28/12/06

Putas asesinas IX: Dentista, de Roberto Bolaño

Como escritor, me he convertido en fotógrafo, impresiono ciertas placas con el aspecto de esa interioridad y las distribuyo entre los aficionados anónimos

(Salvador Elizondo, Autobiografía Precoz, Aldus, México, 200, pag 29)


diamantes de medio segundo
de duración
pero Infinitos como los amantes adolescentes
y el hidrógeno


(Como una vieja balada anarquista, Roberto Bolaño 1979)


entrábamos en un territorio en donde éramos vulnerables y de donde no saldríamos sin haber pagado un peaje de dolor o de extrañamiento, un peaje que a la larga íbamos a lamentar.


mi amigo empezó a contarme un cuento de Ramírez, un cuento sobre un niño que tenía muchos hermanos pequeños que cuidar, ésa era la historia, al menos al principio, aunque luego el argumento daba un giro y se pulverizaba a sí mismo, el cuento se convertía en una historia sobre el fantasma de un pedagogo encerrado en una botella, y también en una historia sobre la libertad individual, y aparecían otros personajes, dos merolicos más bien canallas, una veinteañera drogadicta, un coche inútil abandonado en la carretera que servía de casa a un tipo que leía un libro de Sade. Y todo en un cuento, dijo mi amigo.


El arte, dijo, es parte de la historia particular mucho antes que de la historia del arte propiamente dicha. El arte, dijo, es la historia particular. (...) : la matriz de la historia particular es la historia secreta.(...) ¿Y tú te preguntarás qué es la historia secreta?, dijo mi amigo. Pues la historia secreta es aquella que jamás conoceremos, la que vivimos día a día, pensando que vivimos, pensando que lo tenemos todo controlado, pensando que lo que se nos pasa por alto no tiene importancia. ¡Pero todo tiene importancia, buey! Lo que pasa es que no nos damos cuenta. Creemos que el arte discurre por esta acera y que la vida, nuestra vida, discurre por esta otra, y no nos damos cuenta de que es mentira.



Y yo, que por educación hubiera podido decir que estaba bien, que sonaba interesante, dije que era necesario leerlo para poder formarme una opinión cabal. Eso fue lo que dije, pero igual hubiera podido decir lo contrario y me habría salvado.


Dentista, Putas asesinas, Roberto Bolaño.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hay relatos que se parecen a los sueños, y éste de Bolaño me lo ha recordado. Demasiados cabos sueltos, ramificaciones que no conducen a ninguna parte, o que se interrumpen al paso de otra rama.
El estilo es el del Bolaño de los mejores cuentos (aunque más elíptico que de costumbre), pero Dentista dista mucho de la calidad de aquellos relatos.