5/5/09

Un hombre en la oscuridad, de Paul Auster

Para comentarios exigentes y análisis en profundidad recomiendo visitar la siguiente entrada de El síndrome Chejov:

Un hombre en la oscuridad. Auster, el pasotismo ilustrado.

Escribí hace tiempo a propósito de La noche del Oráculo:

Auster plantea la validez de iniciar una nueva ficción (novela) que repita o sea idéntica a sus anteriores ficciones y, al mismo tiempo, ensayar con una nueva forma que eluda las conclusiones de las historias, que en muchas ocasiones no son más que un tributo que hay que pagar para hacer verosímil (real) un relato. Nos quedamos así con la narración pura sin la servidumbre de la coherencia que exige la realidad.

Me reafirmo en mis opiniones que, en 2005, remarcaban la intención de Auster de reescribir sus propias historias con el añadido de que ya no se sentía obligado a concluirlas. Yo creo que fue imperdonable dejar a Nick Bowen en una habitación cerrada. Por eso no he leído ni Brooklyn Follies ni Viajes por el Scriptorium.
El azar me ha llevado a Un hombre en la oscuridad, lo que nos demuestra que el azar ya no es lo que era, ha perdido su música.
No tengo nada en contra en que los escritores apelen a los temas recurrentes que los caracterizan. Pero creo que, en cierta manera, tienen la obligación de reinventarse, de reescribirse con cierta originalidad.
¿Qué pasa entonces con Auster?
Un hombre en la oscuridad es una novela correcta pero inane. Parece como si Auster hubiese decidido detenerse hace ¿cuánto? ¿diez años? ¿más? y que siguiese escribiendo por inercia, arrastrando el cansancio de la narrativa, de sus propias historias. Entiendo que La noche del oráculo encierra una confesión al respecto con el hecho de la destrucción de los manuscritos y la inconclusión de las historias. Un hombre en la oscuridad está escrita en primera persona en la que se desarrolla una subhistoria, que termina abruptamente, creada durante el insomnio del narrador y que resulta más interesante que la historia principal. El resto de la trama, que ocurre durante una única noche, repasa la vida del narrador a través de diálogos casi teatrales que chirrían a causa de su falta de credibilidad. Es decir, Auster sacrifica una historia interesante, una historia austeriana en la que el protagonista viaja de una ficción narrativa que sucede en unos Estados Unidos en guerra civil en el año 2007 a la realidad del narrador principal al que debe matar. El viajero entre realidades alternativas no sabe tampoco, como no lo sabe el narrador principal, que están en una ficción de Auster, lo cual les condena a ambos a un destino decepcionante. Auster se niega a reescribirse mostrando cómo podría reescribirse, a través de la historia del viajero entre realidades narrativas, pero no haciéndolo. La otra historia, la del narrador principal, resulta anodina ya que no conduce finalmente a nada, si acaso a una brutal anécdota mínima que no justifica nada.
Esto no viene a cuento, pero me da la sensación de que Auster tiene su narrativa puesta tras los pasos de la de Philip Roth, pero no lo consigue. Es más, creo que consciente de ello, renuncia a seguir intentándolo, renuncia a seguir explorando.
Pero no renuncia a escribir.
Es curioso.
Creo que azar deberá jugar muy fuerte, recuperar su música, para volverme a poner en el camino de una “nueva” novela de Paul Auster.
Lástima. Disfruté mucho con él. Sigo considerando La trilogía de Nueva York una obra fundamental de nuestros tiempos.
Y además (cito, de la traducción de Benito Gómez para Anagrama):
La historia trata de un hombre que debe matar a la persona que lo ha creado, ¿y por qué fingir que no soy yo esa persona? Incluyéndome en la narración, la historia se hace real. O lo contrario, yo me vuelvo irreal: un producto más de mi propia imaginación.

Lo real y lo imaginado son una sola cosa. Los pensamientos son reales, incluso las ideas de cosas irreales.
No creo que la realidad y lo imaginado, la confusión metanarrativa de los dos conceptos, tengan nada que ver con Un hombre en la oscuridad. Es una premisa que finalmente no desarrolla… tal vez por cansancio.
¿Por qué Auster que supo ocupar ese extraño límite entre lo comercial y lo literario (*) no ha sabido adaptarse y evolucionar?, ¿y por qué parece mortificarse y escribir contra si mismo y, lo que me parece más grave, contra el lector?

(*) Son sólo aproximaciones no estrictas.


NOTA: Gabriela dijo lo mismo y lo dijo antes.

8 comentarios:

L'artista abans conegut com Subal Quinina dijo...

Un post brillante, señor Portnoy, brillante de verdad. Yo me quedo también con la Trilogia. Hace mucho tiempo que olvidé a Auster.

Gabriela dijo...

Opiné más o menos lo mismo en mi blog, cuando apareció la obra. Te jo el enlace en mi nombre.
Saludos, Portnoy.

ernesto maini dijo...

No estuvo acertado Auster, no.

Manuel g. dijo...

No me convence nada Auster, siempre compadeciéndose afectadamente de si mismo, lo mismo que sus personajes. Escritor "llorica".

Pablo Rodríguez Burón dijo...

Estoy contigo, dónde está aquel Auster. No es el primer escritor al que le pasa esto ni será el último. Yo le esperaré, por si vuelve, eso sí. Un abrazo

Portnoy dijo...

Debo decir que me consta que no todos piensan como nosotros.
De todas formas me quedo con una duda ¿debemos esperar a que vuelva Auster o ya debemos considerarlo un caso perdido?
Un saludo y gracias por vuestros comentarios.

Eric Dolphy dijo...

Me parece que ese cambio ya lo dio Auster en Timbuktú... pero cuando se quiere a un autor se tarde en reconocer que no, que ya no es lo mismo aquello que sale de su pluma. Y no se trata sólo de la literatura del no o del silencio...

Anónimo dijo...

La trilogía es, sin duda, de lo mejorcito de Auster. También me gusta mucho Mr. Vértigo, un pastiche a lo Twain. Pero con Auster uno siempre se queda con la sensación de que le faltó algo.

Salud.