21/2/11

El hombre sin atributos, de Robert Musil

El 28 de junio de 1914 el asesinato del archiduque austrohúngaro da origen a la Primera Guerra Mundial. Escrita entre 1930 y 1943 El hombre sin atributos, de Robert Musil, se inicia en 1913 y se dirige hacia ese punto de inflexión de la historia. Escrita en 1924 La montaña mágica, de Thomas Mann, termina durante la misma contienda europea. Entre 1931 y 1932, Hermann Broch escribe la trilogía de Los sonámbulos también ambientada en la misma época de pre-guerra.

No sé hasta que punto Musil tuvo presente a Mann mientras componía Der Mann ohne Eigenschaften. Pero hay que aceptar que de alguna manera las tres novelas escritas en alemán (Musil y Broch eran austriacos en “contraposición” a Mann, alemán) son referentes de la novela filosófica que buscan una exhaustiva exploración de las ideas y los comportamientos sociales de una época de la historia, la primera mitad del siglo XX, especialmente turbulenta.

(Es una forma de ver las cosas. Los europeos (incluso los no Mitteleuropeos, los europeos limítrofes) somos bastante egocéntricos. Todas las épocas son especialmente turbulentas)

En fin… hoy quería hablar sobre mis hábitos de lectura. Estos últimos meses mi ritmo de lectura ha disminuido y por tanto las entradas en el blog se han resentido. No recuerdo cuantos meses llevo intentando avanzar por los capítulos de El hombre sin atributos. Se puede decir que prácticamente he terminado su lectura. La edición definitiva de Seix Barral incluye galeradas y capítulos a medio corregir y textos manuscritos rescatados. Musil murió sin terminar su monumental novela.

Todo lector de El hombre sin atributos morirá sin saber el final.

Lo que me preocupa es el modo en que la lectura me ha parasitado. Porque uno se pregunta cuál es el motivo por el que se lanza a la lectura de una novela como esta, tan densa, tan plagada de ideas, tan rebosante de opiniones, tan enrevesada en sus razonamientos filosóficos, tan minuciosa en la descripción del entorno social…

Pero claro, ahora puedo añadir a mi currículo la lectura de El hombre sin atributos.

Nunca he entendido el montañismo. Escalar altas montañas, plantar una bandera y volver a bajar. Y en cierta manera se puede decir que practico una especie de montañismo lector. Y El hombre sin atributos es sin duda uno de los ochomiles. ¿Pero qué he obtenido subiendo esa montaña? Me han tenido que amputar varios dedos, he sufrido dolores inexplicables y un cansancio atroz condicionará el resto de mi vida, ¿para qué? Entiendo el montañismo en lo que supone de superación personal y búsqueda de los límites de resistencia del cuerpo humano y que en todo ello, lo verdaderamente importante, intransferible y personal (de una manera casi mística), es el hecho de la ascensión.

Pero no tiene sentido en sí.

He leído la novela de Musil. Los dos volúmenes están llenos de dobleces en muchas de sus hojas para recordar pasajes memorables y frases dignas de mención. Pero tengo la puñetera sensación de que quiero olvidar haberla leído.


(continuará) (o no)

9 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé qué tuve para acabarla. Sí sé lo que me animó a leerla: Musil, su vida.

Rubén Martín Giráldez dijo...

Después de nueve años he llegado a entender que me aburrí leyéndola (no lo sabía hasta hace poco, de verdad: con Proust no me pasó esto). Guardo buen recuerdo de todo lo demás de Musil.

Portnoy dijo...

Si no niego que hay motivos más que suficientes para leer la novela, Musil entre ellos, pero, como dice CC, voy a tener que admitir que me he aburrido... y es curioso, no me pasó con Mann, no me pasó con Broch, incluso no me pasó con La muerte de Virgilio... ¿entonces?
Supongo que es tema para otro post.
Un saludo y gracias por vuestros comentarios

Anónimo dijo...

Pero todos esos pensamientos que dices que contiene, ¿no es razón suficiente para leer "El hombre sin atributos"? Gracias

Lula dijo...

Mmmm... si quieres olvidar que la has leído, será que quieres volver a leerla.

carlos maiques dijo...

En los ochomil es donde mejor se observa el resplandor eterno de las mentes sin mácula, y el olvido no es sino una de sus facetas. A los lectores de Musil nos abruman las turbulencias, la historia que rodea una masiva obra definitivamente inacabada. Pero creo que es cuestión de tiempos y hábitos. Hoy en día es muy complicado "inventarse" una lentitud sin distracciones, a la vez muy atenta para disfrutar de libros como Tres mujeres. Un saludo y hasta otra.

costa sin mar dijo...

este post me gustó mucho vato

Anónimo dijo...

me gusta la categoría lector-momtañista, aunque habría que ver si uno siempre va en ascenso mientras lee. esa especie de vertigo por terminar un libro voluptuoso. con Proust más que ascender, caía cada cien páginas, en lagunas fangosas y malolientes, y me preguntaba qué estaba haciendo encerrado leyendo mientras podría estar por ahí, escalando verdaderas montañas. también me preguntaba qué finalidad tenía don Marcel en gastar ciento cincuenta páginas hablando de las minucias de la Señora de Verdurín. es claro que la lectura Proust da frutos (sobrados), pero uno siente que ha sido sometido a un juego macabro. en fin, de alguna manera, la novela de Proust tampoco termina, y si uno lo piensa bien, no hay ninguna que realmente lo haga.

Julio César Zavala Vega dijo...

Una de las cosas que aprende uno como lector es que uno a veces no esta preparado para los textos que se van a leer y es mejor esperar estar preparado psicologica y emocionalmente para leerlos, me paso con Pavese que derrepente no me atraia y de un golpe me lei su obra completa incluyendo los fascinantes diarios "El oficio de vivir", pero creo que en esa categoria de lector montañista, que curiosamente yo usaba a mis amigos para que intenten leer textos como 2666, uno entiende que a veces llegas a la cumbre y despues bajas, pero hay textos en los que derrepente quedas atrapado, eso sería lo que pasa con "El hombre sin atributos" novela de la que guardo un grato recuerdo pero me entretengo mas leyendo los diarios que publicara Debolsillo hace unos años (donde cuenta su rencor hacia Mann por ejemplo x no auxiliarlo en su peor momento pero si a Broch, y muchos años despues al enterarse que esto no fue así se reconcilía con los dos y reconoce el odio que lo envolvió ese episodio en su vida...