11/9/08

Secretos a voces, de Alice Munro (y II)

Mostré mi admiración por los relatos de Alice Munro postrándome de rodillas ante Secretos a voces
Al parecer no soy el único que siente el efecto Munro. Nuestro amigo j. escribió:
Leyendo a Munro siento que estoy leyendo algo real, ya lo dije. Cada dos o tres páginas doy vuelta atrás y reviso las primeras líneas o las intermedias. ¿Cómo se inicia todo? ¿Tan fácil? ¿Cómo llegamos a este punto? ¿En qué momento esta concatenación de palabras sencillas, sin pretensiones, se transforma en un pequeño universo de personas vivas que no se dan cuenta de que las miro, las sé, me preocupan? Cada cierto tiempo, cuando me deja respirar, me temo que lo que leo es literatura testimonial enmascarada como ficción tal vez para no indisponerme demasiado. Quien cuenta esto, me digo, está sufriendo de verdad. Aquí nadie está actuando.
Me siento mal leyendo las historias de Alice Munro. Me duelen.
Digo más: Me gusta sentirme mal leyéndolas.
j, Runaway, de Alice Munro

Y Antonio Muñoz Molina:
La oí decir hace poco, en la radio, que muchas veces ha empezado historias que le parecían destinadas a convertirse en novelas, pero que siempre acaban siendo relatos más o menos cortos, con frecuencia sutilmente conectados entre sí. Lo decía riéndose, como aceptando una fatalidad contra la que no puede hacer nada. Pero los relatos de Alice Munro contienen muchas veces novelas enteras, abarcan amplitudes temporales y saltos de generaciones que uno no imaginaba que pudieran caber en el espacio de unas pocas decenas de páginas. "Veo la vida como piezas separadas que no acaban de encajar entre sí", decía en esa entrevista: pero esas piezas, en la trama de sus relatos, muy detalladas y a la vez despojadas de lazos precisos de continuidad, trazan perspectivas temporales que nos sobrecogen con ese sentimiento de duración, de aprendizaje y de pérdida, que parece privativo de la novela. Hay cuentos de Alice Munro que contienen una novela río en la limpia brevedad de un vaso de agua.
Alice Munro; Huida y vocación, por Antonio Muñoz Molina. EL PAÍS 06-08-2005

Digamos que me encuentro en una encrucijada que de alguna manera me ha bloqueado. Es cierto que hay que rendirse ante el talento de esta escritora, ante la aparente sencillez de sus textos que nos introduce en laberintos narrativos, conectados con otros laberintos, historias sutilmente relacionados con otras, conformando un territorio literario, en el que analiza las relaciones sentimentales de las personas, sus deseos y sus odios, su desesperanza y su soledad, todo ello simplemente mostrando, sin juicio ni valoración moral más que el que la estructura narrativa deja que percibamos.
Pero no es menos cierto que me resulta difícil hablar sobre Munro y su excelencia ya que cualquier cosa que diga no logrará captar las emociones que me producen la lectura de sus relatos, lo cual es insatisfactorio (para mi) e injusto (con la autora)
Hay que leer a Alice Munro. Es así de sencillo. Es todo cuanto debería decirse. Hay que sumergirse en sus relatos y dejarse llevar por las exposiciones que realiza en cada texto, como un río de palabras que fluye sin tropiezos aunque juegue muchas veces con la ruptura temporal. Porque es el lector quien debe explorar y sacar sus propias conclusiones sobre cada relato, ya que la autora no enfatiza, al menos no de forma evidente, los hechos más relevantes. Y es esa falta de énfasis la que produce esa extraña sensación: Mientras que los relatos fluyen regularmente, se desgranan sin alteraciones, uno siente el placer de la ligereza; cuando alcanzas el final, como dice j. exclamas “¡¿Tan fácil? ¿Cómo llegamos a este punto?!”, y entiendes que la ligereza es una sensación errónea, que cuando alcanzas la comprensión del relato en su totalidad el lector tiene como una especie de revelación.

Y eso me hace pensar en si Alice Munro es una escritora para escritores. No sé que responder. Puede que al haber intentado escribir en alguna ocasión, al habernos enfrentado a la complejidad de la escritura, sintamos mayor admiración por la forma en que Munro construye sus relatos. Pero es posible que eso no tenga nada que ver. Me consta que no es necesario haber escrito para sentir que estamos ante una de las mejores escritoras contemporánea.
Basta con leer Entusiasmo, el primer relato de Secretos a voces.

5 comentarios:

Javier Moreno dijo...

Algunos cuentos de Munro, sin embargo, creo que me sobrepasan completamente y al salir de ellos quedo en blanco. No hay siquiera desconcierto ni confusión sino absoluto desconocimiento de lo que ocurrió, del "sentido" de la historia contada. Me he dado cuenta de que entre más recientes son los cuentos menos pasa. Es interesante ver cómo Munro fue desarrollando esas estructuras y efectos poco a poco, de libro en libro.

Mori Ponsowy dijo...

No he leído a Munro pero tengo "Dance of the happy shades" en mimesa de noche esperando por mí desde hace tiempo. Después de leer tu post, creo que hoy mismo lo empiezo.

Anónimo dijo...

Casi, casi me has convencido de que lea más pronto que tarde a Munro. Creo que sólo te falta un post y medio para ello. He seguido con interés tus comentarios sobre la autora y no deja de sorprenderme que en los "círculos fiables de recomendadores" (llénese con los nombres que cada uno crea que conforman el círculo) no se hable casi de ella. Munro, Munro... todavía suena a prosa eslava para extravagantes. Pero ya un poco menos con blogs como este.

Portnoy dijo...

Y el respaldo indiscutible del monarca de Redonda, Jacobo, no nos olvidemos de la certeza de sus criterios a la hora de escoger a sus "nobles" Espero escribir pronto el post y medio que te convenza.
Un placer, Mori, tenerte por aquí. Me alegra haberte animado.
Miraré eso que dices de los relatos más recientes, Javier, pero esa "ausencia" de relato es uno de los aspectos más interesantes de Munro... o al menos así me lo parece... ya sabes que soy de relatos inacabados, jejejejeje
Un saludo y muchas gracias por vuestros comentarios.

Борис Савинков dijo...

Debo confesarte que tu defensa apasionada de Munro ha provocado que "Secretos a voces" esté ya en mi mesita de noche aguardando su momento. Para que veas que ,Galdós mediante , confío mi peculio a tu buen juicio.