la traición de Albertine ocurre sólo en el sueño— se desenreda a lo largo del hilo del mutuo extrañamiento de los protagonistas, de su alejarse y de su progresivo reunirse. La condición psicológica de Fridolin y Albertine trae a la memoria las agudas observaciones de Schnitzler sobre el psicoanálisis y particularmente su original alusión a esa "especie de territorio intermedio que fluctúa entre el consciente y el inconsciente" que él definía como "medioconsciente" o "semiconsciente", y con base en el cual es posible leer las contradicciones de Fridolin y Albertine. Sobre todo porque el mismo Schnitzler admitía que el arte del escritor debía consistir en "trazar lo más decididamente posible los límites entre el consciente, el semiconsciente y el inconsciente". Si es verdad, como él observa, que "el medioconsciente constituye el territorio más extenso de la vida psíquica y espiritual, y desde ahí los elementos emergen ininterrumpidamente al consciente o se precipitan en el inconsciente", entonces también el reencuentro final entre Fridolin y Albertine, después de la turbulenta noche de los deseos insatisfechos, adquiere el significado de una elevación al consciente que, sin proveer certezas, podría justificar aquél "riesgo" de una solución positiva que ya algunos años antes había propuesto Rey como una hipótesis. La frase final con la que Albertine busca apagar el entusiasmo optimista de su marido: "No se puede hipotecar el futuro", parece evidenciar más bien la inseguridad esencial que siempre había caracterizado a las obras de Schnitzler en los últimos años”

Arthur Schnitzler, a setenta años de su muerte, de Giuseppe Farese; Traducción de Guadalupe Alonso.

En la traducción de Miguel Sáenz para Acantilado el "No se puede hipotecar el futuro" aparece así:

—¿Qué vamos a hacer, Albertine?

Ella sonrió y, tras una breve vacilación, repuso:
— Dar gracias al Destino, creo, por haber salido tan bien librados de todas esas aventuras... de las reales y de las soñadas.
—¿Estás segura? -le preguntó él.
— Tan segura que sospecho que la realidad de una noche, incluso la de toda una vida humana, no significa también su verdad más profunda.
— Y que ningún sueño -suspiró él suavemente- es totalmente un sueño.
Ella cogió la cabeza de él entre sus manos y la apoyó cariñosamente contra su pecho.
— Pero ahora estamos despiertos -dijo- para mucho tiempo.
Para siempre, quiso añadir él, pero, antes de que pronunciara esas palabras, ella le puso un dedo sobre los labios y, como para sus adentros, susurró:
— No se puede adivinar el futuro.
Permanecieron así en silencio, dormitando los dos un poco y próximos entre sí, sin soñar...


Las grandes obras de la literatura lo son en gran medida porque generan una serie de preguntas en los lectores. Quizás la principal pregunta que suscita es quién es realmente el soñador. Y esta pregunta, a su vez, crea una serie de interrogantes: ¿Es el narrador el soñador?, ¿Traumnovelle hace referencia únicamente al relato de Albertine de su sueño en el que es infiel a Fridolin y dónde éste aparece crucificado?, ¿pertenece al mundo onírico la reacción de Fridolin, más airada ante el sueño (ficción alegórica) que a la confesión que ella le hace sobre su intento frustrado de infidelidad durante su vacaciones en Dinamarca?, ¿es el sueño, el relato soñado, la aventura de Fridolin?
Pensemos, por ejemplo, en los curiosos apellidos de quienes le introducen en el mundo exclusivo orgiástico y en el de la muerte, dos de los personajes más cercanos a Fridolin y que no son conocimientos de su aventura nocturna, Nachtigall (Ruiseñor) y Adler (Águila). Pensemos también en la exagerada casualidad que encierra su introducción al reducto clasista:

— ¿Así que has conseguido realmente un disfraz?

—Ya ves. ¿Y la contraseña?
— ¿Insistes en ir?
—Sin falta.
—Entonces... La contraseña es Dinamarca.
— ¿Estás loco, Nachtigall?
— ¿Por qué loco?
—Por nada, por nada... Casualmente he estado este verano en la costa danesa.

En todo caso el sueño-relato funciona como alegoría. Es complicado desentrañar el sentido final (la causa) del sueño de Albertine, el fragmento de la novelle verdaderamente onírico. La extrañeza y el sinsentido de nuestros sueños permitió a Freud fundar su psicoanálisis, una “ciencia” que se asienta en un doble subjetivismo, el del soñador y el del interpretador.
Sin embargo Traumnovelle sí que tiene un claro carácter alegórico, el de los acontecimientos y las causas de una crisis matrimonial. Sin embargo la grandeza de Schnitzler es no plantear el tema directamente. Le confiere la extraña textura de los sueños, la reviste de inverosímiles pero posibles acontecimientos. Conjuga, en suma, la confusión de los sueños y la contundencia narrativa, sabiendo que ambos pertenecen al ámbito de lo falso, de lo impostado, de la ficción.

2 comentarios:

Dioni Porta dijo...

Leí "Apuesta al amanecer" de Schnitzler en un hospital y me parecía magnífica.
Tipos como él pueden confirmar que el monólogo interior funciona siempre y cuando haya una buena perspicacia psicológica detrás, si no, la voz interior puede ser pura verborrea intrascendente.

José Manuel Campillo dijo...

"Relato soñado" es una ensoñación novelada. Uno de esos libros en lo que uno se sumerge y pierde esencia. Es como si tu realidad se difuminara con cada palabra.
Schnitzler tiene cuatro o cinco libros extraordinarios.
Brillante, por otra parte, la película de Kubrick.
José Manuel Campillo.