31/8/10

Cargo 200, de Aleksey Balabanov

Una frase falsamente atribuida a Dostoievski sentencia: “Si Dios no existe todo está permitido”

En realidad es una síntesis de la discusión teológica que se mantiene en el segundo libro de la primera parte de
Los Hermanos Karamazov:
‑Eso es un plagio, Aliocha: repites las ideas de tu starets. Iván os ha planteado un enigma ‑exclamó con visible animosidad Rakitine, cuyo semblante se alteró mientras sus labios se contraían‑. Un enigma estúpido en el que no hay nada que adivinar. Haz un pequeño esfuerzo y lo comprenderás todo. Su artículo es ridículo y necio. Le he oído perfectamente cuando ha desarrollado su absurda teoría. «Si no hay inmortalidad del alma, no hay virtud, lo que quiere decir que todo está permitido.» Recuerda que tu hermano Mitia ha dicho sobre esto que lo tendría presente. Es una teoría seductora para los bribones... No; para los bribones, no. Esta vehemencia me trastorna... Es seductora para esos fanfarrones dotados de «una profundidad de pensamiento insondable». Es un charlatán, y su teoría, una bobada. Por lo demás, aunque no crea en la inmortalidad del alma, la humanidad hallará en si misma el vigor necesario para vivir virtuosamente. Esa fuerza se la proporcionará su amor a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad.



“Si no hay inmortalidad del alma, no hay virtud, lo que quiere decir que todo está permitido”, en lugar de la frase que se ha convertido en injustamente célebre.

La tesis de Ivan Fiodorovitch se complementa con una anécdota sobre una reunión en la que éste afirmaba “que ninguna ley natural impone al hombre el amor a la humanidad”, “de modo que si se destruye en el hombre la fe en su inmortalidad, no solamente desaparecerá en él el amor, sino también la energía necesaria para seguir viviendo en este mundo. Además, entonces no habría nada inmoral y todo, incluso la antropofagia, estaría autorizada. Y esto no es todo; terminó afirmando que, para el individuo que no cree en Dios ni en su propia inmortalidad, la ley moral de la naturaleza es el polo opuesto de la ley religiosa; que, en este caso, el egoísmo, incluso cuando alcanza un grado de perversidad, debe no sólo ser autorizado, sino reconocido como un desahogo necesario, lógico e incluso noble”.
Y se concluye: “‑¿He entendido bien? ‑exclamó de súbito Dmitri Fiodorovitch‑. «La maldad, para el ateo, no sólo está autorizada, sino que se considera como una manifestación natural necesaria y razonable. » ¿Es esto?
‑Exactamente ‑dijo el padre Paisius”.



Sin mencionar a Dostoievski, Cargo 200 (Gruz 200), de Aleksey Balabanov basa su relato en esa premisa: “La maldad, para el ateo, no sólo está autorizada, sino que se considera como una manifestación natural necesaria y razonable

Ambientada en la Unión Soviética en 1984, según se indica al principio, la historia que narrará Balabanov está basada en hechos reales. Y eso en cierta parte se constituye en una paradoja ya que tras la primera conversación que emplaza a los personajes en su contexto social uno de los personajes, Artem, se ve obligado a recurrir a unos turbios personajes en un ambiente extraño. El catedrático sufre una avería en su coche y pide ayuda en una destilería clandestina de vodka. Alexey, que dirige la destilería, obliga a beber al profesor y empieza una discusión teológica:



-¿Es usted ingeniero?
-No, soy profesor de Ateísmo Científico en la universidad.
-¿Qué es primero, la materia o la conciencia?
-La filosofía Marxista-Leninista rechaza la idea de Dios, como idea basada en la imposibilidad de conocer el mundo que rodea al hombre…
-Dígame algo, científico... ¿Dios existe o no?
-Es lo que intento explicarle...
- Entonces, ¿No hay Dios?
- No.
-Bien, ¿qué existe entonces?
-Hay una materia dinámica que se nos brinda en forma de sensaciones.
-¿Y alma? ¿Existe el alma?
- No, Alexey, no existe el alma.
- Entonces, Artem, no hay Dios. Ni alma.
-Hay consciencia y materia.
-¿Y de dónde provienen? ¿De dónde viene la consciencia?
-Alexey, esta charla no tiene sentido. Existe la teoría de Darwin, se enseña en las escuelas.
-¿Quiere hacerme creer que un mono recogió un hueso y así nació el pensamiento abstracto?
- Bebamos.
- No, no bebo, gracias. Debo viajar a Leninsk.
- ¿Cómo lo hará?
- Bueno, me voy.
- Espere. Usted llegó, y no debe ofender a sus anfitriones. Le abrimos nuestras almas, aunque usted no tenga una. Así hacemos las cosas aquí, profesor. (…) Entonces, Artem... ¿No hay nada allá arriba?
-Verá, Alexey, yo soy agnóstico. Creo en el mundo palpable, no creo en lo sobrenatural.
- Usted es comunista.
- Sí, soy miembro del Partido Comunista.
-¡No debería sentirse orgulloso! Todo lo malo viene de ustedes, comunistas. Quieren reemplazar a Dios con su Partido y con su Lenin. (...) No hay Dios, y todo marcha igual ¿recuerda? Asesinaron a millones. Y yo, cuando era joven maté a un hombre accidentamente, en una pelea. Y fui encarcelado justamente, por que sabía que era culpable. No pude culpar a nadie más. Una sentencia de 10 años. Y no dije nada. Mi conciencia no me lo permitió. Dios me impidió olvidarme de lo que hice. Y usted pretende abolir a Dios inventando una ciencia para ello.
-¡Tú sabes, Alexey, que los parámetros morales son manejados por motivos materiales y económicos! ¡Manifestaciones como la moral, el sentido del deber y la conciencia existen desde tiempos primitivos, mucho antes del cristianismo! ¡Reacciones semiinstintivas causadas por la obligación de preservar un tabú! ¡Además, los Diez Mandamientos que figuran en el Viejo Testamento se originaron y mantuvieron mucho antes de ser escritos!
-Es cierto. Dios nos otorgó los Mandamientos. Siempre estuvieron allí, sólo que los escribieron más tarde. Y no me asustan sus palabras intelectuales. "Tabú" Nosotros también leemos libros.


La discusión ha ido elevándose de tono y está completada con otras acciones y diálogos que he omitido que presenta a los personajes de la destilería: Alexei, cada vez más borracho, Sunka, el vietnamita, la mujer de Alexei, y un silencioso y extraño personaje. Toda la acción, punteada por la conversación dostoievskiana, tiene un extraño aire familiar y siniestro. Poco después llegan a la destilería un joven y una chica.
A partir de este momento reconocemos que nos encontramos ante la más turbia y despiadada adaptación de Santuario de William Faulkner.




Lika, la Temple Drake de Balabanov, sufrirá un destino más atroz que el ideado por Faulkner y eso, intuimos de alguna manera, toda esa parte que ya nada tiene que ver con la literatura, son los hechos reales en los que se basa la película. Y es que si a Santuario se le puede reprochar algo, es la inconsistencia de su personaje femenino, que pasa de las reacciones infantiles a una dependencia total de su raptor, Popeye, sin que sepamos bien como se produce ese proceso o sin que podamos aceptar lo que Faulkner propone. Aquí la brutalidad es tan extrema que no es posible que Lika empatice con su raptor, imagen del mal amoral y sin restricciones, como proponía el personaje de Dostoievski.




Gruz 200 es una película destacable en todos sus aspectos. Pero dejad que me quede fascinado con la estructura narrativa y en como el director ruso es capaz de emplear y combinar a escritores tan distintos como Faulkner y Dostoievski para desarrollar una tesis que ahonda en la maldad humana al mismo tiempo que desarrolla una pesadumbrosa crítica al modelo soviético.

Al final, hay una escena en la que el profesor de Ateísmo Científico (un personaje comparable al Benbow de Santuario) entra en una iglesia. Tal vez ha comprendido lo que comportan en la práctica sus teorías ateas. Tal vez implica la posibilidad de redención o la imposibilidad de ésta a través de una falacia no científica, como la religión. O, tal vez, sea una broma:

-Yo, en cambio, creo en Dios. Últimamente tenía mis dudas, pero ahora sólo me falta oír una frase sublime. En esto me parezco al filósofo Diderot. ¿Sabe usted, santísimo starets, cómo se presentó al metropolitano Platón, cuando reinaba la emperatriz Catalina? Entra y dice sin preámbulos: «¡Dios no existe!» A lo que el alto prelado responde: «¡El insensato ha dicho de todo corazón que Dios no existe!» Inmediatamente, Diderot se arroja a sus pies y exclama: «¡Creo y quiero recibir el bautismo!» Y se le bautizó en el acto. La princesa Dachkhov fue la madrina, y Potemkin, el padrino...
‑Esto es intolerable, Fiodor Pavlovitch- exclamó Miusov con voz trémula, incapaz de contenerse‑. Está usted mintiendo. Y sabe muy bien que esa estúpida anécdota es falsa. No se haga el pícaro.


Esta historia está basada en hechos reales

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Estupendisimo articulo!

Y pensar que me lei Los hermanos Karamazov y en su dia no caí en ello

Horacio Muñoz Fernández dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Horacio Muñoz Fernández dijo...

A Balanov creo que le dedicaran una retrospectiva el año pasado en el festival de Gijon o un homenaje. Muy buenas las citas literarias , ahora me toca la película porque citando a Faulkner y Dostoiesvski juntos a cualquiera le pica la curiosidad.

Portnoy dijo...

Según me han contado se bañó vestido en la playa de Gijón
:-)

Me resultó curioso esa mezcla literaria y cinematográfica tan bien conseguida. Aún así, sin los referentes literarios, la película es excelente.

Un saludo y muchas gracias por vuestros comentarios