14/2/08

Mi vida como hombre, de Philip Roth (I)

(Este texto debe entenderse como complemento a Zuckerman por Zuckerman)

En la primera parte de Mi vida como hombre, My life as a man, subtitulada como Ficciones útiles, Peter Tarnopol esboza dos retratos imposibles de Nathan Zuckerman.
Olvidémonos de las buenas maneras: ¿quién cojones es ese Tarnopol capaz de escribir tantos desatinos en torno a nuestro autor favorito? Sea quien sea queda patente que no tiene ni idea sobre la vida y la obra del célebre autor estadounidense del que ahora se publica la que será su última novela, aquí traducida como Sale el espectro.
El Zuckerman de Tarnopol se diferencia considerablemente de la persona original, pero además, difiere en cada uno de los relatos, que en orden son Candor juvenil y En busca del desastre, de modo que parece que o bien su conocimiento de las circunstancias personales de Zuckerman están basadas en habladurías, como ese vecino al que conocemos de vista y que sabemos de su vida a través de otras personas, o bien que, sencillamente, especula a partir de sus propias experiencias empleando, fraudulentamente, a Zuckerman como alter-ego.
Las discrepancias con el original son notorias y escandalosas. Tarnopol ni siquiera se preocupa en ser coherente: Nathan tiene una hermana, Nathan tiene un hermano, este sí, odontólogo como Henry, el verdadero hermano de Nathan, pero aquí llamado Sherman y con unas circunstancias personales muy parecidas al personaje del mismo nombre de La conjura contra América. El padre de Nathan es contable. El padre de Nathan regenta una zapatería. Su lugar de nacimiento es distinto en cada relato, cercano, pero distinto a Newark. Sus relaciones sexo-sentimentales son tortuosas, y sus parejas cambian de nombre y personalidad en cada relato, llegando, en un alarde nabokoviano, a convertirse en amante de la hija de su esposa muerta. Pero esta mujer, Mónica y su tórrido viaje a Europa, si nos fijamos bien, no es otra que la mismísima, y famosa por sus alardes sexuales, “Mona” de la popular novela de Zuckerman Carnovsky, conocida también en ese juego de espejos autorales como El lamento de Portnoy.
Demasiadas relaciones, demasiadas casualidades y demasiadas, y ofensivas, imprecisiones.
En un momento de En busca del desastre, Zuckerman se define:

"(Lidia, su esposa fallecida) llegó a vislumbrar la liberación de su vida de infortunio, mientras que yo, al servicio de la Perversidad, la Caballerosidad, la Moralidad, la Misoginia, la Santidad, la Locura, la Furia Contenida, la Enfermedad Psicosomática, la Locura Vulgar, la Inocencia, la Ignorancia, la Experiencia, el Heroísmo, el Judaísmo, el Masoquismo, el Odio a Mí Mismo, el Desafío, el Culebrón, la Ópera Romántica, o, en fin, el Arte de la Ficción, o bien nada de todo ello, o bien todo ello y mucho más, hallaba la entrada a mi propio infortunio. " (*)

Palabras que sirven para Zuckerman, pero también para Roth, Carnovsky, Portnoy, Sabbath y Keppesh. Por ello podemos concluir sin ningún atisbo de duda que Peter Tarnopol es un impostor.

(*) De Mi vida como hombre, de Philip Roth. Traducción de Lucrecia Moreno y Mercedes Mostaza para Mondadori-DeBolsillo.

3 comentarios:

Ana Durá Gómez dijo...

Y yo que no he podido con "La mancha hunama", si es que me pierdo con tanta zarandaja... Tampoco pude con "las partículas elementales", aunque tampoco he podido con "Historia en dos ciudades" y sí con el Club Pickwick. Rarezas del lector.

saludos

Anónimo dijo...

Portnoy, esta serie sobre Roth está matando: he de cubrir el presupuesto necesario para comprar todas las novelas de P Roth.


F X

Anónimo dijo...

¿Dónde está nuestro Portnoy? Espero que no se haya ido con Zuckerman, que su ausencia sea debida a problemas técnicos. Echo de menos sus recomendaciones y comentarios. Un abrazo.