El Rey de Amarillo, de Robert W. Chambers

-¿Qué es? -le pregunté.
-El Rey de Amarillo.
Quedé estupefacto. ¿Quién lo había puesto allí? ¿Cómo había ido a parar a mis aposentos? Hacía ya mucho que había decidido no abrir jamás ese libro, y nada en la tierra podría haberme persuadido a comprarlo. Temiendo que la curiosidad me tentara a abrirlo, ni siquiera lo había mirado nunca en las librerías. Si alguna vez experimenté la curiosidad de leerlo, la espantosa tragedia del joven Castaigne, a quien yo había conocido, me disuadió de enfrentarme con sus malignas páginas.

(Del relato: El Rey de Amarillo)

Y en El reparador de Reputaciones, Castaigne, a quien se cita en El Rey de Amarillo, y aquí en funciones de narrador, habla con su primo Louis:
Dice Castaigne:

(...)Pero espera, sí, hay otro libro, El Rey de Amarillo.
Le miré fijamente a los ojos.
-¿No lo has leído?- le pregunté.
-¿Yo? ¡No, gracias a Dios! No quiero volverme loco.
Vi que lamentó lo que había dicho no bien acababa de hacerlo. Hay sólo una palabra que detesto más que lunático, y esa palabra es loco. Pero me controlé y le pregunté por qué consideraba peligroso El Rey de Amarillo.
-Oh, no lo sé –dijo deprisa-. Sólo recuerdo la excitación que produjo y las condenas del púlpito y la prensa. Creo que el autor se disparó un tiro después de dar a luz semejante monstruosidad, ¿no es así?
-Entiendo que todavía vive- le respondí.
-Eso es probablemente cierto- musitó-; las balas nada pueden contra un demonio de esa especie.
-Es un libro de grandes verdades- dije.
-Sí- replicó-, de “verdades” que enloquecen a los hombres y arruinan sus vidas. No me importa que el libro sea, como dicen, la misma esencia suprema del arte. Es un crimen haberlo escrito y por mi parte jamás abriré sus páginas.

(De El reparador de reputaciones)

El Rey de Amarillo, el libro que enloquece, forma junto al Necronomicón una pareja inseparable, por la relación y la influencia entre Chambers y Lovecraft.
Pero El Rey de Amarillo no es el único libro imaginario que aparece en los relatos de Chambers: En El reparador de reputaciones aparece un manuscrito titulado “La dinastía Imperial de América”. Es justamente El reparador de reputaciones el más complejo de todos los relatos escritos por Chambers. Con una ambientación futurista que transcurre en Nueva York en 1920 (fue escrito en 1895) trata sobre un complot que se ejecuta desde la penumbra de una habitación en la que se esconde un deforme y megalomaniaco ser que pretende restaurar una dinastía imperial en América cuyos herederos provienen de Carcosa ciudad de la constelación de las Hiades.

Las promesas que parecen desprenderse de este tipo de resúmenes acaban decepcionando al lector. Chambers no es Lovecraft. Chambers no es un visionario y literariamente está muy ligado a quienes le precedieron. No es un innovador. Escribe, pero Chambers no es un enfermo de literatura dispuesto a dejar su vida sobre el papel. Chambers, como sus personajes, es un indolente y arrogante dandy que no precisa la literatura para vivir. Sus relatos de misterio son un divertimento en los que no profundiza más allá de lo preciso. Impactantes pero nada más. Todos los augurios de mundos siniestros quedan en simples indicaciones de posibilidades sin desarrollar, tal vez a causa de la coincidencia temporal con los trabajos de Lovecraft que, en cierta manera, podía sugerir falta de originalidad en Chambers. Dos mundos literarios tan similares eran demasiado a finales del siglo XIX. Sin embargo, hay mucho de Chambers en la obra de Lovecraft:

«Lo leí y lo releí, y lloré y reí y temblé presa de un horror que aún me asalta a veces. Esto es lo que me perturba, porque no puedo olvidarme de Carcosa, donde negras estrellas cuelgan de los cielos, donde las sombras de los pensamientos de los hombres se alargan en la tarde, cuando los soles gemelos se hunden en el Lago de Hali, y mi mente llevará para siempre el recuerdo de la Máscara Pálida.»

(De El reparador de reputaciones)

Y mucho de Poe, evidentemente.
Por descubrir esos hilos que se tienden entre libros y autores, por dejar vagar la mente por mundos posibles apenas esbozados, leer El Rey de Amarillo puede ser entretenido.

Encontraréis más información sobre Chambers y su obra en estos enlaces:

Carles Bellver

El zoco de Lakkamanda

Todos los fragmentos de la traducción de Rubén Masera para Ediciones Abraxas, pero hay que avisar que el libro así publicado contiene los cinco relatos del original El Rey de Amarillo y cuatro más extraidos de otros libros de Chambers.