1/5/12

Los reconocimientos, de William Gaddis

Hay una escena que me ha llamado mucho la atención en la novela de Gaddis.
Un escritor estadounidense en un monasterio español sigue a un monje, compatriota suyo y uno de los personajes principales de la obra, hasta un punto elevado desde el que se puede contemplar el amanecer sobre las montañas por encima de los tejados del pueblo.

Mire el cielo, le dice el monje al escritor, “¿Es que nadie lo pintó hasta que lo hizo El Greco? Mírelo, el cielo español

Allí, en el amanecer sobre una colina que domina el valle, los dos personajes sostienen una conversación. El monje habla. Habla de las Pléyades, de su padre, del que dice que fue un rey, de que no le han dejado entrar en el convento. El portero le ha dicho que fuese a donde le buscan. El escritor entiende mal, piensa que se refiere a entregarse por haber matado a un hombre. El monje dice que matar a un hombre no da ningún fruto, “Matar a un hombre, no, eso no tiene nada que ver, se acaba ahí mismo” y siguen hablando. Los errores de la vida, los pecados, ¿cómo se expían?, se pregunta el monje, contraponiendo a cada posibilidad la opción de sobrevivir a ello. Y después debes sobrevivir a sobrevivir. Una discusión sobre la vida y la muerte.
Entonces ocurre lo chocante. El escritor resbala y se hiere en la mano que empieza a sangrar. A causa del resbalón un pájaro levanta el vuelo pero el monje lo atrapa. Y conversan. El hombre herido tendido en el suelo y el monje con el pájaro en la mano, en la luz del amanecer. Y el monje dice que debe irse, que las campanas del monasterio suenan anunciando su partida. Dilige et quod vis fact, ama y haz lo que quieres, le dice el monje al escritor y le pide que lo anote.
El pájaro vuela.
El escritor se deshace del trozo del papel.

Todas esas palabras, las últimas palabras del personaje, se perderán como… como… como anotaciones arrojadas al suelo en la puerta de una iglesia.

Obviamente, y lo digo con total certeza, uno de los guionistas de Blade Runner, o Hampton Fancher o David Peoples, había leído Los reconocimientos de William Gaddis. La escena más famosa de la película, la conversación entre Deckart y Batty, no aparece en la novela de P. K. Dick en la que vagamente se inspira. Pero es en su puesta en escena y temática similar a la de la novela de Gaddis.

Esto podría ser una curiosidad pero, teniendo en cuenta que el tema principal de Los reconocimientos es la falsificación, el fraude y la copia, me parece relevante. Principalmente porque la propia novela justifica las apropiaciones y se mueve en ese lindero en el que la falsificación es indistinguible de la copia en todos sus aspectos, excepto en el de la originalidad. Y la única obra original que aparece en la novela de Gaddis tiene efectos catastróficos.

(Continuará)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡vaya ojo, javier!

Apunta, porque lo leo en la solapa: "El caníbal se contó entre las fuentes de inspiración de El arco iris de gravedad".

Acabé esta tarde El caníbal, de Hawkes. Tre men do será también para quien ha escrito Constatación brutal del presente.
Auguro...

Rutger Hauer dijo...

Fantástico blog,fascinante.
Y precioso este artículo en particular.Solo una matización:era Hauer quien leía a Gaddis.El monólogo final es una improvisación suya,principio y fin del Brando posmoderno que sucumbió bajo el peso de los celos del "bueno" de Harry Ford.

Manipulador de Alimentos dijo...

Es único, inigualable, fantástico.
Quien lo haya leído, lo sabe.


Carnet de Manipulador de Alimentos